miércoles, 29 de junio de 2022

 

Delegación política de Tetelcingo

(Parte III)

Ernesto Cera Tecla

La crisis agraria y política en Tetelcingo

Al finalizar el reparto agrario cardenista, México tenía una población total de 19,653 552 habitantes; el estado de Morelos,  200,000; Cuautla, 18,066; Tetelcingo, 1300. Del total de habitantes de Cuautla, 1,929 eran ejidatarios (de los nueve ejidos del municipio), quienes poseían 10,622.73 ha. de tierra; cada ejidatario tenía, un promedio, de 5.5 ha.[1] En Tetelcingo, había 348 ejidatarios de tierras temporal y riego. Sin embargo, para la década de los ochenta, la estructura demográfica cambió radicalmente:   México pasó a tener una población total de 66.8 millones de habitantes, dos veces más que la de 1940; Morelos pasó a 900,000, Cuautla, 94,000 y Tetelcingo, 4,000 habitantes. Observamos que el crecimiento poblacional en Cuautla fue tres veces más, al pasar, en cuarenta años, de 18 mil a 94 mil habitantes.[2] Este dato es relevante, porque nos dice que el campo entró una crisis más severa a finales de los años sesenta y principios de los años ochenta. Y no es extraño. Así lo expresamos en las reflexiones I y II (Delegación política…, parte I”, en: https://bit.ly/3xz1MOx y “Delegación política…, parte II”, en: https://bit.ly/3tYg0Y3), demostramos que la política económica del Sistema político autoritario, privilegió a la agroindustria privada y abandonó la producción agrícola ejidal. El crecimiento poblacional vino a agudizar el problema agrario, es decir, esas 5.5 ha. por ejidatario en Cuautla de los años cuarenta, se minimizaron frente al abandono del campo y al acelerado crecimiento poblacional de los años ochenta. La escasez de la tierra llevó a los indios de Tetelcingo a exigir a los gobiernos, la RESTITUCIÓN de sus TIERRAS COMUNALES.  

 

Los tetelcingas renacieron en la lucha por la tierra, en la segunda mitad del siglo XX. La historia local es, dicen los mosiehualte, una historia de sistemas de despojos. Y sí, la razón les asiste. En el documento “Historia del poblado de Tetelcingo, antes Xochimilcatzingo y Zumpango”, del Comité particular, ejecutivo agrario (1980), encontramos la voz de los indios invisibles que clamaban justicia ante el Supremo poder.[3]  Pero esa voz, fue como el sermón de Fray Antón de Montesino en 1511, una voz Ego vox clamanti in deserto ("La voz que clama en el desierto"). Esto es así, porque después del reparto agrario cardenista, el pueblo quedó en el olvido entre 1940-1980. La dotación de tierras de 1924 fue de 1270 ha. de temporal para 348 ejidatarios; de las 1270 ha. de temporal, 150 ha. fueron destinadas al pastizal colectivo. Mientras que la dotación automática de 1936, fue de 285 ha., 146 ha. de riego y 139 ha. de temporal. Las dos dotaciones hicieron un total de 1555 ha. La segunda dotación fue, apenas, una tercera parte de las 670 ha., que los mosiehualte habían solicitado a los gobiernos. Por ello, en 1958, volvieron a la lucha política para recuperar sus tierras comunales; solicitaron, dice el documento, una segunda ampliación ejidal. La solicitud se hizo el 29 de agosto de 1958, pero los gobiernos negaron la “ampliación de ejidos, por no haber tierras afectables dentro del radio legal de 7 kilómetros.”  Este dictamen o resolución se publicó en el Diario oficial del estado de Morelos, en 1960 y el Diario oficial de la federación, en 1967. Las resoluciones son altamente interesantes, porque el Régimen autoritario, a favor de la agroindustria privada, estaba reconociendo, implícitamente, que el territorio tetelcinga, comprendía 7 Km a la redonda, sin embargo, negó o impidió que las tierras usurpadas por el Ingenio “La abeja” de Casasano, Cuautla, Morelos, regresaran, por JUSTICIA, a manos de los antiguos mosiehualte. Los indios no claudicaron. En 1965, volvieron a solicitar la ampliación del ejido, es decir, en Asamblea general, decidieron recuperar las tierras comunales. Sin embargo, la Comisión agraria mixta, en contubernio con la institución de la propiedad, el Catastro de Cuautla, permitieron la escrituración de las tierras usurpadas, que estaban en posesión de particulares. En la Reflexión I, dijimos que el Sistema político autoritario modificó la ley sobre la propiedad territorial para beneficiar a los empresarios agrícolas privados. Y este fue el caso que vivieron los tetelcingas. Por ejemplo, el señor Juan Barrales Sánchez, dueño del Ingenio “La abeja” de Casasano, escrituró sus tierras usurpadas y obtuvo un Certificado de “inafectabilidad”. En otras palabras, la ley del Sistema político corrupto, legalizó la usurpación de las tierras de los antiguos indios y amparó al usurpador, al empresario agrícola, Juan Barrales.  Ante este abuso, los mosiehualte se reunieron nuevamente en Asamblea general y decidieron tomar las tierras, por la fuerza, es decir, por invasión u ocupación. Pero al tercer día, fueron desalojados por la Policía judicial federal y el Ejército mexicano. En la negociación, las autoridades convencieron a los indios, para que dejarán la vía “ilegal” y optaran por la “vía legal”, por la vía de la Restitución. Los mosiehualte aceptaron la propuesta. Sin embargo, después del Viam Crusis administrativo, la Comisión agraria mixta, dio a conocer su dictamen, el 28 de junio de 1977: “se declara improcedente la restitución de tierras solicitada por campesinos del poblado de Tetelcingo, por no existir propiedades afectables.” Esta resolución fue una loza que aplastaba las aspiraciones de los mosiehualte: la recuperación de sus tierras comunales. Los indios habían entendido que la vía legal estaba cancelada, que la palabra REVOLUCIÓN (utilizada como sinónimo de justicia social), pregonada por los gobiernos priístas, estaba hueca, vacía, porque ellos habían hecho todo conforme a derecho, conforme a las leyes vigentes y, sin embargo, su grito de JUSTICIA, había sido una voz Ego vox clamanti in deserto. Había sido un grito de JUSTICIA en el desierto. Al final, los mosiehualte, recularon, pero no para claudicar, sino para reagruparse y preparar la siguiente batalla: la lucha por el control del territorio y por la independencia política del pueblo de Tetelcingo, es decir, la municipalización. Más adelante regresaremos a este punto.

 

La división, una estrategia política

En distintas etapas de la historia, la división política se ha utilizado, intencionalmente, como estrategia de sometimiento o dominación. Hace algún tiempo, leíamos las Obras completas de Fray Bartolomé de las Casas: “Historia de las indias” y entendimos que la caída del Imperio mexica, no había sido resultado de la “guerra de conquista” de Hernán Cortés y sus huestes, sino de la rebelión de más de cincuentas pueblos indios, motivados y controlados por el invasor. El defensor de los indios, De las Casas, dice lo siguiente: Cortés se alegró de encontrar en territorio Mexica, unos Señores (gobernantes) enemigos de otros, para realizar sus propósitos y pensamientos. Agrega: se alegraba de las discordias que tenían y si no las tenían, procuraba que las tuvieran, porque al estar divididos era más fácil sojuzgar a los unos y a los otros. Porque si estuvieran juntos y de acuerdo, no podrían sojuzgarlos ni tiranizarlos. Y remata: lo que Cortés buscaba, era sojuzgar y tiranizar, pues él no era juez de jure (derecho) ni de facto (hecho), antes, estaba obligado a considerar que cada uno de esos señores (gobernantes) eran justos dueños y señores de sus tierras, pues el derecho y la razón les asistía.[4] En efecto, Cortés aprovechó la disputa que había entre pueblos y donde había paz, promovía la discordia o división. Su papel de juez fue ilegal e ilegítima, porque no era juez ni de derecho ni de hecho. En fin, Cortés sometió a los pueblos sembrando la DIVISIÓN, la DISCORDIA. La DIVISIÓN POLÍTICA en un pueblo o entre pueblos, solo beneficia al tirano que somete, domina, humilla o explota. Contrariamente, un pueblo UNIDO, un pueblo en un solo cuerpo no pueden ser juzgado ni tiranizado, por nadie.  

 

La división política en Tetelcingo

Mientras el pueblo luchaba por sus tierras comunales, en el exterior; al interior, se libraban las primeras batallas entre grupos políticos facciosos. Veamos el origen de estas disputas. El presidente de la república, Lázaro Cárdenas (1934-1940), visitó Tetelcingo en 1936. Don Martín Méndez, indio mosiehuale, narra aquella visita, en el texto escrito en mosiehualcupa Āmatlapohualistli de Don Lázaro Cárdenas” (“Historia escrita de Don Lázaro Cárdenas”).[5] Dice Méndez: “Ipa inu tiempo… totlajtojcā  Cárdenas... oquivisitāro topueblo  de māsiehualte. Ye cuaquinu naja niyeya de tlajtohuani ipa topueblo… Belis otiyejyeya quiemi a las diez de ca isi cuac naja niyehuataya ipa āmāyetl  ixpa ayudantía, cuac sa de repiente oniquijtac sente quixtiyāno ohualāya ca notlac, de tejāno, de pantalo, hua de chaquieta. Naja amo onicchi cāso de yaja. Naja nicseguiro niyehuatica ipa inu āmāyetl. Por fin omopacho notlac hua oniechtlajpalo. Nuyijqui naja onictlajpalo, pero niyehuatica. Ye cuaquinuju oniechilfi inu quixtiyāno, -­¿Amo tiniechixomate? Naja oniquilfi, ­Amo, Señor. Yaja oniechilfi, ­Naja niPresidente de la República, Lázaro Cárdenas. Ye cuaquinuju onoquetstiquis hua onitieilfi  ca en castilla, -­Señor Presidente ¡perdóneme! No le conocía…”[6]

“En ese tiempo, el líder o dirigente Cárdenas visitó nuestro pueblo mosiehualte. En ese entonces, yo, era autoridad (ayudante) del pueblo. Ese día, alrededor de las diez de la mañana, estaba sentado bajo el amate, frente a la ayudantía. De repente, vi a un mestizo fuereño que se dirigía hacia mí, de tejana, pantalón y saco. No le di importancia. Seguí sentado bajo el amate. Luego, se acercó y me saludó. También lo saludé, pero seguí sentado. Entonces me dijo el mestizo fuereño, -¿no me conoces? Yo, le contesté, -No señor. Me dijo, “-Yo soy el Presidente de la República, Lázaro Cárdenas. Al escuchar esas palabras, me paré de golpe y le dije en castellano, -Señor Presidente, ¡perdóneme! No le conocía.”

 

Ru Marti Méndez ca tiehua Xohuānajtzi hua imichpuch Eusebia 

(Don Martín Méndez con su esposa Doña Juana y su hija Eusebia) David Tuggy.


Después de esa visita, el Presidente de México se hizo amigo de la comunidad Tetelcinga. En el pueblo mosiehuale quedó una profunda huella de la política agraria e indigenista del cardenismo. Fue, dice Pancho Riatas, otro cantar. Ru Martín Méndez, describe los beneficios sociales que Lázaro Cárdenas aportó al pueblo: “Desde ipa inun tunali que nenojnunutsac, Cárdenas otieilfijtie… que ipa quiejquich tunalte quihualtitlanis el Coronel del Río ca sente sementera de turo hua sente vāca, ocsente sementera de chivos, hua ocsente sementera de pitsome. Pos melāhuac. Ipa quiejquich tunalte ohuala Coronel del Río ca sente camión lalibis bieyi cāni quihualicaya inu yulcāme tli oquijtojtie Cárdenas… Sātiepa… asico Profesor Uranga, Lic. Genaro Vázquez  ca Ingeniero Juan Soto, ca iorden del Señor Presidente Don Lázaro Cárdenas. Sanima opiejqui tejtequiti. Sanima oquinutsqui Comisariado. Cuac inuju oyeya yaja Carrillo.  Profesor Uranga sanima oquicu tlāli de Miguel Bobalillo. Nuyijqui oquicu tlāli de Tules Gadea. Quiplantārojqui miyac tareas de alāxoxcuajme ipa inu campo de Mātaliyu. Oquichijchijqui unte calme, sente para sente motor eléctrico… Nuyijqui oquitiemacaqui sente camiyu de carga... Profesor Uranga omonunutz ica Casasaniero, Ru Antonio, hua  oquicubili ocsente tlāli. Oquicubili aproximada mente como 26 tareas. Pero ininānca tareas de tlāli omoxiexelo para tli  cachi porubejte. Oquitlālijqui nuyijqui sente internado de agricultura. Oquitlālijqui sente cañería desde Pasolco asta alāxox cuajcamac. Oquixiexelojqui tlāli de riego..., tractores, molinos…”[7]

 “En aquel momento… Cárdenas dijo… que en unos días mandaría al Coronel del Río con un toro semental y una vaca, un chivo y un marrano, también sementales. Así fue. Pronto llegó el Coronel del Río en un camión grande donde traía los animales que había prometido el Presidente… Casi de inmediato, llegaron el Profesor Uranga, Lic. Genaro Vázquez e ingeniero Juan Soto, por órdenes del Señor Presidente Don Lázaro Cárdenas. El Coronel del Río y su equipo trabajaron de inmediato. (Se coordinaron) con el Comisariado (del pueblo). En ese tiempo, era (Francisco) Carrillo. Luego, el profesor Uranga compró un terreno  a Miguel Bobadillo y a Tules Gadea. (En esos terrenos del campo Matadeleón) sembraron muchas tareas de naranja. Además, construyeron dos casas, una para un motor eléctrico… También entregaron un camión de carga… Más tarde, el profesor Uranga compró otro terreno a Don Antonio Casasanero. Le compró veintiséis tareas, lo partió en lotes y lo repartió a los pobres. De igual forma, construyeron un internado de agricultura… Pusieron una tubería de Pazulco hasta el huerto de naranjas (en Matadeleón); repartieron tierras de riego, tractores, molinos…”

 

El texto de Ru Martín Méndez nos comparte algunas ideas trascendentes para la historia de Tetelcingo. Por ahora, sólo señalaré dos: a) nos dice que algunas fracciones de tierra en las colonias Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas fueron adquiridas en el sexenio  cardenista y que fueron comprados a los indios Miguel Bobadillo, Tules Gadea y Antonio Casasanero; y b) que varios servicios públicos: agua, luz, transporte, escuela rural, maquinaria, tierras de temporal y riego, etc., fueron resultado de la política indigenista del presidente Lázaro Cárdenas. En efecto, los datos que expone Méndez sobre el nacimiento de la Cuauhtémoc, se complementan con la información encontrada en el archivo agrario del pueblo y la historia oral. Ambas fuentes señalan que la Cuauhtémoc se formó en los años veinte y treinta, que nació a partir de la compraventa de lotes entre tetelcingas y la familia Del Valle, dueña de las tierras que estaban alrededor del pueblo. Cuenta la historia oral, que antes de la Revolución, el cacique Tomás del Valle,  acaparó la tierra de los antiguos mosiehualte, a través de la compraventa amañada, el alcohol y el hurto. Sin embargo, al estallar la Revolución, el Cacique huyó  a la Ciudad de México y su hijo, Francisco del Valle (Don Pancho), heredó las tierras de su padre. Y es Francisco del Valle quien vendió las tierras a los mosiehualte y éstos fundaron la colonia Cuauhtémoc. Por esta época (los años treinta), Don Pancho también vendió terrenos a campesinos de San Juan Tepecoculco, estado de México (alrededor de 250 ha.) y fundaron la actual colonia Santa Bárbara. Aunque esta colonia debe tratarse en otro apartado, porque nos conduce al plano de las relaciones INTERÉTNICAS, mientras que entre Tetelcingo y la Cuauhtémoc, hablamos de relaciones INTRAÉTNICAS. En general, podemos decir que, hasta los años cuarenta del siglo XX, Tetelcingo y las colonias Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas eran un solo pueblo, una sola planta, una unidad política. Nada los separaba, porque ni la Carretera federal existía, pues funcionaba la antigua Carretera  Cuautla-México. Sin embargo, la maquinaria colectiva otorgada por Cárdenas detonó la división política en el pueblo tetelcinga.   

 

En efecto, la DISCORDIA, la DIVISIÓN floreció a partir de los años cuarenta del siglo XX. ¿El motivo? La posesión o control de la maquinaria otorgada por el gobierno de Lázaro Cárdenas. Cuenta la historia oral, que la división entre los de arriba y los de abajo, inició en los años cuarenta. La causa que llevó a la lucha facciosa, fue el control del molino de nixtamal, donado por el presidente Cárdenas. El molino colectivo competía con el molino privado de la familia Tapia. Se sabe que el molino colectivo cobraba menos el kilo de masa molida, que el molino privado. Sin embargo, después de trece años de servicio, los Tapia controlaron también, el molino comunal. La familia Balón, que vivía en la parte de arriba, así como otras familias in situ, se opusieron al acaparamiento y la lucha comenzó. Llegaron hasta el enfrentamiento armado. Hubo un enfrentamiento armado entre indios, pero también, entre indios y la policía judicial y el ejército. El enfrentamiento terminó, según algunos testigos oculares, a principios de los cincuenta, al exiliarse algunos miembros de la familia Tapia y Balón. Finalmente, esta división se institucionalizó en el pueblo:  por un lado, los Casasanero y Galicia se unieron a los Tapia (Los de abajo)  y, por otro, los Martínez, Tecla y Tambonero se unieron a los Balón (Los de arriba). Así, quedaron instituidos los de ARRIBA y los de ABAJO. Durante los años cincuenta al setenta, la división se observaba en la elección de Ayudante. Para la elección se convocaba a elecciones y los de arriba y los de abajo presentaban planillas distintas. El candidato a la Ayudantía se elegía de dos formas: a) el que se autoproponía y formaba su “palomilla” o b) el candidato que era propuesto por la “palomilla”. Hasta 1982, los ayudantes no recibían ningún sueldo ni beneficio del Municipio. Sin embargo, el Ayudante obtenía algunos recursos económicos por mecanismos informales.[8]  En suma, el control de los bienes comunales llevó a la división política entre los indios de ARRIBA y los indios de ABAJO.

 

Más adelante, Tetelcingo padeció otra división, esta vez, comunitaria. Hasta antes de los años sesenta, Tetelcingo y la colonia Cuauhtémoc estaban físicamente juntos, sin embargo, a principios de los años cuarenta, quedaron separados por la construcción de la carretera federal Cuautla-México. La separación física no devino en una separación mental o política, seguían viviendo en comunidad.[9] Sin embargo, aparecieron dos conflictos que llevaron a la separación política comunitaria: la ronda y el agua. En el primero, el ayudante de Tetelcingo obligaba a los mosiehualte de la Cuauhtémoc a participar en la Ronda, pero ésta no recorría esa colonia. Entonces, los mosiehualte de la Cuauhtémoc condicionaron su participación al recorrido en la comunidad, pero la autoridad del pueblo la rechazó.  En el segundo, la distribución del agua potable motivó otro diferendo. El sistema de agua potable en Tetelcingo y la Cuauhtémoc se puso en marcha en 1936, por el gobierno cardenista. El agua se traía de un venero del pueblo de Pazulco, Yecapixtla. Para llegar a Tetelcingo, el agua tenía que pasar por un tinaco de la colonia Cuauhémoc. Los mosiehualte de Tetelcingo se quejaban de sus hermanos indígenas de la Cuauhtémoc, porque no distribuían equitativamente el agua. Ambos conflictos: la ronda y el agua, llevaron a los mosiehualte de la Cuauhtémoc a solicitar su independencia o separación política de Tetelcingo. De inmediato, el Municipio de Cuautla instituyó en Ayudantía a la colonia  Cuauhtémoc, en 1967. Desde este año, los hermanos mosiehualte de ambas comunidades, se han visto como enemigos políticos, unos más, otros menos y a la inversa. Pero sin duda, la división sólo ha tenido a un beneficiario  y una víctima, el primero es el Municipio de Cuautla, y la segunda son los indios de Tetelcingo y la Cuauhtémoc. A partir de aquí, la separación entre Tetelcingo y la Cuauhtémoc, ya no era solamente física, sino también política. Esta división llevó a ambas comunidades indígenas hermanas a luchas políticas que rayan en la fantasía. Por razones de espacio, sólo citaré un ejemplo. Un documento de archivo de la colonia Cuauhtémoc, oficio del Delegado X, en 1984, dirigido al presidente municipal de Cuautla, Alfonso Cerqueda Martínez, dice:  “Desde el ciclo de gobierno de 1973-1976 del C. Ignacio Guerra… dio a la Cuauhtémoc la categoría de Delegación municipal, autorizó que las obras de construcción en la comunidad, se pagaran en la Delegación…” Otro documento, pero de 1999, refrenda, la misma idea: “El presidente municipal de Cuautla, en el año 1997, nos arrebató la jerarquía de Delegación política y ofendió a todos al declarar Ayudantía municipal en la colonia Cuauhtémoc.” Incluso, varias  autoridades auxiliares de la Cuauhtémoc, han defendido, a capa y espada, su sello de Delegación municipal Cuauhtémoc. Esta defensa ha sido, jurídicamente, absurda. Primero, porque instituir una Ayudantía o Delegación municipal no es facultad del presidente del municipio, sino de la Ley que contenía las Bases normativas de los Municipios del Estado de Morelos: en ese entonces, establecía que los Delegados, Subdelegados y Ayudantes municipales eran auxiliares y designados por el Presidente municipal (Véase, artículo 26 y 27 de la LBNMEM, 1988).   Segundo, porque el Presidente municipal no puede autorizar a un Ayudante municipal  la tarea de recaudación de impuestos, en tanto que es materia del poder legislativo y ejecutivo de la entidad. Tercero, las colonias o ayudantías se rigen por la Ley municipal o Bando de policía y buen gobierno, no por la voluntad del presidente. En los Bandos de policía y buen gobierno de Municipio de Cuautla, Tetelcingo y la Cuauhtémoc, eran  autoridades auxiliares, ayudantes del presidente municipal, no otra cosa. Entonces, ¿por qué el Municipio ha autorizado un sello de Delegación municipal a la Cuauhtémoc? La respuesta es simple, porque el gobierno municipal sabe muy bien que esa figura es, jurídicamente,  inexistente, que no significa nada, y porque conviene al municipio que los indios se ocupen en cuestiones insignificantes y que, por ello, dejen de lado, el verdadero problema: las relaciones políticas locales que los someten y dominan. Por tanto, el conflicto por el control del agua y el deber de la ronda, DIVIDIERON (políticamente) a Tetelcingo y la Cuauhtémoc.

 

De todo lo expuesto, podemos decir que, durante cuarenta años (1940-1980), la crisis agraria en Tetelcingo se tradujo en una lucha por la recuperación de las tierras comunales. Paralelamente a este fenómeno, a nivel interno, el poblado se dividió políticamente, entre el grupo de los de arriba y el grupo de los de abajo, la causal de esta división fue el control de la maquinaria otorgada por Cárdenas. Más tarde, el pueblo vivió otra división más severa, la separación de la colonia Cuauhtémoc de Tetelcingo, por no llegar a un acuerdo sobre el deber de la ronda y la distribución equitativa del agua. Ambas divisiones fueron capitalizadas por el gobierno municipal de Cuautla. Las disputas favorecían al dominante (Cuautla) y perjudicaban al pueblo sometido, Tetelcingo. Mientras los indios actuaban políticamente divididos, el gobierno municipal diseñaba proyectos urbanos y económicos que iban a imponerse en los años ochenta, en territorio mosiehuale. Entonces, el enemigo a vencer no era el hermano, la hermana indígena, SINO el que sometía, explotaba, dominaba, sojuzgaba, es decir, la clase política dirigente y la clase económica dominante de Cuautla, los que han mantenido a los indios en la pobreza, la miseria y la desolación. Las  palabras de Las Casas, se revelaban verdaderas: La división beneficia al tirano, la UNIÓN impide la tiranía. 


Finalmente, no está demás decir que, en una demanda de interés común, los indios mosiehualte trascienden la división expuesta, porque actúan como un todo, en una fuerza común, tal y como pasó en la toma de las “tierras de Juan Barrales”, en 1974 o en la defensa del territorio o en la lucha por la municipalización….

 

Continuará…

 

Post data 1.  Además, opino que el territorio y la autonomía deben regresar a manos de los mosiehualte, por la fuerza, si es necesario.

 

Post data 2

El pasado domingo 26 de junio de los corrientes, el diputado federal, Gerardo Fernández Noroña visitó Tetelcingo, por la tarde. El trabajo parlamentario del diputado es, sin duda, excelente, es uno de los mejores oradores que ha defendido, desde la tribuna parlamentaria, a la Cuarta transformación, impulsada por el actual Presidente de la república. Sin embargo, desde mi punto de vista, el diputado federal está fuera de los candidatos fuertes que postulará Morena para la contienda electoral de 2024. Incluso, la batalla será solamente, entre: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.  

 

No obstante lo anterior, me parece importante que la actual Delegación política abra sus puertas a los candidatos de todos los partidos, para fomentar el diálogo público con los actores políticos. De esta manera, podremos reafirmar lo que ya sabemos: los políticos profesionales de los partidos políticos son unos oportunistas, sólo se acercan a la ciudadanía en tiempos de campaña, después desaparecen. Es el caso del Diputado Noroña. Si no fuera por la lucha por la candidatura presidencial, no hubiera estado en Tetelcingo. Además, fue lamentable que al final de su mitin,  dijera que no podía responder más de dos preguntas, porque a las 6 pm tenía que hacer su trasmisión digital. ¡Qué lamentable! Más que un diputado federal, se comportó como un Influencer, al estilo del ridículo Samuel García, gobernador de Nuevo León.  En este sentido, no entiendo como pretende reemplazar al “compañero Presidente”, si nada tiene que ver con el liderazgo de AMLO. Por otro lado, en su intervención, dejó entrever, que ignora el tema indígena. No planteó temas sustanciales sobre la relación entre el Estado y los pueblos indígenas. En resumen, la visita de Noroña al pueblo de indios fue fallida.

 

Finalmente, quisiera decir de paso, que la Delegación política de Tetelcingo debe tener más cuidado en la exposición de sus demandas a los representantes populares. El actual gobierno federal, terminó con los “moches” en el poder legislativo federal, es decir, los diputados ya no pueden atender proyectos sociales, como se hacía en el régimen priísta y prianista, porque su función es legislar.   Por tanto, pedirle a un representante popular que resuelva una obra pública está fuera de lugar. Las obras públicas y la municipalización de Tetelcingo, sólo será posible si los habitantes del territorio logran emanciparse.  

 

Post data.

Tiabe, tebe, tochihuas bieye topueblo  Teteltzincu. Inu Cachopi, inu Quixtiono, amo de tejuo, amo cuale itzontecu, amo queneque iyes topueblo Municipio. ¿Tlica amo quejneque? Ipampa  Quixtiono queneque miacte tomi, miacte centohuo. Queneque to tlole, queneque ibitz para tomandoros. Uo tejuotzi, noche tonenemes teporubejte, tetequete miacte, noche tunale, uo abeles te tlacuos nacatl, amo te tlacuos cuale.  ¿Tlica ijquehuo? ¡Ay! No nontzi, no tatzi, inu amo cuale. Cache cuale, tomacas ca inu Quixtiono que amo queneque iyes topueblo Municipio libre.

 

 

 

 

 



[1] Cfr. INEGI. Realidad, datos y espacio. En: Revista internacional de estadística y geografía, vol. 6, Núm. 3, septiembre-diciembre 2015. También, Cfr. Secretaría de la Reforma agraria, citada por: Rodrigo Díaz Cruz (1984). El rumor de Tetelcingo, [Tesis de licenciatura] Universidad Autónoma Metropolitana.

[2] Ibídem.

[3] Comité particular, ejecutivo agrario de Tetelcingo (1980). “Historia del poblado de Tetelcingo, antes Xochimilcatzingo y Zumpango”. Documento de archivo del pueblo de Tetelcingo.

[4] Cfr. Fray Bartolomé de las Casas. Historia de las indias. T. IV, España, 1876.

[5] El texto “Āmatlapohualistli de Don Lázaro Cárdenas” de Don Martín Méndez está escrito en mosiehualcupa y está traducido al inglés americano. Fue escrito en 1976-1977, a petición del lingüista americano Richard Saunders Pittman. Pittman vivió en Tetelcingo en 1940-1947. En  su estancia, estudió el mosiehualcupa, al final, redactó una tesis doctoral intitulada “A grammar of Tetelcingo (Morelos) náhuatl”, para la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos,  1954. Posteriormente, Pittman publicó otros trabajos científicos muy importantes sobre el náhuatl de la comunidad. El texto que aquí utilizamos de Ru (Don) Martín Méndez fue retomado de la página de otro destacado lingüista, David Tuggy, quien también vivió en el pueblo y estudió minuciosamente el mosiehualcupa. Recuerdo, que en mi época de estudiante universitario, consulté su tesis doctoral de Tuggy, en la biblioteca del Colegio de México, sobre la semántica en el náhuatl o mosiehualcupa. Ambos lingüistas han sido miembros del Instituto Lingüístico de Verano (ILV). En general, la producción científica del ILV ha sido muy importante para las ciencias de las lenguas amerindias. Por último, respetamos la escritura en náhuatl del texto de origen, pero hacemos nuestra propia traducción del mosiehualcupa al español mexicano. Cfr. Martín N. Méndez Huaxcuatitla. Āmatlapohualistli de Don Lázaro Cárdenas, En: David: H. Tuggy Turner, Scholar, consultado el 27 de junio de 2022 de https://bit.ly/3HUU1XT

[6] Martín N. Méndez Huaxcuatitla. Āmatlapohualistli de Don Lázaro Cárdenas, En: David: H. Tuggy Turner, Scholar, consultado el 27 de junio de 2022 de https://bit.ly/3HUU1XT

[7] Ibídem.

[8] Cfr. Rodrigo Díaz Cruz (1984). El rumor de Tetelcingo, [Tesis de licenciatura] Universidad Autónoma Metropolitana.

[9] Cfr. Ibídem.