miércoles, 13 de abril de 2022

 

Teteltsincu,  a 14 de abril de 2022.

Na: Erniesto Xiela Tetla.

Nemejuantsetsi: Nogiente, ica  tejuo, ica mosiehualte.

Tlocame biebemosiehualte  noinijte, netlajcuilohua yepa tetlatlajtusque uo te cunis, muoesque sa sie sente.  Ye imani.

Hermanas y hermanos, hace cuatro días, se cumplieron 123 años del lamentable asesinato del “Señor General, Emiliano Zapata”. Así nombraban nuestros tatarabuelos mosiehualte a su líder revolucionario, no era el “General”, sino “El Señor General”. No es para menos. “El Señor General” fue, según nuestros tatarabuelos, líder de la “Revolución del Sur”, no de la Revolución mexicana. Nuestros antepasados, tenían claridad en la interpretación del mundo social y político: la “Revolución mexicana” es un concepto o una idea abstracta, vacía de contenido para los indios. La “Revolución suriana” era otra cosa, era la demanda de RESTITUCIÓN (devolver las tierras a los pueblos)  de las tierras ancestrales de todos los pueblos indios del centro y Sur del país. Para 1910, las tierras o territorio de los pueblos indios, habían sido USURPADOS, primero, por los invasores españoles (1519-1550), después por la Corona española (1550-1821) y luego, por liberales y conservadores, hacendados y empresas trasnacionales (1821-1910). Por esta razón, los mosiehualte se integraron a la lucha armada zapatista, para recuperar el actual territorio teteltsinca.

Les recuerdo mosiehualte, que Emiliano Zapata fue traicionado por Madero y por eso, proclamó el Plan de Ayala. Sí, el 5 de octubre de 1910, Francisco I. Madero dio a conocer  el Plan de San Luis. Zapata, sabía que ese Plan era más político que social y se resumía en el “Sufragio Efectivo y No Reelección”. De ello, Zapata dijo:  que era muy bueno pensar en la POLÍTICA, pero antes había que pensar en la TORTILLA para los mexicanos.[1] En otras palabras, era importante construir un sistema político democrático, pero antes, era necesario regresar las tierras a los campesinos para asegurar la producción agrícola básica. Aun así, Zapata se adhirió al Plan de Madero, porque el artículo 3° de dicho Plan, hablaba de RESTITUCIÓN de la tierra. Sin embargo, el 21 de mayo de 1911, Madero firmó, como Jefe de la revolución, el Convenio de Ciudad de Juárez. En este documento, se comprometió a licenciar las tropas revolucionarias, sin antes cumplir la promesa de RESTITUCIÓN. Meses después, el 15 de octubre del mismo año, Madero refrendó, en su calidad de Presidente de la república, el incumplimiento de la RESTITUCIÓN. Declaró ante los medios de comunicación: que crearía la pequeña propiedad de la tierra, no la repartiría. Zapata se sintió traicionado, entonces, proclamó el Plan de Ayala, el 28 de noviembre de 1911.[2]

Por la razón anterior, Zapata se rebeló contra Madero y los mosiehualte se adhirieron a los Revolucionarios del sur, para recuperar su territorio, en manos de hacendados. En el Plan de Ayala, el Jefe de la Revolución del Sur, llamó traidor al Presidente de la república, Francisco y Madero. Zapata plateaba tres demandas básicas en su Plan: a) restitución de tierras, b) fraccionamiento de latifundios y c) confiscación de propiedad a quienes se opusieran a la realización del Plan. Por ahora, sólo les hablaré del primer punto. Zapata hizo el siguiente razonamiento sobre la RESTITUCIÓN: Los pueblos indios, a pesar de poseer TÍTULOS PRIMORDIALES, firmados por Cortés o la Corona española, fueron DESPOJADOS de sus tierras, y la JUSTICIA no reconoce su derecho de RESTITUCIÓN, entonces, la TIERRAS deben ser devueltas a los pueblos por la FUERZA, si es necesario. Frente a esta promesa zapatista, los mosiehualte se organizaron y se integraron a la lucha armada contra el gobierno de madero y los hacendados. En Tetelcingo, Don Pioquinto Gadea, le tocó organizar a los mosiehualte, en 1911. Los indios mosiehualte ejecutaron la primera acción: certificaron, ante el Archivo Público de la Nación, los TÍTULOS PRIMORDIALES o Cédula real, que ampara la propiedad indígena de Tetelcingo y enseguida se alistaron a la lucha revolucionaria.

Lamentablemente, hermanos y hermanas mosiehualte, en abril de 1919, Zapata es cobardemente asesinado, por órdenes de Venustiano Carranza, pero los mosiehualte continuaron su lucha para recuperar su territorio.  Para 1919, Zapata era un líder campesino de miles de personas campesinas e indias desposeídas, se había convertido en un factor de inestabilidad para el gobierno de Carranza. Por ello, ese mismo año, comisionó al general Pablo González para exterminar a los insurgentes en el estado de Morelos. González comisionó a Jesús María Guajardo para aniquilar al líder revolucionario del sur. Guajardo era un norteño blanco y racista y sentía un odio enfermizo por la “indiada” y quería exterminarla.[3] El asesinato, se llevó a cabo el 10 de abril de 1919, en Chinameca, Morelos. El cobarde asesinato de Zapata fue un golpe muy fuerte para los campesinos, para todos los indios zapatistas. Sin embargo, los MOSIEHUALTE, no se doblegaron ante el artero crimen. Al año siguiente, en 1920,  siguieron con la lucha de RESTITUCIÓN de la tierra. Organizados en Asamblea, solicitaron, ante el Presidente interino de la república, Adolfo de la Huerta, la recuperación del territorio. Y este es el objetivo de esta carta: compartirles el pensamiento revolucionario de los mosiehualte. El documento que aquí les comparto, forma parte del archivo del Registro agrario nacional. Va pues el documento: [4]

“Ciudadano gobernador provisional del Estado libre y soberano de Morelos.

Presente.

Los que suscribimos mayores de edad y vecinos del poblado de Tetelcingo, por nuestro propio derecho y en representación de nuestros convecinos, ante usted, de la manera más respetuosa, pasamos a manifestar: que es público y notorio el estado de miseria en que nos colocaron los movimientos convulsivos de la Revolución y conocemos bien que esto era preciso para aquilatar esta nueva Obra de reconstrucción, en beneficio de las clases desheredadas y oprimidas por unos cuantos terratenientes que se habían absorbido las fuentes de riqueza nacional, más ahora que vemos asomar la Aurora de nuestras futuras esperanzas, y el activo empeño del actual gobernador, en concordancia con el señor Presidente de la República, Adolfo de la Huerta, en cumplimentar las promesas hechas por la Revolución Suriana encabezada por el Señor General Emiliano Zapata, venimos ante usted, señor gobernador, a exponer sucintamente nuestras justas quejas.  El suelo de nuestro pueblo es por naturaleza seco y reducido en su perímetro, por las Haciendas de Casasano, Santa Inés y Cuahuixtla, carecemos de tierras de labor, de temporal y riego, aunque en el pueblo en sus títulos abarca una gran extensión, según la Real cédula que lo ampara… Además, el año próximo pasado, la necesidad de sembrar, nos obligó a pedir tierras para el efecto, a la citada Hacienda de Casasano y ésta nos cobró por renta las tres cuartas partes, dejándonos por gastos y trabajo personal de labor, sólo una cuarte parte. Gravamen que nos ha desalentado volver a sembrar. Esta injusta medida la ha tomado el dueño de la Hacienda, para que obligados nosotros por la falta de pan, necesario para nuestras familias, nos coloque en el número de esclavos de sus trabajos, que en mayor escala emprende, robándonos así el sudor de nuestra frente, por un reducido jornal.

En esta virtud, hoy que hemos visto publicado el Decreto No. 5, expedido por usted, en fecha de septiembre próximo pasado y haciendo uso de su artículo 1° y con las formalidades que establece el artículo 6° del mismo Decreto, venimos a pedir a Usted, Señor Gobernador, que sin perjuicio de la extensión de terrenos que detallan nuestros título y mientras queda en completo vigor la Ley agraria, atentas las razones que dejamos expuestas y más con su abnegado propósito de proteger a los oprimidos, se sirva dotarnos de la tierra necesaria para el cultivo de temporal y riego, que el pueblo de Tetelcingo necesita y con esto levantar a una raya indigna que siempre ha sufrido la esclavitud de las haciendas que la oprimen. A mayor abundamiento y para recto criterio del gobierno de su digno cargo, acompañamos el padrón que forma el vecindario de Tetelcingo y por él se verá la imperiosa necesidad de nuestra súplica.

Por tanto:

A Usted suplicamos se sirva acordar de conformidad con nuestra petición, por ser un acto de verdadera justica.

Tetelcingo, octubre 12 de 1920.

(Firman:) Refugio Rodríguez, Nicolás Balón, Antonio Casasanero, Juan Galicia, Antonio Tapia, Juan Gadea, Manuel Tapia, José Zapotitla, Antonio Zavala, Emanuel Pineda, Manuel Cherón, Marcelino Cera, Manuel Tecolote, Ignacio Casasanero, Martín Tecolote, Manuel Tenango, Juan Tepina, Manuel Jacinto, (entre otras firmas).”

Este documento es crucial para la historia de Tetelcingo, porque inicia el proceso de RESTITUCIÓN “parcial” de las tierras que hoy posee Tetelcingo y que NO son de Cuautla, como afirma el presidente municipal, Rodrigo Arredondo. La primera DOTACIÓN de 1924 y la segunda de 1938 instituyeron, legalmente, el actual territorio de Tetelcingo. En la dotación, el gobierno federal consideró válidos  los Títulos primordiales o Cédula real de los indígenas teteltsincas. Así, el actual territorio  es producto de la lucha armada de los mosiehualte.  Zapata advirtió al inicio de la revolución: LAS TIERRAS DEBEN SER DEVUELTAS A LOS PUEBLOS, POR LA FUERZA, SI ES NECESARIO.

Y bien, hermanos, el documento deja entrever que los mosiehualte revolucionarios eran esclavos de la Hacienda de Casasano y que, a pesar de la muerte de su líder y que los hacendados se fortalecieron, los mosiehualte no se doblaron, no se doblegaron, siguieron la lucha hasta recuperar el territorio en 1920-1924. Destaco esta parte, porque hoy, no demandamos la RESTITUCIÓN, sino algo más simple, la DEFENSA del territorio y el autogobierno. Además, no olvidemos que en ese momento, la lectura y escritura estaba ausente en Tetelcingo y casi todo México. Aún así, indios y campesinos se levantaron contra el gobierno traidor de Madero y siguieron el mejor ideal revolucionario, el que transformaría el país, el México que hoy tenemos.  Hoy, la mayoría de la población mosiehualte sabe leer y escribir, muchos son profesionistas y, sin embargo, nos mostramos ajenos a esta gran abra política de nuestros tatarabuelos revolucionarios. Por ello, considero que es legítimo aspirar a un cargo político, a emplearse en la burocracia administrativa del Municipio de Cuautla, pero no debemos olvidar el fondo, la demanda histórica y central de nuestro pueblo: que consiste en la defensa del territorio. La defensa territorial, sólo puede refrendarse en la construcción del Municipio indígena libre. La  tarea no es fácil, porque así como los mosiehualte revolucionarios enfrentaron al gobierno de Madero y los hacendados, hoy, nos toca enfrentar a los políticos arribistas y oportunistas, vulgares y ambiciosos (Raúl Tadeo Nava, María Paola Cruz Torres y el actual presidente municipal de Cuautla, Rodrigo Arredondo López), empresarios rapases, entre otros, que impiden, por todas los medios, la municipalización del pueblo, negando la posibilidad que los mosiehualte vivan de manera digna, humana y felices.

Hermanos y hermanas, la lucha política en Tetelcingo no termina con la aspiración a dirigir una planilla política, ocupar el puesto de Delegado político o ser empleado del Presidente Municipal de Cuautla y padecer humillaciones de todo tipo. La aspiración política mosiehualte va más allá: consiste en recuperar el TERRITORIO, a través de la municipalización, para tener una autonomía política, económica, cultural, comercial, etc. La municipalización indígena nos hará libres. No olvidemos que la figura de Delegación política fue un invento malicioso del Gobernador Lauro Ortega (1982-1988), para “tranquilizar” la rebelión de los indios teteltsincas que impidieron la instalación del aeropuerto en su territorio y que demandaron, al mismo tiempo, la municipalización. Sin embargo, el gobernador nos dio gato por liebre. Nos dio una supuesta independencia política, pero jurídicamente, Tetelcingo es una colonia del Municipio de Cuautla. Además, la Delegación política no significa nada en términos de política pública, ni en materia económica. Es un florero en la mesa política. Los indios de ahora, hemos vivido en esa trampa, hemos sido engañados, burlados. Entonces, la lucha política de fondo, no es por el cargo de Delegado o la dirección de una planilla, sino por la construcción del MUNICIPIO INDÍGENA.

Mosiehualte: por todo lo anterior, considero, que debemos pensar en la Asamblea General del pueblo, como una estrategia de lucha política. Debemos valorarla como tribuna suprema de nuestro pueblo, como el espacio donde caben todas las voces y donde se puede definir colectivamente, el nuevo rumbo de Tetelcingo LIBRE. Es importante, que vayamos instituyendo una Asamblea General permanente, que podrá terminar hasta que se instalé el primer Presidente Municipal indígena y su Consejo o Cabildo. Emulando al Señor General de la Revolución del sur y a nuestros tatarabuelos revolucionarios, hoy, la demanda ya no es la RESTITUCIÓN, sino el MUNICIPIO: El autogobierno y el territorio deben regresar a manos de los mosiehualte, por la FUERZA, si es necesario. Hacemos un llamado a la reflexión, para estar atentos en la próxima Asamblea del Congreso del estado de Morelos, que aprobará (o no), la Consulta indígena previa para la creación del Municipio indígena de Tetelcingo. No olvidemos el ejemplo de los mosiehualte revolucionarios: debemos  rechazar o destruir el estado de MISERIA y ESCLAVITUD (hoy, hablaríamos de SEMIESCLAVITUD) en que han sometido a Tetelcingo, los patrones, los dominantes, los explotadores, los políticos corruptos de Cuautla, el estado y el país. TODOS Y TODAS EN LA DEFENSA DEL TERRITORIO, TODOS Y TODAS POR UN MUNICPIO LIBRE INDÍGENA. Ma mochihua ijquehuo, ijquehuo mamotequepanu. No tata tona...

Ma nepanu, mosiehualte. Manebeya. Sotiepa titotasque.

Tlascomate.

Erniesto Xiela Tetla.

 

[1] Véase, Juan José Flores Rangel. Historia de México. Cengage Learning, México, 1919.

[2]  La paleografía (consiste en pasar la escritura antigua a la escritura actual) y subrayado es nuestro. 

[3] Véase. Martha Chávez Padrón. El derecho agrario en México. Editorial Porrúa, México, 2008.

[4] Ibídem.