lunes, 25 de septiembre de 2017

El territorio
Ernesto Cera Tecla

En este texto, reflexionaremos el componente previo  al Estado: el territorio.  Realizaremos la reflexión a partir de la tesis central que plantea González Uribe en el apartado: “Vida y pasión del Estado”.[1] De acuerdo a Uribe, el Estado tiene dos premisas que orientan su ser (ontológico): a) la gestión activa del bien común y b) su sujeción a los límites racionales o su sumisión al derecho.  Ante esta concepción del Estado, resulta necesario analizar de manera pormenorizada los elementos previos y constitutivos del Estado. Aunque en este texto sólo hablaremos del elemento físico “territorio”.

El Estado es una agrupación de hombres o seres racionales y libres, pero es también un ente que necesita de un territorio para ejercer sus funciones de servicio, coordinación y control.  Si el hombre es una parte fundamental en la construcción del Estado, entonces el territorio se hace indispensable para la agrupación estatal de esos hombres.

Hasta ahora, la tierra está dividida en distintos Estados. La división ha tenido varios criterios, entre ellos destacan el territorial o contigüidad y el nacional. De este último se planteado la coincidencia entre nación y Estado y que en la actualidad (ante la globalización) se discute su crisis porque el capitalismo corporativo ha trastocado la “soberanía”.

No obstante, el territorio físico aparece como elemento más objetivo que subjetivo (como el de nación…) porque se concreta en la vinculación del Estado y su adscripción a un territorio para ejercer sus funciones administrativas y políticas.  En este sentido, el territorio (superficie, espacio atmosférico, subsuelo, litorales, costas…) tiene dos funciones básicas: a) la negativa que señala los límites, fronteras… del Estado y b) la positiva que otorga al Estado el instrumento físico  necesario para cumplir su función: servir al bien público temporal.[2]

La primera función (negativa) es fundamental porque garantiza seguridad jurídica y la paz en la relaciones entre los Estados y la segunda (positiva) porque le permite realizar su función de control y vigilancia sobre la población. Así, el territorio se presenta como un medio o instrumento al servicio del Estado y como una condición de existencia del hombre y del Estado.

El territorio, al igual que la nación, requiere de un análisis más pertinente al contexto social, económico y político de nuestro tiempo. La globalización económica ha trastocado estas categorías. Es un hecho, el “Estado soberano” ha sido vulnerado por el poder fáctico transnacional. En esta tesitura, ¿tiene todavía sentido hablar de Estado y territorio si su rol de servidor para el bien público temporal ha sido afectado por el capitalismo corporativo? ¿Los Estados todavía garantizan el “bien público temporal”?

En las últimas tres décadas, el bien público ha sido remplazado por el bien privado, las instituciones públicas por las privadas, los intereses comunes por los intereses particulares: hoy día, ya no hay Estado o países ricos, sino algunos ricos. Los territorios soberanos han sido remplazados por los mercados transnacionales.

Finalmente, considero que la reflexión en torno al territorio como componente esencial del Estado debe profundizarse para recuperar el sentido objetivo del Estado: su servicio para el bien público temporal.



[1] GONZÁLEZ, Uribe Héctor. Teoría política, Porrúa, México 1982.
[2] Véase, Ibídem.