El conflicto
lingüístico en
México
“El pueblo que quiere ser libre lo será. El poder de los poderosos es débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos.”
Miguel Hidalgo y Costilla, “El Zorro”.
Ru Erniesto Xiela Tetla “Ernesto Cera
Tecla”
Introducción
Desde el régimen colonial hasta nuestros días, la política
lingüística en México ha tenido
una sola preocupación: imponer el español sobre las lenguas originarias. Esta
ideología lingüística ha jugado un papel fundamental en el desplazamiento de
las lenguas dominadas y en la construcción de la cultura colectiva del
país. La ideología lingüística ha tenido diferentes formas discursivas a lo
largo de la historia de nuestro país: segregación, asimilación, incorporación e
integración.
El
multilingüísmo
Entre el año
300 y 700 de nuestra era, la región mesoamericana se caracterizaba por una situación de multilingüísmo: en el
centro de México se hablaban el náhuatl y lenguas de la familia otopame. En el
Istmo de Tehuantepec, lenguas de la familia mixe; sobre el golfo de México,
lenguas de la familia yutoazteca; al oriente del Istmo, lenguas de la familia
maya. En la Sierra Madre Oriental, entre lo que hoy es el norte de Puebla y
Veracruz, lenguas de la familia totonaca-nahua y hacia el oriente de la sierra,
lenguas huastecas.[1]
Esta situación
de multilingüísmo perduró hasta el florecimiento cultural, político y económico
del pueblo mexica. En la época mexica, la clase dirigente impulsó una política
de formación de escribanos e intérpretes en lengua náhualt para atender las
funciones administrativas, económicas, políticas y culturales. Las más de cien
lenguas indígenas representaban un obstáculo para el ejercicio del poder.[2]
Desde entonces, la lengua de los
dominantes, el náhuatl, ya funcionaba como lengua franca: lengua de estatus y
prestigio social en toda la región controlada.[3]
La
segregación lingüística
Dos años después de la
caída del gobierno mexica, llegaron los sacerdotes (franciscanos) a la Nueva
España con el fin de “civilizar” a los indios. La política colonial de civilización tenía como base las leyes de
indias (compiladas en las Leyes de Burgos) promulgadas en 1512, que planteaba salvar
las almas de los indios a través
de dos procesos: la cristianización y la castellanización. El primer
proceso tenía como propósito construir la unidad religiosa y el segundo,
la unidad lingüística.
Ambos
procesos los unía una característica:
enseñar la religión y la lengua de castilla mediante el castigo, la prisión y
la muerte. En el ámbito religioso, por ejemplo, el 30 de noviembre de 1539, la
Santa Inquisición condenó a la hoguera a Carlos Ometochtzin, sobrino de
Nezahualcoyotl,[4] porque daba culto a sus antiguos Dioses.[5]
En las primeras
décadas del siglo XVI, la tarea de “civilización” estuvo a cargo de los
encomenderos,[6] sin
embargo, en 1542 Bartolomé de las Casas los denunció ante el Consejo de Indias
por no cumplir con el espíritu de las Leyes de Burgos. En consecuencia, Carlos
V dejó la tarea en manos de los sacerdotes.
En ese mismo
año, los evangelizadores propusieron que la lengua náhuatl fuera el instrumento
de comunicación en la evangelización, la delimitación de la propiedad
territorial y el funcionamiento de la administración y fiscalización. La Corona
aceptó, pero en 1550, Carlos V reculó y emitió una real cédula para ordenar la
enseñanza del castellano, prohibiendo tajantemente la enseñanza del náhuatl.
La disposición
legal regia no fue bien acogida por los sacerdotes. Al contrario, durante las
dos décadas subsecuentes, insistieron en el uso del náhuatl antes que la lengua
de Castilla. Produjeron textos sobre lenguas indígenas: más de ochenta
gramáticas. La primera gramática náhuatl fue escrita en 1547 por Andrés de
Olmos.
Por la
inconformidad de los sacerdotes, en 1570, la Corona reconoció al náhuatl como
lengua oficial de los indios.[7]
En 1590, Felipe II ordenó a la Real y Pontificia Universidad de
México, la instalación de cátedras en
náhuatl y otomí.[8] Esta
disposición fue efímera porque en el mismo año, la enseñanza del español se
hizo obligatoria para los niños indios y en 1596 se prohibió el uso de la lengua materna
a los indios en general. Los indios que no cumplían esta ordenanza del Consejo
de Indias eran castigados como delincuentes.[9]
Durante los
primeros treinta años del siglo XVII, predominó la disposición de Felipe IV, es
decir, la concepción de la lengua castellana como la lengua de conquista
espiritual. Carlos II asumió también el segregacionismo. En 1693 reforzó el
programa de enseñanza de la lengua de castilla y ordenó que los funcionarios
civiles vigilaran el proceso. La política lingüística perduró hasta finales del
siglo XVIII. Los colonizadores pensaban que la obligatoriedad del idioma
castellano en los indios traería no sólo el adelanto de la fe sino también el
progreso en el cultivo de sus tierras, la cría de ganados, el comercio, el
entendimiento con sus superiores, el cuidado de su casa, el amor a las personas
y las relaciones sociales con civilidad.[10]
La asimilación lingüística
La segregación
lingüística de los indios no terminó necesariamente con la independencia de
México. En 1833 los liberales, a través del vicepresidente Valentín Gómez
Farías, llevaron a cabo la primera reforma educativa. En el mismo año, el ideólogo de los liberales,
José María Luis Mora, propuso: “la introducción del español en el programa
educativo antes que el latín”.[11]
Un año después,
la reforma educativa de los liberales fue suspendida cuando Antonio López de
Santa Anna llegó al poder en 1834. La ideología conservadora reemplazó a la
liberal. Bajo la perspectiva conservadora, en 1835 un grupo de políticos (entre
ellos Lucas Alamán) propuso la creación de la Academia de la Lengua para
corregir la decadencia del castellano. Destacaron las siguientes tareas:
1)
Conservar
la pureza del castellano.
2)
Fomentar
la impresión y distribución de los clásicos.
3)
Proporcionar
un diccionario de hispanoamericanismos legítimos.
El grupo
organizador propuso que el director de dicha academia fuera un exmiembro de la
Real Academia de la Lengua de Madrid y se pidió que modelara la Academia
Mexicana según la institución española.[12]
El proyecto no prosperó.
Al regresar
Santa Anna al poder en 1842, estableció un sistema público de instrucción
primaria para difundir la enseñanza del idioma nacional. En 1854 volvió a
emitir una ley para rescatar el proyecto de la Academia de la Lengua. Otra vez,
quedó en mera pretensión.
La Academia
Mexicana de la Lengua, por fin fue fundada en 1875 y estuvo a cargo Joaquín
García Icazbalceta. Uno de los primeros trabajos de la institución se intituló:
“Diferencias regionales del español y los mexicanismos.[13]
En ese mismo momento, las lenguas indígenas recobraron cierto interés en
algunos grupos de intelectuales, motivando la reedición de las antiguas
gramáticas elaboradas en la colonia.[14]
En resumen, en
el siglo XIX fueron claras dos visiones sobre política del lenguaje: los
liberales proponían que los indios asimilaran sus lenguas a la lengua nacional,
mientras los conservadores proponían que los indios hablaran su lengua materna
y no la lengua nacional. Ambas propuestas tenían como base una modalidad más de
segregación lingüística: ambos grupos políticos no aceptaban la diversidad
cultural y lingüística, al contrario, la concebían como un obstáculo para el
“progreso” del país.
La incorporación
lingüística
A principios del siglo XX, la tesis del relativismo
cultural de Boas era ya difundida en México por Moisés Saenz. La tesis sostenía
que las culturas indígenas ya no tendrían que ser asimiladas a la sociedad
mexicana, sino incorporarlas al proyecto nacional. Esta idea sirvió de base al
proyecto de educación rural impulsado por José Vasconcelos, responsable de la
Secretaría de Educación Pública en el gobierno de Álvaro Obregón. Aun cuando
Vasconcelos reconocía en general la tesis antropológica, no aceptaba la
propuesta de que las lenguas indígenas podían funcionar como instrumentos de
enseñanza. Al contrario, suponía que las lenguas indígenas deberían ser
sustituidas por el español: porque el idioma español pertenecía a una de las
razas más ilustres del mundo.[15]
Desde esta visión de mundo, sin importar las características socioculturales
del país, propuso una educación nacional de incorporación. Así, Vasconcelos privilegió la construcción
de una escuela en cada pueblo, sobre todo donde había una población bilingüe
(lengua indígena-español). Por tanto, niños indios y mestizos deberían recibir
la misma educación en la misma lengua: la lengua nacional.[16]
La integración lingüística
En el periodo
cardenista nació una propuesta educativa para los pueblos indígenas, distinta a
la vasconcelista: la educación bilingüe. La alternativa fue planteada por el
lingüista William Cameron Townsed, fundador del Instituto Lingüístico de
Verano, y los lingüistas y antropólogos Norman MacQuown, Julio Henry y Mauricio
Swadesh. Desde sus propios espacios propusieron sustituir la enseñanza del
español a través del método directo por la enseñanza del español mediante el
uso de la lengua materna y el español como segunda lengua (el bilingüísmo): los
niños recibirían primero los conocimientos básicos del lenguaje y la
alfabetización en la lengua materna y después la enseñanza del idioma nacional.
Las lenguas indígenas se convirtieron en instrumentos para la expresión de los
pensamientos y las emociones de quienes las hablaban y como vehículo hacia el aprendizaje del
idioma nacional. Desde esta perspectiva, niños indios y mestizos, podían
utilizar sus lenguas o variedades lingüísticas en la enseñanza, pero con el fin
de integrarse a la nación.
a) La re-incorporación
lengüística
En la década de
los cuarenta el programa de integración entró en una crisis ante la nueva
política nacional. El presidente, Manuel Ávila Camacho, modificó el artículo
tercero constitucional y nombró a Octavio Vejar Vásquez Secretario de Educación
Pública, quien rescató de los escombros el proyecto vasconcelista: la educación
nacional de incorporación. Propuesta demolida por especialistas de la
lingüística y la antropología en 1939. Contra la opinión de los científicos
sociales, Vejar creó el Departamento de Misiones Culturales en 1943. Éste
departamento desarrolló el proyecto de alfabetización al interior del Plan de
Seis Años para la Educación Pública.
b) La
integración lingüística por regiones de refugio
El arribo de
Miguel Alemán a la presidencia en 1946, implicó modificar los presupuestos de
la educación destinada a los pueblos indígenas. Una de las nuevas propuestas
fue la creación del Instituto Nacional Indigenista (INI), el 10 de noviembre de
1948, impulsada por Antonio Caso.[17]
Edificado el INI, los indigenistas
rechazaron la concepción de la comunidad como
foco central de los problemas de desarrollo. Más bien, enfocaron sus programas
a la región porque la economía
indígena dependía de una ciudad mercado, núcleo por lo general, de una región
en que tanto indios y mestizos dependían en varios aspectos de esa comunidad
urbana central, nacionalmente orientada.[18]
Desde esta perspectiva, los indigenistas no solamente introdujeron la
alfabetización y el idioma nacional, sino también propusieron el uso de la
lengua materna en el trabajo escolar. El objetivo de estos procesos consistía
en la integración de los pueblos indígenas a la región y la nación.
Más tarde, en la década de los sesenta, la Secretaría
de Educación Pública ratificó la educación bilingüe. Estableció que los
maestros bilingües deberían introducir la lectura y escritura en lenguas
indígenas antes de alfabetizar en idioma nacional.
c) La integración
lingüística nacional: la educación bilingüe bicultural
En la década de
los setenta, la tarea de la educación indígena seguía en la mesa de discusión
entre los diversos sectores sociales. En el primer lustro, al celebrarse el
Primer Congreso de Pueblos Indígenas, los maestros bilingües se pronunciaron
por la educación bilingüe como un derecho propio. En 1978 se fundó la Dirección
General de Educación Indígena (DGEI) en la SEP que planteaba entre sus
programas de trabajo, la castellanización en preescolar y la educación
bilingüe. En respuesta, se constituyó la Asociación Nacional de Profesionales
Indígenas Bilingües (ANPIBAC) que se pronunció por una educación indígena
bilingüe-bicultural. Para 1983, los profesores indígenas ocuparon no pocos
espacios en la DGEI y desde allí desarrollaron programas de educación
bilingüe-bicultural. Esta propuesta planteaba la utilización de las propias
lenguas indígenas en la enseñanza, con el objeto de alcanzar el aprendizaje del
idioma nacional y que el contenido de esta educación fuera bicultural: que
incluyera elementos de la cultura propia del educando y de la cultura nacional.
Sin embargo, en los hechos, los propios maestros y grupos éticos rechazaban la
educación bilingüe-bicultural. A cambio demandaban una educación monolingüe y
monocultural español.[19]
Integración lingüística y educación intercultural
A finales de la década de los ochenta, primeros años del neoliberalismo
en México, la educación indígena se encontraba en un impasse, producto del
fuerte repliegue económico e ideológico del
Estado mexicano. La educación bilingüe-bicultural fue cuestionada
después de sus resultados casi nulos en una década de operación. Se cuestionaba
que la planificación lingüística era dictada desde las cúpulas burocráticas
estatales y ajenas a la acción directa y organizada de las comunidades
hablantes y que además, la política del lenguaje se desarrollaba como en el
pasado, en función del imperio de la unidad y homogeneidad nacional.[20] Dado que el único idioma válido, legal y
oficial para todos los trámites constitucionales era el español. Persistía la
discriminación en contra de los idiomas y de los patrones culturales de los
grupos indígenas de México.
Esta situación de impasse a principios de los noventa, fue acompañada por: a) la reforma al artículo
4º constitucional, aprobado en 1992, que reconoció el carácter multicultural y
multilingüe de la nación, b) el Acuerdo Nacional para la Modernización de la
Educación Básica y Normal y su carácter decentralizador, y b) la insurrección
del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, que trajo a relucir el conflicto
social que viven los pueblos indígenas y la necesidad de formular un nuevo
proyecto nacional, con una nueva constitución política que revise en su
conjunto cuál es el futuro de la nación y dentro de ella el papel de los
pueblos indios dentro del Estado-nación.[21]
En particular, la insurrección del EZLN aceleró la discusión pública
sobre la educación bilingüe intercultural. De esta discusión surgieron dos visiones de
mundo, por un lado, los que sostenían que la educación debería ser exclusiva
para indígenas y dirigida por indígenas, y por otro, quienes sostenían que el
sistema educativo debería asumir la articulación de la pluralidad cultural y
lingüística del país.
En agosto de 2004, el gobierno federal retomó la primera propuesta y puso
en marcha la primera Universidad Intercultural en San Felipe del Progreso,
Estado de México. El financiamiento fue compartido con el gobierno del Estado
de México. La universidad fue contradictoria porque por una parte, el gobierno foxista y la derecha, obstaculizaron la
aprobación de los Acuerdos de San Andrés, y por otro, aprobó un proyecto de
educación superior intercultural vacío de legitimidad. La universidad
intercultural respondió a intereses grupos de indígenas y no indígenas
simpatizantes del Partido Acción Nacional, que al reconocimiento de la
diversidad cultural, lingüística y étnica de México.
Después del
sexenio de Fox, Felipe Calderón (2006-2012), Enrique Peña Nieto (2012-2018) y
ahora, Andrés Manuel López Obrador (2018-2023), el conflicto lingüístico no ha
cambiado en nada. Tiene la misma tendencia. Las lenguas originarias están en un
proceso acelerado de desplazamiento y extinción, el español se impone como
lengua dominante sobre las lenguas indígenas dominadas. Ni el “Humanismo mexicano”,
ni la “Nueva escuela mexicana han tenido una mínima incidencia en el
desplazamiento y extinción de las lenguas nativas. A un año del sexenio del
presidente Obrador, el subsistema de educación indígena y las políticas
públicas orientadas a los pueblos indígenas sólo han sido paliativos, no soluciones
profundas de las etnias de México como unidades culturales. El Instituto
Nacional de Pueblos Indígenas ha terminado en una caricatura más, es decir,
terminó en la misma burocracia indígena del pasado que sólo ha estado para legitimar
el poder de la supuesta Cuarta transformación. En México, el conflicto
lingüístico persiste y debe revertirse.
El conflicto
lingüístico puede combatirse desde la escuela, porque ésta tiene un papel privilegiado en la formación,
recrea nuestra cultura nacional, refrenda las aspiraciones históricas de
justicia y solidaridad, privilegia la democracia, los derechos humanos y, SOBRE
TODO, podría fomentar el pluralismo cultural, lingüístico y étnico.[22]
Conclusión
De la época colonial a la actualidad, los diferentes
grupos políticos y gobiernos han mostrado un desprecio, abandono y olvido hacia
la diversidad cultural, étnica y lingüística
de México. Aún sobrevive una ideología conservadora y liberal
(enmascarada de humanismo mexicano) que consideran a las comunidades
lingüísticas indígenas como obstáculos para la “modernización” y la
“mundialización”. El gobierno actual es incapaz de concebir a los pueblos
mesoamericanos como instancias reales de resistencia cultural y lingüística
frente a la política económica liberal y mundialización de la cultura. Los
dominantes no quieren entender que el conflicto lingüístico debe detenerse, que
la sociedad debe fundarse en la diferencia. La sociedad de iguales pero
diferentes sólo será posible en la medida que las instituciones formadoras del
“ser social” finquen sus bases en la diversidad cultural, étnica y lingüística
de sus pueblos.
"Libertad, autonomía, justicia y usos y
costumbres"
"Vox nostra non clamantis in
deserto, nostra clamantis in civitas mosiehulateca".
¡TETELCINGO, Municipio Libre!
"Nuestra voz no clama en el
desierto, clama en nuestro pueblo mosiehualteca".
¡TETELCINGO, Municipio Libre!
Oxon quiema, ma mochihua, ma
motequepanu.
Ijquehuo queneque to tatzi, to nontzi.
¡No tata, tona...!
"Ahora sí, que se haga, que pase como es
nuestra costumbre,
así lo quieren nuestros dioses de la
dualidad: nuestro padre, nuestra madre...
¡Oh, nuestro Dios y Diosa Sol!
Milanés, P. (22-11-2023). Por qué
(Yo vi la sangre de un niño bortar) [Video]. You Tube. Tomado
de:
Puebla, C. [Cuba]. (22-11-2023). Hasta
siempre comandante [Video]. You Tube. Tomado de: https://tinyurl.com/2p9ff8sc
[1] Cfr. MANRIQUE, Castañeda Leonardo. Pasado y presente de las lenguas
autóctonas de México, en: DEMONTE Violeta, GARZA Cuarón Beatriz, et. al. Estudios
de lingüística de España y México, COLMEX, México, 1990. P. 397.
[2] En el siglo XVI los españoles registraron aproximadamente 124
lenguas autóctonas. Cfr. CUEVAS, Mariano. Historia de la iglesia en México, V tomos, México, 1926. T. I. Pp. 35-37.
[3] FLORES, Farfán José
Antonio. Cuatreros somos y toindioma hablamos, Faculteit der Letteren,
Universiteit van Ámsterdam, México 1995. P. 9.
[4] Cfr. KOBAYASHI, Munehiro. De la manera en que nuestros
antepasados vivieron, vivamos, procesos inquisitoriales de tres indios
texcocanos en 1530, en: CERVANTES,
Mayán (Coord.). Mesoamérica y Los Andes, SEP-CIESAS, México, 1996.
Pp. 533-555.
[5] LEÓN-Portilla, Miguel. Los franciscanos vistos por el hombre
náhuatl, UNAM, México 1985, Pp. 37-40. Este proceso judicial estuvo a cargo
del obispo Juan de Zumárraga y como intérpretes
del náhuatl-español Alonso de Molina y Bernardino de Sahagún.
[6] Administradores españoles que tenían derecho a los servicios
personales de los indios.
[7] BRICE, Heath, Shirley. La política del lenguaje en México,
INI, México 1978. P. 53.
[8] AGUIRRE, Beltrán Gonzalo. Lenguas vernáculas, CIESAS, México
1983. P. 42.
[9] Cfr. BAUDOT, Georges. La vida cotidiana en la América española en tiempos de Felipe II,
Siglo XVI, FCE, México, 1983. P. 123.
[10] Cfr. ZAVALA, Silvio. Poder y lenguaje desde el siglo XVI,
en: GARZA, Cuarón Beatriz (Coord.). Políticas lingüísticas en México, La
Jornada/UNAM, México, 1997. P. 71.
[11] Citado por BRICE, Heath, Shirley. La política del lenguaje en
México, Op. Cit. P. 105.
[12] Marzo 22, 1835, Circular de la Secretaría de Relaciones, número
1535, Legislación mexicana: colección completa de las disposiciones
legislativas expedidas desde la independencia de la república, Recop.
Manuel Dublán y José María Lozano, 19 tomos, México, 1876, T. III, 35-36.
[13] Cf. BRICE, Heath, Shirley. La política del lenguaje en México,
Op. Cit. P. 118.
[14] Cfr. AGUIRRE, Beltrán Gonzalo. Lenguas
vernáculas, Op.Cit. P. 210.
[15] Cfr. VASCONCELOS, José. La
raza cósmica: Misión de la raza iberoamericana, México, 1948.
[16] Cfr. GASTÓN, Bénédict. La enseñanza de las lenguas vivas por
el método directo progresivo, Trad.
Juvencio López Vázquez, México, 1953. Pp. 15-30.
[17] Cfr. AGUIRRE, Beltrán Gonzalo. Teoría y práctica, INI,
México, 1955.
[18] Cfr. BRICE, Heath, Shirley. La política del lenguaje en México,
Op. Cit. P.203.
[19] ACEVEDO, Conde María Luisa. Políticas lingüísticas en México
de los años cuarenta a la fecha, en: GARZA, Cuarón Beatriz (Coord.). Políticas
lingüísticas en México, La Jornada/UNAM, México, 1997. Pp. 191-203.
[20] Cfr. FLORES, Farfán
José Antonio. Cuatreros somos y toindioma hablamos, Op.Cit. P. 10.
[21] NAHMAD, Salomón. Impactos de la reforma al artículo 4º
constitucional sobre la política lingüística, en: GARZA, Cuarón Beatriz
(Coord.) Políticas lingüísticas en México, Op. Cit. Pp. 109-131.
[22] Cfr. DE LA PEÑA, Guillermo. Educación y cultura en el México
del siglo XX, en: LATAPÍ, Sarre Pablo
(Coord.). Un siglo de educación en México, FCE, T. I., México 1998. Pp. 82.
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