La última
Ernesto Cera Tecla
La
tarde caía lentamente sobre la cúpula del ex convento de San Diego, a un
costado, de la plaza El fuerte de Galeana, en Cuautla. Los rayos del sol de
cuaresma, se montaban en el ánimo de los transeúntes. Perla llegó apresurada al
restaurante “La Alameda”. Pidió una michelada y se puso a esperar
a Patrick.
Ese día, Perla tendría la firma de la custodia de su hija. Entre sorbo
y sorbo, las voces de los clientes y la música popular del rededor se
escuchaban con más fuerza. Las parejas abarrotaban las aceras. Los dulceros
infantes persuadían a los comensales. El aire sofocante se refrescaba. Perla
pidió “la última”. Después de una tras otra, sus ojos grandes y negros se
cristalizaron. Los mariachis y los norteños se apoderaron de la plaza de Galeana.
El ex convento de San Diego se fue perdiendo en el ocaso. El calor de cuaresma
se fundió en el fresco de la tarde. “La
última” de Perla, no se volvió a escuchar.
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