martes, 19 de abril de 2022

 

Estimados ciberlectores, les comparto una historia antigua que recuperé hace 35 años, en el pueblo mosiehual de Tetelcingo, Morelos. El señor Ru Jusie Tezoquetl Xucheme (Don José Barro Flores) comparte esta historia. El registro se hizo en lengua mosiehualcupa. El cuento es relevante, porque alude a elementos simbólicos del territorio mosiehual. La historia es de Ru Jusie, la narración es nuestra.  Gracias.

 

 

“Palo de flores”

 

Erniesto Xiela Tetla

(Ernesto Cera Tecla)

 

Hace muchos fuegos nuevos, hubo en el tlajtocayotl (ciudad) de Huoxtepiek (“Lugar de huajes”, hoy Oaxtepec, Morelos), un tlajtohuone (gobernante) de nombre Cucutetzi (Tortolita) que tenía dos hijas, una  de nombre Quetzalsohuotl (Mujer hermosa) y la otra, Otzintzin (Aguita).

 

En el palacio de Huoxtepiek, Quetzalsohuotl y Otzintzin tenían una vida llena de comodidades. Disfrutaban de los mejores tlatloyos, memelas, tlaxcales, atolocates, quintoniles, papatlas… Las mejores bebidas exóticas: atole de jitomate, huamuchil, de masa; champurrado. No se diga de los insectos: chapulines, chumiles y otros. No les faltaban los postres: pinole, calabaza de dulce, camotes (amarillo, blanco y morado), tlolcacahuatl… Siempre degustaban de todo. Siempre hacían lo que querían. Pero un día de luna llena, el ocio trastocó sus pensamientos y decidieron salir de la comarca, sin el consentimiento de su padre.  Ese día, los rayos del sol se esparcían por todos los rincones del reino. Se prepararon y salieron de su palacio. Caminaron sin dirección. Se detuvieron en el primer pueblo, en Xochitencu y disfrutaron los jardines de las flores más variadas y contemplaron los frutos de los grandes huertos.   

 

Más tarde, siguieron caminando y llegaron al pueblo de Xuchimilcatzincu (“Atrás de los cultivos de flores”). El lugar era mágico: los manantiales hacían ríos de agua, los pájaros graznaban en parvada, a cada instante; el aroma de las plantas y las flores se esparcían en  los lugares más infinitos. El paraje era la cuna del sol brillante. Para gozar mejor el lugar, Quetzalsohuotl y Otzintzin se separaron. La primera se fue hacia el norte y la segunda, hacia el medio día. Otzintzin tenía 15 años, llevaba trenzado el cabello de noche, portaba una falda (chincuete) y un cotón (huipil), ambos del color del tlaxcale. El chincuete lo sostenía con una puoxanona (faja) de arcoíris. Los huaraches de piel de venado embalsamaban sus pies. Otzintzin se detenía a cada instante. Interiorizaba las cosas que veía y sentía. De tanto placer en sus ojos, no se dio cuenta que la tarde caía sobre la espalda de las montañas. De pronto, algo la paralizó. La detuvo la belleza de una flor llamada hueloxuchetl o “flor de cabellito”, pero no de árbol, sino de planta. Era un hueloxuchetl hecho de algodón. Tenía el color de la sal y era suave como el cabello del elote.  Otzintzin quedó pasmada. Sus ojos brillaron de alegría y felicidad. Tomó la flor y la guardó en su pecho, bajo el cotón (huipil). El ocaso empezó a mirarla sin discreción y decidió regresar a casa.

 

                                        No tatsi: Ru Alfonso Xiela Teculutl (Jiménez).

En su palacio, Otzintzin se quitó la puoxonona (faja), el chincuete (faldita) y el cotón (huipil), para recuperar el hueloxuchetl de algodón, su mayor reliquia, pero no encontró nada. La flor de algodón había desaparecido. Otzintzin no supo que había pasado. No le dio mucha importancia. Los días, las semanas, los meses pasaron. Después de tres meses, Otzintzin se dio cuenta que estaba embarazada. Día tras día crecía su embarazo. Entonces, se preocupó. No encontraba una explicación racional. Su papá, el tlajtohuone Cucutetzi se enteró del hecho y tomó cartas en el asunto. Decidió casar a su hija, antes que los nahuatecos  de la ciudad se enteraran del embarazo. Para ello, ordenó a su comandante militar forrara un palo (morillo) de flores a punto de brotar. Determinó que aquél que abrazara el “Palo de flores” y haga brotarlas, ese  casaría o llevaría a Otzintzin. También le pidió que hicieran pública la invitación para que los jóvenes participen en el ritual de cortejo de la hija del Rey. Así pasó, así se hizo.

 

Un día después de la invitación, llegaron muchos pretendientes que querían casarse con la hija del Rey. Participaron jóvenes de varios pueblos: Huazulco, Tepalcingo, Temoac, Amilcingo, Axochiapan, etc. Llevaron las mejores mazorcas, el mejor maíz, el cacao más aromático, los más ricos cacahuates y camotes, los mejores dulces de ajonjolí, las más deliciosas palanquetas. Pero los pretendientes abrazaban el Palo y no brotaban las flores. Llegaban otros y otros nahuatlatos y no pasaba nada. No había quién hiciera brotar las flores. El tiempo no se detenía, caminaba de manera circular, sin detenerse.

 

Al otro día, el nahual mayor de Teteltzincu (“El pedregalito”), una estancia de Huoxtepiek, anunció el mensaje que leyó del firmamento. Los mosiehualte no sabían qué, pero algo iba a pasar. Ese mismo día, hasta llovió agua de culebra en el pueblo. El agua corría por las calles como si hubieran abierto las puertas del mar.  Los torrentes de agua se fueron debilitando, poco a poco. La lluvia fue pasajera. Luego de la tormenta, en una casa de chinamil (tallo de la milpa), Choletzi preparaba su chiquihuite para vender sus tortillas en el tianguis de Cuojtlo (“Lugar de arboles”, hoy Cuautla). Y antes de irse, le dijo a su hijo Tetlatzi, un joven de 17 años:  “IXO, AMO TE QUISAS, INU TLAJTOHUONE CUCUTETSI QUEPEA ICHPUX UO QUENEQUE QUENOMEKTIS, CACHI INU SOHUOCUNETSI YE USTLE. ¿QUIENE? AMO, AMO TE QUISA, UNCO XEYE..." "Hijo, no salgas, porque el Rey Cucutetzi quiere casar a su hija y ya está embarazada. ¿Cómo? No, no salgas. Aquí debes estar.”  Anunciada esta advertencia, Choletzi se fue a vender sus tortillas.

 

Pasando el medio día, Tetlatzin se puso a organizar la leña tirada en el patio. Sin querer, recordó  las palabras de su madre. Se percató que un grupo de guerreros del Rey Cucutetzi  pasaba junto al tecorral de su casa. Se escondió tras el muro de piedras e intentó vigilarlos. Escuchó que un guerrero dijo al otro:

 

-¡Espera! ¡Detente! Vi a un muchacho en esa casa-y señaló la casa de Tetlatzin.

 

Se detuvieron. Vieron al joven mosiehual y sin mediar palabra alguna, entraron a la casa y detuvieron a Tetlatzin. Fue conducido a probar suerte a Huoxtepiek. Al llegar a la ciudad, los soldados le dijeron al tlajtohuone:

 

-Señor, gran señor Cucutetzi, encontramos a este muchacho en el pueblo de Teteltzincu.

 

-Bien. Que pase y que abrace el "Palo de flores"- respondió el Rey.

 

Consternado, Tetlatzi acató la indicación. Pasó a probar suerte. Con sus brazos del color de la tierra abrazó el “Palo de flores”. Y enseguida, las flores empezaron a brotar, a florecer.

 

-Es tu suerte, mosiehual. Te casarás con mi hija Otzintzin-dijo eufórico el tlajtohuone.

 

-Tómala y llévatela. Pero en esta ciudad de Huoxtepiek no pueden vivir, tampoco en Xochimilcatzincu ni en Teteltzincu. Deben irse a otra ciudad, fuera de mi reino, lejos de aquí. Deben buscar otras tierras, otro destino-repuso del Rey.

 

Así, Tetlatzi, el nuevo esposo de Otzintzin, salió del palacio del Rey y regresó a casa. Su madre ya había regresado del tianguis. No tuvo tiempo darle una explicación. Choletzi, al ver a su hijo con la hija del Rey, le dijo:

 

-Te dije que no salieras, pero no escuchaste, eres como un chechetu (perro), un verdadero chechetlacamozote (perro rabioso). Ahora, no pueden quedarse aquí. Tomen sus cosas y márchense. Vayan a cumplir su destino a otras tierras.

 

Y así pasó, Tetlatzi de Teteltzincu se casó con la hija del Rey de Huoxtepiek. Juntos recorrieron el mundo, hasta que apareció el quinto sol.

 

 

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