Delegación política de Tetelcingo
(Parte III)
Ernesto Cera Tecla
La crisis agraria y política en Tetelcingo
Al finalizar el reparto agrario cardenista, México tenía una población
total de 19,653 552 habitantes; el estado de Morelos, 200,000; Cuautla, 18,066; Tetelcingo, 1300. Del
total de habitantes de Cuautla, 1,929 eran ejidatarios (de los nueve ejidos del
municipio), quienes poseían 10,622.73 ha. de tierra; cada ejidatario tenía, un
promedio, de 5.5 ha.[1] En
Tetelcingo, había 348 ejidatarios de tierras temporal y riego. Sin embargo, para
la década de los ochenta, la estructura demográfica cambió radicalmente: México
pasó a tener una población total de 66.8 millones de habitantes, dos veces más
que la de 1940; Morelos pasó a 900,000, Cuautla, 94,000 y Tetelcingo, 4,000 habitantes.
Observamos que el crecimiento poblacional en Cuautla fue tres veces más, al
pasar, en cuarenta años, de 18 mil a 94 mil habitantes.[2] Este
dato es relevante, porque nos dice que el campo entró una crisis más severa a
finales de los años sesenta y principios de los años ochenta. Y no es extraño. Así
lo expresamos en las reflexiones I y II (“Delegación
política…, parte I”, en: https://bit.ly/3xz1MOx y “Delegación
política…, parte II”, en: https://bit.ly/3tYg0Y3),
demostramos que la política económica del Sistema político autoritario, privilegió
a la agroindustria privada y abandonó la producción agrícola ejidal. El crecimiento
poblacional vino a agudizar el problema agrario, es decir, esas 5.5 ha. por
ejidatario en Cuautla de los años cuarenta, se minimizaron frente al abandono
del campo y al acelerado crecimiento poblacional de los años ochenta. La escasez
de la tierra llevó a los indios de Tetelcingo a exigir a los gobiernos, la RESTITUCIÓN de sus TIERRAS COMUNALES.
Los tetelcingas renacieron en la lucha por la tierra, en la segunda
mitad del siglo XX. La historia local es, dicen los mosiehualte, una historia
de sistemas de despojos. Y sí, la razón les asiste. En el documento “Historia
del poblado de Tetelcingo, antes Xochimilcatzingo y Zumpango”, del Comité
particular, ejecutivo agrario (1980), encontramos la voz de los indios
invisibles que clamaban justicia ante el Supremo poder.[3] Pero esa voz, fue como el sermón de Fray Antón
de Montesino en 1511, una voz Ego vox clamanti in deserto ("La voz
que clama en el desierto"). Esto es así, porque después del reparto agrario
cardenista, el pueblo quedó en el olvido entre 1940-1980. La dotación de tierras
de 1924 fue de 1270 ha. de temporal para 348 ejidatarios; de las 1270 ha. de
temporal, 150 ha. fueron destinadas al pastizal colectivo. Mientras que la
dotación automática de 1936, fue de 285 ha., 146 ha. de riego y 139 ha. de
temporal. Las dos dotaciones hicieron un total de 1555 ha. La segunda dotación fue, apenas, una tercera parte de las 670 ha., que los mosiehualte habían
solicitado a los gobiernos. Por ello, en 1958, volvieron a la lucha
política para recuperar sus tierras comunales; solicitaron, dice el documento,
una segunda ampliación ejidal. La solicitud se hizo el 29 de agosto de 1958,
pero los gobiernos negaron la “ampliación de ejidos, por no haber tierras
afectables dentro del radio legal de 7 kilómetros.” Este dictamen o resolución se publicó en el Diario
oficial del estado de Morelos, en 1960 y el Diario oficial de la federación, en
1967. Las resoluciones son altamente interesantes, porque el Régimen
autoritario, a favor de la agroindustria privada, estaba reconociendo,
implícitamente, que el territorio tetelcinga, comprendía 7 Km
a la redonda, sin embargo, negó o impidió que las tierras usurpadas por el
Ingenio “La abeja” de Casasano, Cuautla, Morelos, regresaran, por JUSTICIA, a
manos de los antiguos mosiehualte. Los indios no
claudicaron. En 1965, volvieron a solicitar la ampliación del ejido, es decir, en
Asamblea general, decidieron recuperar las tierras comunales. Sin
embargo, la Comisión agraria mixta, en contubernio con la institución de la
propiedad, el Catastro de Cuautla, permitieron la escrituración de las tierras usurpadas, que estaban en posesión de particulares. En la Reflexión
I, dijimos que el Sistema político autoritario modificó la ley sobre la
propiedad territorial para beneficiar a los empresarios agrícolas privados. Y
este fue el caso que vivieron los tetelcingas. Por ejemplo, el señor Juan Barrales Sánchez,
dueño del Ingenio “La abeja” de Casasano, escrituró sus tierras usurpadas y obtuvo un Certificado
de “inafectabilidad”. En otras palabras, la ley del Sistema político corrupto,
legalizó la usurpación de las tierras de los antiguos indios y amparó
al usurpador, al empresario agrícola, Juan Barrales. Ante este abuso, los mosiehualte se reunieron nuevamente en Asamblea general y decidieron tomar las tierras,
por la fuerza, es decir, por invasión u ocupación. Pero al tercer día, fueron
desalojados por la Policía judicial federal y el Ejército mexicano. En la
negociación, las autoridades convencieron a los indios, para que dejarán la vía
“ilegal” y optaran por la “vía legal”, por la vía de la Restitución. Los
mosiehualte aceptaron la propuesta. Sin embargo, después del Viam
Crusis administrativo, la Comisión agraria mixta, dio a conocer su
dictamen, el 28 de junio de 1977: “se declara improcedente la restitución de
tierras solicitada por campesinos del poblado de Tetelcingo, por no existir
propiedades afectables.” Esta resolución fue una loza que aplastaba las
aspiraciones de los mosiehualte: la recuperación de sus tierras comunales.
Los indios habían entendido que la vía legal estaba cancelada, que la palabra
REVOLUCIÓN (utilizada como sinónimo de justicia social), pregonada por los gobiernos priístas,
estaba hueca, vacía, porque ellos habían hecho todo conforme a derecho,
conforme a las leyes vigentes y, sin embargo, su grito de JUSTICIA, había sido una voz Ego vox clamanti in
deserto. Había sido un grito de JUSTICIA en el desierto. Al final,
los mosiehualte, recularon, pero no para claudicar, sino para
reagruparse y preparar la siguiente batalla: la lucha por el control del territorio
y por la independencia política del pueblo de Tetelcingo, es decir, la municipalización.
Más adelante regresaremos a este punto.
La división,
una estrategia política
En distintas etapas de la historia, la división política se ha utilizado,
intencionalmente, como estrategia de sometimiento o dominación. Hace algún
tiempo, leíamos las Obras completas de Fray Bartolomé de las Casas: “Historia
de las indias” y entendimos que la caída del Imperio mexica, no había sido resultado
de la “guerra de conquista” de Hernán Cortés y sus huestes, sino de la rebelión
de más de cincuentas pueblos indios, motivados y controlados por el invasor. El
defensor de los indios, De las Casas, dice lo siguiente: Cortés se alegró de
encontrar en territorio Mexica, unos Señores (gobernantes) enemigos de otros,
para realizar sus propósitos y pensamientos. Agrega: se alegraba de las
discordias que tenían y si no las tenían, procuraba que las tuvieran, porque al
estar divididos era más fácil sojuzgar a los unos y a los otros. Porque si
estuvieran juntos y de acuerdo, no podrían sojuzgarlos ni tiranizarlos. Y
remata: lo que Cortés buscaba, era sojuzgar y tiranizar, pues él no era juez de
jure (derecho) ni de facto (hecho), antes, estaba obligado a considerar
que cada uno de esos señores (gobernantes) eran justos dueños y señores de sus
tierras, pues el derecho y la razón les asistía.[4] En efecto, Cortés aprovechó la disputa que había
entre pueblos y donde había paz, promovía la discordia o división. Su papel de
juez fue ilegal e ilegítima, porque no era juez ni de derecho ni de hecho.
En fin, Cortés sometió a los pueblos sembrando la DIVISIÓN, la DISCORDIA. La
DIVISIÓN POLÍTICA en un pueblo o entre pueblos, solo beneficia al tirano que
somete, domina, humilla o explota. Contrariamente, un pueblo UNIDO, un pueblo
en un solo cuerpo no pueden ser juzgado ni tiranizado, por nadie.
La división política en Tetelcingo
Mientras el pueblo luchaba por sus tierras comunales, en el exterior; al
interior, se libraban las primeras batallas entre grupos
políticos facciosos. Veamos el origen de estas disputas. El presidente de la
república, Lázaro Cárdenas (1934-1940), visitó Tetelcingo en 1936. Don Martín Méndez,
indio mosiehuale, narra aquella visita, en el texto escrito en mosiehualcupa
“Āmatlapohualistli de Don Lázaro Cárdenas” (“Historia escrita
de Don Lázaro Cárdenas”).[5] Dice Méndez:
“Ipa inu tiempo… totlajtojcā Cárdenas... oquivisitāro topueblo de māsiehualte. Ye cuaquinu naja niyeya de
tlajtohuani ipa topueblo… Belis otiyejyeya quiemi a las diez de ca isi cuac
naja niyehuataya ipa āmāyetl ixpa
ayudantía, cuac sa de repiente oniquijtac sente quixtiyāno ohualāya ca notlac,
de tejāno, de pantalo, hua de chaquieta. Naja amo onicchi cāso de yaja. Naja
nicseguiro niyehuatica ipa inu āmāyetl. Por fin omopacho notlac hua
oniechtlajpalo. Nuyijqui naja onictlajpalo, pero niyehuatica. Ye cuaquinuju
oniechilfi inu quixtiyāno, -¿Amo tiniechixomate? Naja oniquilfi, Amo, Señor. Yaja
oniechilfi, Naja niPresidente de la República, Lázaro Cárdenas. Ye cuaquinuju
onoquetstiquis hua onitieilfi ca en
castilla, -Señor Presidente ¡perdóneme! No le conocía…”[6]
“En ese tiempo, el líder o dirigente Cárdenas
visitó nuestro pueblo mosiehualte. En ese entonces, yo, era autoridad (ayudante)
del pueblo. Ese día, alrededor de las diez de la mañana, estaba sentado bajo el
amate, frente a la ayudantía. De repente, vi a un mestizo fuereño que se
dirigía hacia mí, de tejana, pantalón y saco. No le di importancia. Seguí
sentado bajo el amate. Luego, se acercó y me saludó. También lo saludé, pero seguí
sentado. Entonces me dijo el mestizo fuereño, -¿no me conoces? Yo, le contesté,
-No señor. Me dijo, “-Yo soy el Presidente de la República, Lázaro Cárdenas. Al
escuchar esas palabras, me paré de golpe y le dije en castellano, -Señor
Presidente, ¡perdóneme! No le conocía.”
Ru Marti Méndez ca tiehua Xohuānajtzi hua imichpuch Eusebia
(Don Martín Méndez con su esposa Doña Juana y su hija Eusebia) David
Tuggy.
Después de esa visita, el Presidente de
México se hizo amigo de la comunidad Tetelcinga. En el pueblo mosiehuale
quedó una profunda huella de la política agraria e indigenista del cardenismo.
Fue, dice Pancho Riatas, otro cantar. Ru Martín Méndez, describe los
beneficios sociales que Lázaro Cárdenas aportó al pueblo: “Desde ipa inun
tunali que nenojnunutsac, Cárdenas otieilfijtie… que ipa quiejquich tunalte
quihualtitlanis el Coronel del Río ca sente sementera de turo hua sente vāca,
ocsente sementera de chivos, hua ocsente sementera de pitsome. Pos melāhuac. Ipa
quiejquich tunalte ohuala Coronel del Río ca sente camión lalibis bieyi cāni
quihualicaya inu yulcāme tli oquijtojtie Cárdenas… Sātiepa…
asico Profesor Uranga, Lic. Genaro Vázquez ca Ingeniero Juan Soto, ca iorden del Señor
Presidente Don Lázaro Cárdenas. Sanima opiejqui tejtequiti. Sanima
oquinutsqui Comisariado. Cuac inuju oyeya yaja Carrillo. Profesor Uranga sanima oquicu tlāli de Miguel
Bobalillo. Nuyijqui oquicu tlāli de Tules Gadea. Quiplantārojqui miyac tareas de
alāxoxcuajme ipa inu campo de Mātaliyu. Oquichijchijqui unte calme, sente para
sente motor eléctrico… Nuyijqui oquitiemacaqui sente camiyu de carga... Profesor
Uranga omonunutz ica Casasaniero, Ru Antonio, hua oquicubili ocsente tlāli. Oquicubili
aproximada mente como 26 tareas. Pero ininānca tareas de tlāli omoxiexelo para
tli cachi porubejte. Oquitlālijqui
nuyijqui sente internado de agricultura. Oquitlālijqui sente cañería desde
Pasolco asta alāxox cuajcamac. Oquixiexelojqui tlāli de riego..., tractores,
molinos…”[7]
El texto de Ru Martín Méndez nos comparte algunas ideas trascendentes para la historia de Tetelcingo. Por ahora, sólo señalaré dos: a) nos dice que algunas fracciones de tierra en las colonias Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas fueron adquiridas en el sexenio cardenista y que fueron comprados a los indios Miguel Bobadillo, Tules Gadea y Antonio Casasanero; y b) que varios servicios públicos: agua, luz, transporte, escuela rural, maquinaria, tierras de temporal y riego, etc., fueron resultado de la política indigenista del presidente Lázaro Cárdenas. En efecto, los datos que expone Méndez sobre el nacimiento de la Cuauhtémoc, se complementan con la información encontrada en el archivo agrario del pueblo y la historia oral. Ambas fuentes señalan que la Cuauhtémoc se formó en los años veinte y treinta, que nació a partir de la compraventa de lotes entre tetelcingas y la familia Del Valle, dueña de las tierras que estaban alrededor del pueblo. Cuenta la historia oral, que antes de la Revolución, el cacique Tomás del Valle, acaparó la tierra de los antiguos mosiehualte, a través de la compraventa amañada, el alcohol y el hurto. Sin embargo, al estallar la Revolución, el Cacique huyó a la Ciudad de México y su hijo, Francisco del Valle (Don Pancho), heredó las tierras de su padre. Y es Francisco del Valle quien vendió las tierras a los mosiehualte y éstos fundaron la colonia Cuauhtémoc. Por esta época (los años treinta), Don Pancho también vendió terrenos a campesinos de San Juan Tepecoculco, estado de México (alrededor de 250 ha.) y fundaron la actual colonia Santa Bárbara. Aunque esta colonia debe tratarse en otro apartado, porque nos conduce al plano de las relaciones INTERÉTNICAS, mientras que entre Tetelcingo y la Cuauhtémoc, hablamos de relaciones INTRAÉTNICAS. En general, podemos decir que, hasta los años cuarenta del siglo XX, Tetelcingo y las colonias Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas eran un solo pueblo, una sola planta, una unidad política. Nada los separaba, porque ni la Carretera federal existía, pues funcionaba la antigua Carretera Cuautla-México. Sin embargo, la maquinaria colectiva otorgada por Cárdenas detonó la división política en el pueblo tetelcinga.
En efecto, la
DISCORDIA, la DIVISIÓN floreció a partir de los años cuarenta del siglo XX. ¿El motivo? La
posesión o control de la maquinaria otorgada por el gobierno
de Lázaro Cárdenas. Cuenta la historia oral, que la división entre los de arriba y
los de abajo, inició en los años cuarenta. La causa que llevó a la lucha facciosa, fue el
control del molino de nixtamal, donado por el presidente Cárdenas. El molino
colectivo competía con el molino privado de la familia Tapia. Se sabe que el molino
colectivo cobraba menos el kilo de masa molida, que el molino privado. Sin embargo, después de trece años
de servicio, los Tapia controlaron también, el molino comunal. La familia Balón, que
vivía en la parte de arriba, así como otras familias in situ, se opusieron al
acaparamiento y la lucha comenzó. Llegaron hasta el enfrentamiento armado. Hubo
un enfrentamiento armado entre indios, pero también, entre indios y la policía
judicial y el ejército. El enfrentamiento terminó, según algunos testigos
oculares, a principios de los cincuenta, al exiliarse algunos miembros de la familia Tapia y Balón. Finalmente,
esta división se institucionalizó en el pueblo: por un lado, los Casasanero y Galicia se
unieron a los Tapia (Los de abajo) y, por otro, los Martínez, Tecla y Tambonero
se unieron a los Balón (Los de arriba). Así, quedaron instituidos los de
ARRIBA y los de ABAJO. Durante los años cincuenta al setenta, la división se
observaba en la elección de Ayudante. Para la elección se
convocaba a elecciones y los de arriba y los de abajo presentaban
planillas distintas. El candidato a la Ayudantía se elegía de dos formas: a) el
que se autoproponía y formaba su “palomilla” o b) el candidato que era propuesto
por la “palomilla”. Hasta 1982, los ayudantes no recibían ningún sueldo ni
beneficio del Municipio. Sin embargo, el Ayudante obtenía algunos recursos
económicos por mecanismos informales.[8] En suma, el control de los bienes comunales
llevó a la división política entre los indios de ARRIBA y los indios de ABAJO.
Más adelante, Tetelcingo padeció otra división, esta vez, comunitaria. Hasta
antes de los años sesenta, Tetelcingo y la colonia Cuauhtémoc estaban físicamente juntos,
sin embargo, a principios de los años cuarenta, quedaron separados por la
construcción de la carretera federal Cuautla-México. La separación física no
devino en una separación mental o política, seguían viviendo en comunidad.[9] Sin
embargo, aparecieron dos conflictos que llevaron a la separación política comunitaria:
la ronda y el agua. En el primero, el ayudante de Tetelcingo
obligaba a los mosiehualte de la Cuauhtémoc a participar en la Ronda,
pero ésta no recorría esa colonia. Entonces, los mosiehualte de la Cuauhtémoc
condicionaron su participación al recorrido en la comunidad, pero la autoridad del
pueblo la rechazó. En el segundo, la
distribución del agua potable motivó otro diferendo. El sistema de agua potable
en Tetelcingo y la Cuauhtémoc se puso en marcha en 1936, por el gobierno cardenista.
El agua se traía de un venero del pueblo de Pazulco, Yecapixtla. Para llegar a
Tetelcingo, el agua tenía que pasar por un tinaco de la colonia Cuauhémoc. Los
mosiehualte de Tetelcingo se quejaban de sus hermanos indígenas de la Cuauhtémoc, porque no distribuían equitativamente el agua. Ambos conflictos: la ronda y el agua,
llevaron a los mosiehualte de la Cuauhtémoc a solicitar su independencia o separación política de Tetelcingo. De inmediato, el Municipio de Cuautla instituyó en Ayudantía a
la colonia Cuauhtémoc, en 1967. Desde
este año, los hermanos mosiehualte de ambas comunidades, se han visto como enemigos
políticos, unos más, otros menos y a la inversa. Pero sin duda, la división sólo
ha tenido a un beneficiario y una víctima,
el primero es el Municipio de Cuautla, y la segunda son los indios de
Tetelcingo y la Cuauhtémoc. A partir de aquí, la separación entre Tetelcingo y la
Cuauhtémoc, ya no era solamente física, sino también política. Esta división llevó a ambas comunidades indígenas hermanas a luchas políticas que rayan en la fantasía. Por razones de espacio, sólo citaré
un ejemplo. Un documento de archivo de la colonia Cuauhtémoc, oficio del Delegado X, en 1984, dirigido
al presidente municipal de Cuautla, Alfonso Cerqueda Martínez, dice: “Desde el
ciclo de gobierno de 1973-1976 del C. Ignacio Guerra… dio a la Cuauhtémoc la
categoría de Delegación municipal, autorizó que las obras de construcción en la
comunidad, se pagaran en la Delegación…” Otro documento, pero de
1999, refrenda, la misma idea: “El presidente
municipal de Cuautla, en el año 1997, nos arrebató la jerarquía de Delegación
política y ofendió a todos al declarar Ayudantía municipal en la colonia
Cuauhtémoc.” Incluso, varias autoridades auxiliares de la Cuauhtémoc, han defendido, a capa y espada, su sello de Delegación municipal
Cuauhtémoc. Esta defensa ha sido, jurídicamente, absurda. Primero, porque instituir una Ayudantía o Delegación municipal no es facultad del presidente del municipio, sino de la Ley que contenía las Bases normativas de los Municipios del Estado de Morelos: en ese entonces, establecía que los Delegados, Subdelegados y Ayudantes municipales eran auxiliares y designados por el Presidente municipal (Véase, artículo 26 y 27 de la LBNMEM, 1988). Segundo, porque el
Presidente municipal no puede autorizar a un Ayudante municipal la tarea de recaudación de impuestos, en tanto que es materia del poder legislativo y ejecutivo de la
entidad. Tercero, las colonias o ayudantías se rigen por la Ley municipal
o Bando de policía y buen gobierno, no por la voluntad del presidente. En los Bandos de policía y buen gobierno de Municipio de Cuautla, Tetelcingo y la Cuauhtémoc, eran autoridades auxiliares, ayudantes del presidente municipal, no otra cosa. Entonces, ¿por qué el Municipio ha autorizado un sello de Delegación municipal a la Cuauhtémoc? La respuesta es simple, porque el gobierno municipal sabe muy bien que esa figura es, jurídicamente, inexistente, que no significa nada, y porque conviene al municipio que los indios se ocupen en cuestiones insignificantes y que, por ello, dejen de lado, el verdadero problema: las relaciones políticas locales que los someten y dominan. Por tanto, el conflicto por el control del agua
y el deber de la ronda, DIVIDIERON (políticamente) a Tetelcingo y la Cuauhtémoc.
De todo lo expuesto, podemos decir que, durante cuarenta años (1940-1980), la crisis agraria en Tetelcingo se tradujo en una lucha por la recuperación de las tierras comunales. Paralelamente a este fenómeno, a nivel interno, el poblado se dividió políticamente, entre el grupo de los de arriba y el grupo de los de abajo, la causal de esta división fue el control de la maquinaria otorgada por Cárdenas. Más tarde, el pueblo vivió otra división más severa, la separación de la colonia Cuauhtémoc de Tetelcingo, por no llegar a un acuerdo sobre el deber de la ronda y la distribución equitativa del agua. Ambas divisiones fueron capitalizadas por el gobierno municipal de Cuautla. Las disputas favorecían al dominante (Cuautla) y perjudicaban al pueblo sometido, Tetelcingo. Mientras los indios actuaban políticamente divididos, el gobierno municipal diseñaba proyectos urbanos y económicos que iban a imponerse en los años ochenta, en territorio mosiehuale. Entonces, el enemigo a vencer no era el hermano, la hermana indígena, SINO el que sometía, explotaba, dominaba, sojuzgaba, es decir, la clase política dirigente y la clase económica dominante de Cuautla, los que han mantenido a los indios en la pobreza, la miseria y la desolación. Las palabras de Las Casas, se revelaban verdaderas: La división beneficia al tirano, la UNIÓN impide la tiranía.
Finalmente, no está demás decir que, en una demanda de interés común, los indios mosiehualte
trascienden la división expuesta, porque actúan como un todo, en una fuerza común,
tal y como pasó en la toma de las “tierras de Juan Barrales”, en 1974 o en la defensa del territorio o en la lucha
por la municipalización….
Continuará…
Post data 1. Además,
opino que el territorio y la autonomía deben regresar a manos de los
mosiehualte, por la fuerza, si es necesario.
Post data 2
El pasado domingo 26 de junio de los corrientes, el diputado federal, Gerardo
Fernández Noroña visitó Tetelcingo, por la tarde. El trabajo parlamentario del
diputado es, sin duda, excelente, es uno de los mejores oradores que ha
defendido, desde la tribuna parlamentaria, a la Cuarta transformación, impulsada
por el actual Presidente de la república. Sin embargo, desde mi punto de vista,
el diputado federal está fuera de los candidatos fuertes que postulará Morena
para la contienda electoral de 2024. Incluso, la batalla será solamente, entre:
Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.
No obstante lo anterior, me parece importante que la actual Delegación
política abra sus puertas a los candidatos de todos los partidos, para fomentar
el diálogo público con los actores políticos. De esta manera, podremos reafirmar
lo que ya sabemos: los políticos profesionales de los partidos políticos son
unos oportunistas, sólo se acercan a la ciudadanía en tiempos de campaña,
después desaparecen. Es el caso del Diputado Noroña. Si no fuera por la lucha por
la candidatura presidencial, no hubiera estado en Tetelcingo. Además, fue
lamentable que al final de su mitin, dijera
que no podía responder más de dos preguntas, porque a las 6 pm tenía que hacer
su trasmisión digital. ¡Qué lamentable! Más que un diputado federal, se comportó
como un Influencer, al estilo del ridículo Samuel García, gobernador de
Nuevo León. En este sentido, no entiendo
como pretende reemplazar al “compañero Presidente”, si nada tiene que ver con
el liderazgo de AMLO. Por otro lado, en su intervención, dejó entrever, que
ignora el tema indígena. No planteó temas sustanciales sobre la relación entre
el Estado y los pueblos indígenas. En resumen, la visita de Noroña al pueblo de
indios fue fallida.
Finalmente, quisiera decir de paso, que la Delegación política de Tetelcingo debe tener
más cuidado en la exposición de sus demandas a los representantes populares. El
actual gobierno federal, terminó con los “moches” en el poder legislativo
federal, es decir, los diputados ya no pueden atender proyectos sociales, como se hacía
en el régimen priísta y prianista, porque su función es legislar. Por
tanto, pedirle a un representante popular que resuelva una obra pública está
fuera de lugar. Las obras públicas y la municipalización de Tetelcingo, sólo
será posible si los habitantes del territorio logran emanciparse.
Post data.
Tiabe, tebe, tochihuas bieye topueblo Teteltzincu. Inu Cachopi, inu Quixtiono, amo
de tejuo, amo cuale itzontecu, amo queneque iyes topueblo Municipio. ¿Tlica amo
quejneque? Ipampa Quixtiono queneque
miacte tomi, miacte centohuo. Queneque to tlole, queneque ibitz para
tomandoros. Uo tejuotzi, noche tonenemes teporubejte, tetequete miacte, noche
tunale, uo abeles te tlacuos nacatl, amo te tlacuos cuale. ¿Tlica ijquehuo? ¡Ay! No nontzi, no tatzi, inu
amo cuale. Cache cuale, tomacas ca inu Quixtiono que amo queneque iyes topueblo
Municipio libre.
[1] Cfr.
INEGI. Realidad, datos y espacio. En: Revista internacional de
estadística y geografía, vol. 6, Núm. 3, septiembre-diciembre 2015.
También, Cfr. Secretaría de la Reforma agraria, citada
por: Rodrigo Díaz Cruz (1984). El rumor de Tetelcingo, [Tesis de
licenciatura] Universidad Autónoma Metropolitana.
[2] Ibídem.
[3]
Comité particular, ejecutivo agrario de Tetelcingo (1980). “Historia del
poblado de Tetelcingo, antes Xochimilcatzingo y Zumpango”. Documento de
archivo del pueblo de Tetelcingo.
[4] Cfr.
Fray Bartolomé de las Casas. Historia de las indias. T. IV,
España, 1876.
[5] El texto “Āmatlapohualistli de Don Lázaro
Cárdenas” de Don Martín Méndez está escrito en mosiehualcupa y
está traducido al inglés americano. Fue escrito en 1976-1977, a petición
del lingüista americano Richard Saunders Pittman. Pittman vivió en Tetelcingo en
1940-1947. En su estancia, estudió el mosiehualcupa,
al final, redactó una tesis doctoral intitulada “A grammar of Tetelcingo
(Morelos) náhuatl”, para la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, 1954. Posteriormente, Pittman publicó otros
trabajos científicos muy importantes sobre el náhuatl de la comunidad. El texto
que aquí utilizamos de Ru (Don) Martín Méndez fue retomado de la página de otro
destacado lingüista, David Tuggy, quien también vivió en el pueblo y estudió
minuciosamente el mosiehualcupa. Recuerdo, que en mi época de estudiante
universitario, consulté su tesis doctoral de Tuggy, en la biblioteca del
Colegio de México, sobre la semántica en el náhuatl o mosiehualcupa. Ambos
lingüistas han sido miembros del Instituto Lingüístico de Verano (ILV). En
general, la producción científica del ILV ha sido muy importante para las ciencias
de las lenguas amerindias. Por último, respetamos la escritura en náhuatl del
texto de origen, pero hacemos nuestra propia traducción del mosiehualcupa
al español mexicano. Cfr. Martín N. Méndez Huaxcuatitla. Āmatlapohualistli
de Don Lázaro Cárdenas, En: David: H. Tuggy Turner, Scholar, consultado
el 27 de junio de 2022 de https://bit.ly/3HUU1XT
[6] Martín N. Méndez Huaxcuatitla. Āmatlapohualistli
de Don Lázaro Cárdenas, En: David: H. Tuggy Turner, Scholar, consultado
el 27 de junio de 2022 de https://bit.ly/3HUU1XT
[7]
Ibídem.
[8]
Cfr. Rodrigo Díaz Cruz (1984). El rumor de Tetelcingo, [Tesis de
licenciatura] Universidad Autónoma Metropolitana.
[9]
Cfr. Ibídem.