miércoles, 22 de noviembre de 2023

 

El conflicto lingüístico en

México

“El pueblo que quiere ser libre lo será. El poder de los poderosos es débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos.”

Miguel Hidalgo y Costilla, “El Zorro”.   


Ru Erniesto Xiela Tetla “Ernesto Cera Tecla”

 

Introducción

Desde el régimen colonial hasta nuestros días, la política lingüística  en México ha tenido una sola preocupación: imponer el español sobre las lenguas originarias. Esta ideología lingüística ha jugado un papel fundamental en el desplazamiento de las lenguas dominadas y en la construcción de la cultura colectiva del país. La ideología lingüística ha tenido diferentes formas discursivas a lo largo de la historia de nuestro país: segregación, asimilación, incorporación e integración.

                    

El multilingüísmo

Entre el año 300 y 700 de nuestra era, la región mesoamericana se caracterizaba por una situación de multilingüísmo: en el centro de México se hablaban el náhuatl y lenguas de la familia otopame. En el Istmo de Tehuantepec, lenguas de la familia mixe; sobre el golfo de México, lenguas de la familia yutoazteca; al oriente del Istmo, lenguas de la familia maya. En la Sierra Madre Oriental, entre lo que hoy es el norte de Puebla y Veracruz, lenguas de la familia totonaca-nahua y hacia el oriente de la sierra, lenguas huastecas.[1]

 

Esta situación de multilingüísmo perduró hasta el florecimiento cultural, político y económico del pueblo mexica. En la época mexica, la clase dirigente impulsó una política de formación de escribanos e intérpretes en lengua náhualt para atender las funciones administrativas, económicas, políticas y culturales. Las más de cien lenguas indígenas representaban un obstáculo para el ejercicio del poder.[2]  Desde entonces, la lengua de los dominantes, el náhuatl, ya funcionaba como lengua franca: lengua de estatus y prestigio social en toda la región controlada.[3]  

 

Niña mosiehualteca. Tetelcingo, 1940.

La segregación lingüística

Dos años después de la caída del gobierno mexica, llegaron los sacerdotes (franciscanos) a la Nueva España con el fin de “civilizar” a los indios. La política colonial de civilización tenía como base las leyes de indias (compiladas en las Leyes de Burgos) promulgadas en 1512, que planteaba salvar las almas de los indios a través de dos procesos: la cristianización y la castellanización. El primer proceso tenía como propósito construir la unidad religiosa y el segundo, la unidad lingüística.  

 

Ambos procesos  los unía una característica: enseñar la religión y la lengua de castilla mediante el castigo, la prisión y la muerte. En el ámbito religioso, por ejemplo, el 30 de noviembre de 1539, la Santa Inquisición condenó a la hoguera a Carlos Ometochtzin, sobrino de Nezahualcoyotl,[4]  porque daba culto a sus antiguos Dioses.[5]

 

En las primeras décadas del siglo XVI, la tarea de “civilización” estuvo a cargo de los encomenderos,[6] sin embargo, en 1542 Bartolomé de las Casas los denunció ante el Consejo de Indias por no cumplir con el espíritu de las Leyes de Burgos. En consecuencia, Carlos V dejó la tarea en manos de los sacerdotes.

 

En ese mismo año, los evangelizadores propusieron que la lengua náhuatl fuera el instrumento de comunicación en la evangelización, la delimitación de la propiedad territorial y el funcionamiento de la administración y fiscalización. La Corona aceptó, pero en 1550, Carlos V reculó y emitió una real cédula para ordenar la enseñanza del castellano, prohibiendo tajantemente la enseñanza del náhuatl.

La disposición legal regia no fue bien acogida por los sacerdotes. Al contrario, durante las dos décadas subsecuentes, insistieron en el uso del náhuatl antes que la lengua de Castilla. Produjeron textos sobre lenguas indígenas: más de ochenta gramáticas. La primera gramática náhuatl fue escrita en 1547 por Andrés de Olmos. 

 

Por la inconformidad de los sacerdotes, en 1570, la Corona reconoció al náhuatl como lengua oficial de los indios.[7] En 1590,  Felipe II ordenó a la Real y Pontificia Universidad de México,   la instalación de cátedras en náhuatl y otomí.[8] Esta disposición fue efímera porque en el mismo año, la enseñanza del español se hizo obligatoria para los niños indios y en 1596 se prohibió el uso de la lengua materna a los indios en general. Los indios que no cumplían esta ordenanza del Consejo de Indias eran castigados como delincuentes.[9]

 

Topónimo de Tetelcingo "Atrás del pedregal".

Durante los primeros treinta años del siglo XVII, predominó la disposición de Felipe IV, es decir, la concepción de la lengua castellana como la lengua de conquista espiritual. Carlos II asumió también el segregacionismo. En 1693 reforzó el programa de enseñanza de la lengua de castilla y ordenó que los funcionarios civiles vigilaran el proceso. La política lingüística perduró hasta finales del siglo XVIII. Los colonizadores pensaban que la obligatoriedad del idioma castellano en los indios traería no sólo el adelanto de la fe sino también el progreso en el cultivo de sus tierras, la cría de ganados, el comercio, el entendimiento con sus superiores, el cuidado de su casa, el amor a las personas y las relaciones sociales con civilidad.[10]

 

La asimilación lingüística

La segregación lingüística de los indios no terminó necesariamente con la independencia de México. En 1833 los liberales, a través del vicepresidente Valentín Gómez Farías, llevaron a cabo la primera reforma educativa.  En el mismo año, el ideólogo de los liberales, José María Luis Mora, propuso: “la introducción del español en el programa educativo antes que el latín”.[11] 

 

Un año después, la reforma educativa de los liberales fue suspendida cuando Antonio López de Santa Anna llegó al poder en 1834. La ideología conservadora reemplazó a la liberal. Bajo la perspectiva conservadora, en 1835 un grupo de políticos (entre ellos Lucas Alamán) propuso la creación de la Academia de la Lengua para corregir la decadencia del castellano. Destacaron las siguientes tareas:

1)            Conservar la pureza del castellano.

2)            Fomentar la impresión y distribución de los clásicos.

3)            Proporcionar un diccionario de hispanoamericanismos legítimos.

El grupo organizador propuso que el director de dicha academia fuera un exmiembro de la Real Academia de la Lengua de Madrid y se pidió que modelara la Academia Mexicana según la institución española.[12] El proyecto no prosperó.

 

Al regresar Santa Anna al poder en 1842, estableció un sistema público de instrucción primaria para difundir la enseñanza del idioma nacional. En 1854 volvió a emitir una ley para rescatar el proyecto de la Academia de la Lengua. Otra vez, quedó en mera pretensión.

 

La Academia Mexicana de la Lengua, por fin fue fundada en 1875 y estuvo a cargo Joaquín García Icazbalceta. Uno de los primeros trabajos de la institución se intituló: “Diferencias regionales del español y los mexicanismos.[13] En ese mismo momento, las lenguas indígenas recobraron cierto interés en algunos grupos de intelectuales, motivando la reedición de las antiguas gramáticas elaboradas en la colonia.[14]

 

En resumen, en el siglo XIX fueron claras dos visiones sobre política del lenguaje: los liberales proponían que los indios asimilaran sus lenguas a la lengua nacional, mientras los conservadores proponían que los indios hablaran su lengua materna y no la lengua nacional. Ambas propuestas tenían como base una modalidad más de segregación lingüística: ambos grupos políticos no aceptaban la diversidad cultural y lingüística, al contrario, la concebían como un obstáculo para el “progreso” del país. 

           

La incorporación lingüística

A principios del siglo XX, la tesis del relativismo cultural de Boas era ya difundida en México por Moisés Saenz. La tesis sostenía que las culturas indígenas ya no tendrían que ser asimiladas a la sociedad mexicana, sino incorporarlas al proyecto nacional. Esta idea sirvió de base al proyecto de educación rural impulsado por José Vasconcelos, responsable de la Secretaría de Educación Pública en el gobierno de Álvaro Obregón. Aun cuando Vasconcelos reconocía en general la tesis antropológica, no aceptaba la propuesta de que las lenguas indígenas podían funcionar como instrumentos de enseñanza. Al contrario, suponía que las lenguas indígenas deberían ser sustituidas por el español: porque el idioma español pertenecía a una de las razas más ilustres del mundo.[15] Desde esta visión de mundo, sin importar las características socioculturales del país, propuso una educación nacional de incorporación.  Así, Vasconcelos privilegió la construcción de una escuela en cada pueblo, sobre todo donde había una población bilingüe (lengua indígena-español). Por tanto, niños indios y mestizos deberían recibir la misma educación en la misma lengua: la lengua nacional.[16] 

 

 La integración lingüística

En el periodo cardenista nació una propuesta educativa para los pueblos indígenas, distinta a la vasconcelista: la educación bilingüe. La alternativa fue planteada por el lingüista William Cameron Townsed, fundador del Instituto Lingüístico de Verano, y los lingüistas y antropólogos Norman MacQuown, Julio Henry y Mauricio Swadesh. Desde sus propios espacios propusieron sustituir la enseñanza del español a través del método directo por la enseñanza del español mediante el uso de la lengua materna y el español como segunda lengua (el bilingüísmo): los niños recibirían primero los conocimientos básicos del lenguaje y la alfabetización en la lengua materna y después la enseñanza del idioma nacional. Las lenguas indígenas se convirtieron en instrumentos para la expresión de los pensamientos y las emociones de quienes las hablaban  y como vehículo hacia el aprendizaje del idioma nacional. Desde esta perspectiva, niños indios y mestizos, podían utilizar sus lenguas o variedades lingüísticas en la enseñanza, pero con el fin de integrarse a la nación.

           

a) La re-incorporación lengüística

En la década de los cuarenta el programa de integración entró en una crisis ante la nueva política nacional. El presidente, Manuel Ávila Camacho, modificó el artículo tercero constitucional y nombró a Octavio Vejar Vásquez Secretario de Educación Pública, quien rescató de los escombros el proyecto vasconcelista: la educación nacional de incorporación. Propuesta demolida por especialistas de la lingüística y la antropología en 1939. Contra la opinión de los científicos sociales, Vejar creó el Departamento de Misiones Culturales en 1943. Éste departamento desarrolló el proyecto de alfabetización al interior del Plan de Seis Años para la Educación Pública.

 

Molino de Nixtamal de la familia Cheru "Cherón" de Tetelcingo.

b) La integración lingüística por regiones de refugio

El arribo de Miguel Alemán a la presidencia en 1946, implicó modificar los presupuestos de la educación destinada a los pueblos indígenas. Una de las nuevas propuestas fue la creación del Instituto Nacional Indigenista (INI), el 10 de noviembre de 1948, impulsada por Antonio Caso.[17] Edificado el  INI, los indigenistas rechazaron la concepción de la comunidad como foco central de los problemas de desarrollo. Más bien, enfocaron sus programas a la región porque la economía indígena dependía de una ciudad mercado, núcleo por lo general, de una región en que tanto indios y mestizos dependían en varios aspectos de esa comunidad urbana central, nacionalmente orientada.[18] Desde esta perspectiva, los indigenistas no solamente introdujeron la alfabetización y el idioma nacional, sino también propusieron el uso de la lengua materna en el trabajo escolar. El objetivo de estos procesos consistía en la integración de los pueblos indígenas a la región y la nación.

 

Más tarde, en la década de los sesenta, la Secretaría de Educación Pública ratificó la educación bilingüe. Estableció que los maestros bilingües deberían introducir la lectura y escritura en lenguas indígenas antes de alfabetizar en idioma nacional.

 

c) La integración lingüística nacional: la educación bilingüe bicultural

En la década de los setenta, la tarea de la educación indígena seguía en la mesa de discusión entre los diversos sectores sociales. En el primer lustro, al celebrarse el Primer Congreso de Pueblos Indígenas, los maestros bilingües se pronunciaron por la educación bilingüe como un derecho propio. En 1978 se fundó la Dirección General de Educación Indígena (DGEI) en la SEP que planteaba entre sus programas de trabajo, la castellanización en preescolar y la educación bilingüe. En respuesta, se constituyó la Asociación Nacional de Profesionales Indígenas Bilingües (ANPIBAC) que se pronunció por una educación indígena bilingüe-bicultural. Para 1983, los profesores indígenas ocuparon no pocos espacios en la DGEI y desde allí desarrollaron programas de educación bilingüe-bicultural. Esta propuesta planteaba la utilización de las propias lenguas indígenas en la enseñanza, con el objeto de alcanzar el aprendizaje del idioma nacional y que el contenido de esta educación fuera bicultural: que incluyera elementos de la cultura propia del educando y de la cultura nacional. Sin embargo, en los hechos, los propios maestros y grupos éticos rechazaban la educación bilingüe-bicultural. A cambio demandaban una educación monolingüe y monocultural español.[19]

 

Integración lingüística  y educación intercultural

A finales de la década de los ochenta, primeros años del neoliberalismo en México, la educación indígena se encontraba en un impasse, producto del fuerte repliegue económico e ideológico del  Estado mexicano. La educación bilingüe-bicultural fue cuestionada después de sus resultados casi nulos en una década de operación. Se cuestionaba que la planificación lingüística era dictada desde las cúpulas burocráticas estatales y ajenas a la acción directa y organizada de las comunidades hablantes y que además, la política del lenguaje se desarrollaba como en el pasado, en función del imperio de la unidad y homogeneidad nacional.[20]  Dado que el único idioma válido, legal y oficial para todos los trámites constitucionales era el español. Persistía la discriminación en contra de los idiomas y de los patrones culturales de los grupos indígenas de México.

 

Esta situación de impasse a principios de los noventa,  fue acompañada por: a) la reforma al artículo 4º constitucional, aprobado en 1992, que reconoció el carácter multicultural y multilingüe de la nación, b) el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal y su carácter decentralizador, y b) la insurrección del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, que trajo a relucir el conflicto social que viven los pueblos indígenas y la necesidad de formular un nuevo proyecto nacional, con una nueva constitución política que revise en su conjunto cuál es el futuro de la nación y dentro de ella el papel de los pueblos indios dentro del Estado-nación.[21]

 

En particular, la insurrección del EZLN aceleró la discusión pública sobre la educación bilingüe intercultural.  De esta discusión surgieron dos visiones de mundo, por un lado, los que sostenían que la educación debería ser exclusiva para indígenas y dirigida por indígenas, y por otro, quienes sostenían que el sistema educativo debería asumir la articulación de la pluralidad cultural y lingüística del país.

 

En agosto de 2004, el gobierno federal retomó la primera propuesta y puso en marcha la primera Universidad Intercultural en San Felipe del Progreso, Estado de México. El financiamiento fue compartido con el gobierno del Estado de México. La universidad fue contradictoria porque por una parte, el gobierno foxista y la derecha, obstaculizaron la aprobación de los Acuerdos de San Andrés, y por otro, aprobó un proyecto de educación superior intercultural vacío de legitimidad. La universidad intercultural respondió a intereses grupos de indígenas y no indígenas simpatizantes del Partido Acción Nacional, que al reconocimiento de la diversidad cultural, lingüística y étnica de México.

 

Después del sexenio de Fox, Felipe Calderón (2006-2012), Enrique Peña Nieto (2012-2018) y ahora, Andrés Manuel López Obrador (2018-2023), el conflicto lingüístico no ha cambiado en nada. Tiene la misma tendencia. Las lenguas originarias están en un proceso acelerado de desplazamiento y extinción, el español se impone como lengua dominante sobre las lenguas indígenas dominadas. Ni el “Humanismo mexicano”, ni la “Nueva escuela mexicana han tenido una mínima incidencia en el desplazamiento y extinción de las lenguas nativas. A un año del sexenio del presidente Obrador, el subsistema de educación indígena y las políticas públicas orientadas a los pueblos indígenas sólo han sido paliativos, no soluciones profundas de las etnias de México como unidades culturales. El Instituto Nacional de Pueblos Indígenas ha terminado en una caricatura más, es decir, terminó en la misma burocracia indígena del pasado que sólo ha estado para legitimar el poder de la supuesta Cuarta transformación. En México, el conflicto lingüístico persiste y debe revertirse.

 

El conflicto lingüístico puede combatirse desde la escuela, porque ésta tiene un papel privilegiado en la formación, recrea nuestra cultura nacional, refrenda las aspiraciones históricas de justicia y solidaridad, privilegia la democracia, los derechos humanos y, SOBRE TODO, podría fomentar el pluralismo cultural, lingüístico y étnico.[22]

 

Conclusión

De la época colonial a la actualidad, los diferentes grupos políticos y gobiernos han mostrado un desprecio, abandono y olvido hacia la diversidad cultural, étnica y lingüística   de México. Aún sobrevive una ideología conservadora y liberal (enmascarada de humanismo mexicano) que consideran a las comunidades lingüísticas indígenas como obstáculos para la “modernización” y la “mundialización”. El gobierno actual es incapaz de concebir a los pueblos mesoamericanos como instancias reales de resistencia cultural y lingüística frente a la política económica liberal y mundialización de la cultura. Los dominantes no quieren entender que el conflicto lingüístico debe detenerse, que la sociedad debe fundarse en la diferencia. La sociedad de iguales pero diferentes sólo será posible en la medida que las instituciones formadoras del “ser social” finquen sus bases en la diversidad cultural, étnica y lingüística de sus pueblos.

 

 Muchas felicidades  a todos los mosiehualte valientes que no entienden la política como subordinación o servilismo al Municipio de Cuautla, el mismo que aplasta, que explota, que oprime, empobrece y sujeta, sino que prefieren vivir en la independencia, la libertad, la justicia y dignidad de su persona y su pueblo. 

 

"Libertad, autonomía, justicia y usos y costumbres" 

 



 "Vox nostra non clamantis in deserto, nostra clamantis in civitas mosiehulateca".

¡TETELCINGO, Municipio Libre! 

"Nuestra voz no clama en el desierto, clama en nuestro pueblo mosiehualteca".

¡TETELCINGO, Municipio Libre! 

 

 


 

Oxon quiema, ma mochihua, ma motequepanu. 

Ijquehuo queneque to tatzi, to nontzi. 

¡No tata, tona...!

"Ahora sí, que se haga, que pase como es nuestra costumbre,

así lo quieren nuestros dioses de la dualidad: nuestro padre, nuestra madre...

¡Oh, nuestro Dios y Diosa Sol!

 

 

 

Milanés, P. (22-11-2023). Por qué (Yo vi la sangre de un niño bortar) [Video]. You Tube. Tomado de:  https://tinyurl.com/5mu6kzt5

Puebla, C. [Cuba]. (22-11-2023). Hasta siempre comandante [Video]. You Tube. Tomado de:   https://tinyurl.com/2p9ff8sc

 

 



[1] Cfr. MANRIQUE, Castañeda  Leonardo. Pasado y presente de las lenguas autóctonas de México, en: DEMONTE Violeta, GARZA Cuarón Beatriz, et. al. Estudios de lingüística de España y México, COLMEX, México, 1990. P. 397.

[2] En el siglo XVI los españoles registraron aproximadamente 124 lenguas autóctonas. Cfr. CUEVAS, Mariano. Historia de la iglesia en México,  V tomos, México, 1926. T. I. Pp. 35-37.

[3] FLORES, Farfán José Antonio. Cuatreros somos y toindioma hablamos, Faculteit der Letteren, Universiteit van Ámsterdam, México 1995. P. 9.

[4] Cfr. KOBAYASHI, Munehiro. De la manera en que nuestros antepasados vivieron, vivamos, procesos inquisitoriales de tres indios texcocanos en 1530,  en: CERVANTES, Mayán (Coord.). Mesoamérica y Los Andes, SEP-CIESAS, México, 1996. Pp.  533-555.

[5] LEÓN-Portilla, Miguel. Los franciscanos vistos por el hombre náhuatl, UNAM, México 1985, Pp. 37-40. Este proceso judicial estuvo a cargo del obispo Juan de Zumárraga y como intérpretes  del náhuatl-español Alonso de Molina y Bernardino de Sahagún.

[6] Administradores españoles que tenían derecho a los servicios personales de los indios.

[7] BRICE, Heath, Shirley. La política del lenguaje en México, INI, México 1978. P. 53.

[8] AGUIRRE, Beltrán Gonzalo. Lenguas vernáculas, CIESAS, México 1983. P. 42.

[9] Cfr. BAUDOT, Georges. La vida cotidiana en la América española en tiempos de Felipe II, Siglo XVI, FCE, México, 1983. P. 123.

[10] Cfr. ZAVALA, Silvio. Poder y lenguaje desde el siglo XVI, en: GARZA, Cuarón Beatriz (Coord.). Políticas lingüísticas en México, La Jornada/UNAM, México, 1997. P. 71.

[11] Citado por BRICE, Heath, Shirley. La política del lenguaje en México, Op. Cit. P. 105.

[12] Marzo 22, 1835, Circular de la Secretaría de Relaciones, número 1535, Legislación mexicana: colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la independencia de la república, Recop. Manuel Dublán y José María Lozano, 19 tomos, México, 1876, T. III, 35-36.

[13] Cf. BRICE, Heath, Shirley. La política del lenguaje en México, Op. Cit. P. 118.

[14] Cfr. AGUIRRE, Beltrán Gonzalo. Lenguas vernáculas, Op.Cit. P. 210. 

[15] Cfr. VASCONCELOS, José.  La raza cósmica: Misión de la raza iberoamericana, México, 1948.

[16] Cfr. GASTÓN, Bénédict. La enseñanza de las lenguas vivas por el método directo progresivo,  Trad. Juvencio López Vázquez, México, 1953. Pp. 15-30.

[17] Cfr. AGUIRRE, Beltrán Gonzalo. Teoría y práctica, INI, México, 1955.

[18] Cfr. BRICE, Heath, Shirley. La política del lenguaje en México, Op. Cit. P.203.

[19] ACEVEDO, Conde María Luisa. Políticas lingüísticas en México de los años cuarenta a la fecha, en: GARZA, Cuarón Beatriz (Coord.). Políticas lingüísticas en México, La Jornada/UNAM, México, 1997. Pp. 191-203.

[20] Cfr. FLORES, Farfán José Antonio. Cuatreros somos y toindioma hablamos, Op.Cit. P. 10.

[21] NAHMAD, Salomón. Impactos de la reforma al artículo 4º constitucional sobre la política lingüística, en: GARZA, Cuarón Beatriz (Coord.) Políticas lingüísticas en México, Op. Cit. Pp. 109-131.

[22] Cfr. DE LA PEÑA, Guillermo. Educación y cultura en el México del siglo XX, en: LATAPÍ, Sarre Pablo   (Coord.). Un siglo de educación en México, FCE, T. I.,  México 1998. Pp. 82.