jueves, 26 de octubre de 2023

 

Mejcoyelbetl “fiesta de muertos” en Tetelcingo

Parte I/2

 

Para: Magali Sauquet y Heloïse-Malintzi Cera Sauquet.

 

“Los antiguos mosiehualte vinieron al mundo

para luchar y morir y conservar el mundo.”

 

Ernesto Cera Tecla

 

A propósito del Mejcoyelbetl “fiesta de muertos”, exponemos, de manera general, la visión de la religión y la muerte de la civilización nahuatlaca. No obstante, nuestra exposición será, apenas, una fracción de esa amplia familia, será la visión mosiehualte de Tetelcingo, Morelos.

 

La religión antigua nahuatlaca

La religión entre los nahuas fue la relación entre el alma individual y el alma cósmico, es decir, la divinización del hombre como parte de la naturaleza.[1] Desde esta concepción, podemos definir la religión nahua no como la relación entre el hombre y el Dios trascendente o las obligaciones del hombre frente al Dios único y antropomorfo o la conciencia que tiene el hombre de su dependencia al Dios de la trinidad, sino como LA RELACIÓN DEL HOMBRE CON LA VIDA INFINITA, LA RELACIÓN ENTRE LOS NAHUAS Y EL MUNDO O COSMOS, LA RELACIÓN ENTRE LOS ANTIGUOS MOSIEHUALTE Y EL DIOS COMO LA NATURALEZA VISIBLE E INVISIBLE.[2]

 

Desde la concepción religiosa nahua, se explica el mito de Quetzalcoatl, que destaca en la historia mesoamericana. Una versión refiere que Quetzalcoatl fue un Tlatoani “gobernante” con pureza absoluta, hasta que un día, por malos consejeros, se emborrachó y cometió el acto carnal. Desesperado, optó por un castigo ejemplar: abandonó su reino amado y murió voluntariamente en el fuego.  Al quemarse su cuerpo, se elevó al cielo y se transformó en el planeta Venus. El contenido espiritual de este mito es claro: Quetzalcoatl estaba angustiado por la oscuridad de su pensamiento. Por eso, buscó la purificación en la hoguera y se convirtió en luz. En otras palabras, se trató de un ejercicio espiritual, se trató del principio de un alma individual que, por el lado oscuro y corporal de la vida, buscó el lado luminoso, para alcanzar una conciencia superior liberadora. Los antiguos nahuas practicaron una religión fundada en el principio de la espiritualidad.[3]

 

No nontzi Cholietzi Tetla "pedregalito" chontihua Mejtlo 

“mi madrecita Doña Chole Tecla vive en la región de los muertos”.


El culto divino entre los nahuas

Los antiguos nahuas creían en el Dios de la dualidad. El Dios de la dualidad data, según Portilla, del periodo preclásico en Mesoamérica, antes de la era cristiana.[4] Tenían una divinidad dual, Tonantzin, Totahtzin, “Nuestra madre”, “Nuestro padre”, Ometeotl “el Dios dual”, que vive en Omeyocan, en lo más alto de los estratos celestes y también en el centro del universo. Ometeotl fue el origen de todos los  dioses y los seres humanos.[5]

 

Los antiguos nahuas tenían fe en la divinidad suprema. Heredaron de los Toltecas, al Dios Tloque Nahuaque “Dueño del cerca y del junto”, a Ometeotl “Dios de la dualidad” o  Teyocayani “Inventor de los hombres” o Huehueteotl “Dios viejo” o Xiutecuhtlli “Señor del fuego”. Todos referían a la voz del náhuatl Tonantzin, Totahtzin, literalmente “nuestra madre, nuestro padre”; metafóricamente, “origen de la vida”.  Esta interpretación se refrenda en el Códice florentino: “Lo mereció el señor Topiltzin Quetzalcoatl, el que inventa, hace los seres humanos. Así lo determinó el Señor, la Señora de la dualidad.”[6] O bien, “llegó el hombre y lo envío acá Nuestra madre, Nuestro padre, Tonantzin, Totahtzin, el Señor dual, Ometecuhtli, la Señora dual, Omecihuatl, el del sitio de las nueve divisiones, el del lugar de la dualidad, Omeyocan.”[7] En suma, los antiguos nahuas creían en el Dios supremo Ometeotl “Dios de la dualidad”, Totahtzin “Nuestro padre”, Tonantzin “Nuestra madre”.

 

En general, la religión antigua nahua estaba constituida por la mitología, las creencias y las prácticas de los pueblos nahuatlacas. Se caracterizaba por las imágenes asociadas: el mundo, era un sistema de símbolos: colores, tiempos, espacios orientados, astros, dioses, hechos históricos, todos estaban interconectados.[8] La religión no era una cadena de pensamientos, sino una RELACIÓN DEL TODO, LA RELACIÓN DEL DIOS-NATURELEZA.

 

Cosmología nahua

Los nahuas pensaban que el universo tenía cuatro puntos cardinales. Los cuatro rumbos tenían relación con cinco signos de los 20 días del mes: este, Acatl “caña”; oeste, calli “casa”; norte, tecpatl “cuchillo de pedernal” y sur, tochtli “conejo”. El quinto rumbo estaba relacionado con el centro, atribuido al Dios del fuego, Huehueteotl “Dios viejo”, porque el hogar estaba en el medio de la casa.[9]

 

Encima de la tierra ilhuicaatl “agua celeste” estaban los trece cielos. El más elevado era la casa de la Pareja suprema. Debajo del teotlalli “tierra divina” estaban los nueve niveles del Mictlán o mejtlo "lugar de muertos". La región de los muertos tenía muchos ríos, que las almas de los difuntos tenían que cruzar.[10]

 

En efecto, según la cosmogonía nahua, antes que existiera el mundo, estaba sólo el cielo 13, en él vivía Tonacatecuhtli “Señor del sol” y su esposa Tonacacihuatl “Señora del sol”. Ambos dioses de la dualidad no reconocían un origen, pues eran el principio de la creación. La pareja divina procreó cuatro hijos: Tlatlauhquitezcatlipoca, Yayauhquitezcatlipoca, Quetzalcoatl y Huitzilopochtli.

 

Los cuatro hombres-Dioses no tuvieron actividad durante seiscientos años. Después de este periodo, los cuatro hermanos se reunieron y conversaron sobre el qué hacer y qué tener. Primero comisionaron a Quetzalcoatl y Huitzilopochtli e hicieron el fuego, el sol, al primer hombre de nombre Oxomoco y a la primera mujer Cipactonal. Ordenaron al hombre trabajar la tierra y a la mujer, a que tejiera e hilara.  De ambos nacieron los masehualte "la gente común". También entregaron el maíz. Dieron vida a Mictlantecuhtli y a su mujer Mictecacihuatl, señor y señora del lugar de los muertos. Computaron el tiempo: la cuenta de los días, meses y años.[11]

 

No setzi Maltinatzi Bobadillo chontihua Mejtlo 

“mi abuelita Doña Martina Bobadillo vive en la región de los muertos”.


Mas tarde, Tezcatlipoca se convirtió en el primer sol, por eso el astro sale por el oriente, llega al centro del cielo y se va al horizonte para aparecer al otro día. En esta época fueron creados los gigantes, hombres con tanta fuerza que arrancaban los árboles con sus manos. Tezcatlipoca fue sol trece ciclos o 676 años. Al finalizar el mundo, Quetzalcoatl dio un bastonazo a Tezcatlipoca y cayó al agua. Quetzalcoatl se hizo sol. Tezcatlipoca se convirtió en tigre y devoró a los gigantes. Para entonces, los masehualte “la gente del pueblo” se alimentaba de hongos.  Después de otros trece ciclos o 676 años, Tezcatlipoca derribó a Quetzalcoatl del cielo y sopló tanto que se llevó a los masehualte y a los sobrevivientes convirtió en monos. Tlalocatecuhtli tomó el lugar del sol. Duró 364 años. Los masehualte sólo comían aciciuhtli “vegetal que nace en el agua”. Al final de esta edad, Quetzalcoatl llovió fuego del cielo y quitó a Tlaloc de sol, puso en su lugar a su esposa Chaliuhtlicue que duró 312 años de sol. En este tiempo, los masehuallte comían maíz “centli”. Desde el nacimiento de los dioses hasta el cuarto sol hubo 1628 años. Al final de esta edad, todo se cubrió de agua, el cielo cayó sobre la tierra. Los masehualte se convirtieron peces. Ante la destrucción, los cuatro dioses se reunieron, alzaron el cielo, crearon nuevamente a los masehualte  y dejaron la tierra como está ahora. Empezó a brillar el sol y la luna camina tras él.[12]

 

Los masehualte habían sido exterminados en cada uno de los cuatro soles o mundos. En el “Quinto sol”, el mundo actual, volvieron a nacer.

 

El culto a los muertos  

Los nahuas creían, por las mitologías, que Mictlán o Mejtlo “lugar de los muertos” pertenecía a la tierra. Creían en el alma inmortal y en una vida al lado de los dioses. Asignaban tres lugares para el descanso de las almas. Por ejemplo, los tlaxcaltecas pensaban que los nobles se convertían en nieblas, nubes, pájaros de hermosas plumas o en piedras preciosas; los masehualte “gente del pueblo” se convertían en comadrejas, escarabajos, zorrillos y otros animales.[13] Crían que los muertos ocupaban un lugar al margen de ley moral: el bien y el mal. Porque la vida después de la muerte dependía, relativamente, de la voluntad de los dioses. Estaba relacionada al tonalpohualli “calendario solar”. En el mundo, el deber del hombre nahua consistía en luchar y morir, para conservar el mundo. [14]

 

Los antiguos nahuas concebían a la muerte como el ser y la nada. Sabían que la posibilidad de no ser estaba en ellos y fuera de ellos. La nada de la muerte nacía de su conciencia espiritual, no estaba determinada, sino relacionada a los dioses por la práctica espiritual. Los nahuas pedían a los dioses recibiera su muerte con felicidad, le pedían una muerte serena y placentera. Los nahuatlacas amaban los escudos y las flechas. Eran guerreros feroces. Tenían el placer de reunirse, comían, bebían y hablaban. Los antiguos nahuas tenían un gusto extraordinario por la muerte.[15]

 

Las almas de las personas que morían de enfermedad iban a Mictlán o Mejtlo “lugar de los muertos", que es a la vez, hogar o casa de Mictlantecuhtli “Señor o Dios de los muertos” (o Tzontemoc “Cabeza inclinada”) y su mujer Mictecacihuatl “Señora o Diosa de la muerte”. Por esta razón, cuando una persona ha muerto y está postrada en el petate o la cama, el motloquiehuale “el que presta su palabra”, dice al difunto:  

 

El Nahual y Mictlantecuhtli "Señor de la muerte". Códice Borgia.

“¡Oh! Hijo. Ya pasaste y padeciste los trabajos de esta vida, nuestro señor te lleva, porque no tenemos vida permanente en este mundo, sólo estamos brevemente; como nos calentamos del sol es nuestra vida.

 

Nuestro Señor Mictlantecutli o Tzontemoc y su mujer Mictecacihuatl quisieron que nos conociéramos, que conversáramos unos a otros en esta vida. Ahora ya te llevaron, ya te consiguieron un lugar, porque todos iremos allá. El lugar es para todos y es muy grande. No habrá más memoria tuya.

 

Estás en el lugar oscuro que no tiene luz, ni ventana. No volverás a salir de allí, tampoco cuidarás ni solicitarás nuestro regreso. Después de haberte ausentado para siempre, habrás dejado a tus hijos pobres y huérfanos, no sabrás cómo acabarán, ni cómo pasarán los trabajos de esta vida presente.

 

Y nosotros allá iremos adonde estarás desde hace mucho tiempo.” [16]

 

Después, uno de los parientes decía:

 

Mictlatecuhtli "Señor o Dios de los muertos".

“¡Oh! Hijo. Esfuérzate y toma ánimo. No dejes de comer y beber. Tranquiliza tu corazón. ¿Qué podemos decir nosotros a Mictlantecutli o a Mictecacihuatl? ¿Esta muerte aconteció porque alguien se burló de nosotros?  Es verdad, así lo quiso nuestro señor, que este fuera su fin. ¿Quién puede alargar nuestra vida, una hora o un día?

 

Nosotros hemos venido aquí a visitarte y consolarte con estas pocas palabras, que somos padres viejos, porque nuestro señor ya llevó a los que eran más viejos y antiguos, los que decían mejores palabras consolatorias a los tristes. Y con esto ponemos fin a nuestra plática, los que somos tus padres y madres. Quédate. ¡Adiós!

 

Luego, los ancianos cortaban papeles para el ritual. Tomaban al difunto, le encogían las piernas, lo vestían y ataban. Tomaban agua y la derramaban sobre la cabeza del muerto. Le decían: esto te gustó en el mundo. Tomaban un jarrito lleno de agua, se lo daban y le decían: con éste habrás de caminar. Envolvían al difunto con mantas. Los ancianos ponían los papeles en el cadáver, porque el camino hacia Mictlán tenía muchas dificultades, los papeles servirían para vencerla. Y entonces, decían: con éste pasarás en medio de dos sierras que se cruzan. Luego, ponían otros papeles y decían: con esto pasarás un camino donde está una culebra cuidando el paso. Ponían más papeles y decían: con esto pasarás a donde está la lagartija verde, que se dice xochitonal, después ocho desiertos, el viento itzehecayan.  

 

Los viejos hacían otros preparativos al difunto: le ponían un perrito de pelo rojizo, al perrito ponían en el pescuezo un hilo flojo de algodón. Decían los que saben, que los difuntos montaban el perrito para pasar el río del Mictlán, que se llama Chiconahuapa “nueve aguas”, río ancho y profundo.

 

Al llegar a Mejtlo, el difunto se presentaba ante Mictlantecuhtli y entregaba los papeles que llevaban. También ofrendaba el hilo de algodón del perrito, una manta, camisas, entre otras cosas.

 

A los ochenta días, los viejos quemaban al difunto. Hacían lo mismo al cabo de año. Porque después de los cuatro años, el difunto salé y se va a los nueve cielos del Mejtlo.”[17]

 

Mejtlompa "hacia Mejtlo", Mejtlo "lugar de los muertos". 
Tetelcingo, Morelos, 1970.

Mejtlo está hacia mictlampa o mejtlompa, es decir, en el camino que se toma y sigue para llegar a la última morada, al lugar de descanso, a la otra vida, a la casa de Mictaltecuhtli y Mictecacihuatl. El Mejtlo está en el centro o debajo de la tierra, en el tlalxico “en el ombligo de la tierra”.

 

Continuará…

 

  

Cera, E. (26-10-2023). El Valle de la piedra roja. [Video]. You Tube. Tomado de:  https://tinyurl.com/msxdbmby

 

 "Vox nostra non clamantis in deserto, nostra clamantis in civitas mosiehulateca".

¡TETELCINGO, Municipio Libre! 

"Nuestra voz no clama en el desierto, clama en nuestro pueblo mosiehualteca".

¡TETELCINGO, Municipio Libre! 


 

 

Oxon quiema, ma mochihua, ma motequepanu. 

Ijquehuo queneque to tatzi, to nontzi. 

¡No tata, tona...!

"Ahora sí, que se haga, que pase como es nuestra costumbre,

así lo quieren nuestros dioses: nuestra madre, nuestro padre,

¡Oh! Mi Señor y Señora Sol...".




[1] Cfr. Séjourné, L. (1964). Pensamiento y religión en el México antiguo, México/Argentina: FCE. Traduccipon nuestra.

[2] Cfr. Tolstoï, L. (1902). Qu’est-ce que la religion ? Paris : P. V. Stock, Éditeur. Traducción nuestra.

[4] Cfr. León-Portilla, M. (1993). La filosofía náhuatl, México: UNAM

[5]LEÓN-PORTILLA, M. (1999). Ometeotl, el supremo dios dual, y Tezcatlipoca ”Dios Principal”Estudios De Cultura Náhuatl, Vol. 30. México: UNAM. Recuperado el 19 de octubre de 2023 de https://tinyurl.com/4mkc8m2t

[6] Citado por Portilla, Códice Florentino, 1979, VI,120 r.

[7] Ibídem.

[8] Cfr. Soustelle, J. (1996). El universo de los Aztecas, México: FCE.

[9] Ibídem.

[10] Ibídem.

[11] Orozco y Berra, M. (1880). Historia antigua y de la conquista de México, Tomo I, México: Tipografía de Gonzálo.

[12] Cfr. Ibídem.

[14] Cfr. Soustelle, J. (1996). El universo de los Aztecas, op. cit.

[15] Cfr. Bataille, G. L’Amérique disparu, en : Belón, J., Métreau, A. et. al. (s.d.). L’art precolombien, Paris : Les Beaux -Art.

[16] Cfr. Sahagún. Cfr. Sahagún, B. (1938). Historia general de las cosas de la Nueva España, Tomo I,  México: Editorial Pedro Robredo. Pp. 283-287. Interpretación nuestra.

[17] Ibídem. Interpretación nuestra.

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