jueves, 23 de junio de 2022

 

Delegación política de Tetelcingo

(Parte II)

Ernesto Cera Tecla

Tetelcingo, sujeto a Cuautla, en los años setenta

En la década de los setenta del siglo pasado, Cuautla acaparaba el producto agrícola de los indios de Tetelcingo. Para ese periodo, México tenía una población total de 48.2 millones de habitantes; el estado de Morelos, 600 mil habitantes; Cuautla, 59,000 habitantes; Tetelcingo tenía un total de 3,338 habitantes indígenas: el pueblo, 2560, colonia Cuauhtémoc, 669 y colonia Lázaro Cárdenas 112. Las tres comunidades indígenas todavía no participaban en el fenómeno migratorio, los indios subempleados, desempleados (generalmente, indios sin tierra), se ocupaban o subocupaban en el ingenio azucarero de Casasano u ofrecían su fuerza de trabajo, en el mercado de Cuautla.[1] También, había campesinos sin tierra que eran ocupados eventualmente, por los indios ejidatarios, aquellos mosiehualte que fueron beneficiados en las dotaciones de tierra de 1924 (por Álvaro Obregón) y 1938 (por Lázaro Cárdenas del Río). Vimos en la primera parte de esta reflexión (Delegación política de Tetelcingo, parte I, en: https://bit.ly/3xz1MOx) que, según las mediciones de pobreza y distribución del ingreso, en el “milagro mexicano”, el pobre vivía con 200 pesos al mes y el rico, con 50 mil pesos. En Tetelcingo se vivía una realidad más crítica. El ingreso de los indios campesinos sin tierra (la mayoría de la población) era de 150 pesos al mes. El gasto del jefe de familia, diariamente, era de $3.00. En algunas familias, las mujeres ayudaban al esposo en el gasto familiar, vendiendo tortillas en el mercado de Cuautla o revendiendo granos o frutas y verduras, en el comercio ambulante. Por esta pobreza y desigualdad social, la alimentación no era nutritiva, ni suficiente. En general, los indios tenían dos comidas, la primera de 4 a siete de la mañana (café, té o atole; tortillas, memelas, picadas o salsas) y la segunda después de la seis de la tarde (nuevamente, tortillas, memelas, picadas o salsas). De vez en cuando, el jueves, degustaban una comida tradicional  (“Caldo de buey”) o fines de semana, degustaban un pedazo de carne (porque los sábados “mataban marrano”) o algo de pozole con carne de puerco (por la vendimia tradicional sabatina).  Según un reporte de la época, la mayoría de la población infantil estaba desnutrida y anémica. Padecían raquitismo y parásitos intestinales. Constantemente padecían enfermedades hídricas, además de tos, gripe y calentura. Se registraban casos de anemia en tercer grado.[2] O sea, la justicia de la Revolución, pregonada por los gobiernos priístas, nunca había llegado a este pueblo de indios. Lo más curioso, es que el poblado estaba, al pie de la segunda ciudad más importante del estado de Morelos: Cuautla. O mejor dicho, era parte de la ciudad de Cuautla, la más beneficiada de la riqueza agrícola producida en el territorio teteltzinca, pero que el gobierno municipal y estatal, nunca permitieron que llegara, siquiera una parte, de esa riqueza, producida por el campesinado mestizo pobre, los indios con tierra y los indios sin tierra.

 

A pesar del abandono del campo, por parte del sistema político autoritario, Tetelcingo (junto a los ocho  ejidos del municipio) tenía, en los años setenta, una importante producción agrícola: esta producción era ofertada al mercado de la ciudad de Cuautla. En promedio, los indios de Tetelcingo producían: maíz de riego, 2,500 kg. por ha, maíz de temporal, 1,500 kg. por ha; frijol de riego, 1,500 kg. por ha; frijol de temporal 800 kg. por ha; jitomate de riego hasta 5,000 kg. por ha; jitomate de temporal 2,000 kg. por ha; cacahuate de 1,200 a 1,700 kg. por ha.  Si sumamos el porcentaje por hectárea en todo el territorio tetelcinga, la producción agrícola total se hacía sumamente relevante. El mercado de estos productos agrícolas era, principalmente, el Municipio de Cuautla, eventualmente, la ciudad de Cuernavaca y ciudad de México. El porcentaje de consumo familiar era el siguiente: 60% para el maíz, 10% para el frijol, 0% en cacahuate, 10% para jitomate; el resto de la producción se ofertaba al mercado local.[3] Esta importante producción agrícola era producto de la fuerza de trabajo de los indios mosiehualte con parcelas ejidales y los indios campesinos sin tierra, además de los indios campesinos inmigrantes (estigmatizados como “Guajaquitos”), provenientes, fundamentalmente, de los estados de Guerrero, Oaxaca y Puebla.  En resumen, los OLVIDADOS y MARGINADOS, los indios de Tetelcingo y los indios inmigrantes, aportaban su fuerza física de trabajo para alimentar, en gran parte, a los habitantes del municipio de Cuautla. Por ello, resulta altamente lamentable e inaceptable, que el OTRO (mestizos, blancos) y el DOMINANTE (la clase rica y dirigente de Cuautla), los estigmaticen de flojos, ignorantes, machistas, borrachos y MENORES DE EDAD, sin capacidad para autogobernarse.


Tanque de agua de Tetelcingo, 1966.

En el mismo orden de ideas, podemos decir que, para la época, Tetelcingo había sido menospreciado, históricamente, por los gobiernos municipales de Cuautla. A finales del siglo XIX, en 1884, un turista francés visitó el municipio. En el apartado “Le vraie mexicain” (“El verdadero mexicano”) dice: “el verdadero mexicano es el indio”. Esto es así, porque según los datos del francés, México tenía un total de 10 millones de habitantes, 7.5 millones de indios y el resto de gachupines, criollos y mestizos.[4] El mismo viajero dice sobre el municipio: “Cuautla est la principale ville de l’Étal de Morélos; le nom vient de Quauhtli… —Notre train passe à travers les rués où je vois des maisons coquettes à côté des cases indiennes en adobe…  Après la sieste —nous passons le reste de la journée à parcourir la ville, à visiter les églises, les monuments et à présenter nos devoirs aux autorités locales. Le soir, illumination générale, feux d’artifice— et aguacero en notre honneur.”  “Cuautla es la principal ciudad del estado de Morelos; el nombre deriva de Quauhtli. -El tren pasa por las calles, veo casas alegres, a lado de casas indias en adobe… Después de un descanso -pasamos el resto del día en recorrer la ciudad, visitamos las iglesias, los monumentos y presentamos nuestros asuntos a las autoridades locales. La noche, iluminación general, fuegos artificiales- y aguacero en nuestro honor.”[5]  El viajero francés nos confirma que, para finales del siglo XIX, Cuautla era la ciudad más importante del estado de Morelos y sin duda, así era, porque no olvidemos que en la región se encontraban los ingenios más productivos del centro del país. También nos dice que, para ese entonces, las calles estaban alumbradas, es decir, la ciudad de Cuautla ya gozaba de ciertos servicios públicos. En fin, Cuautla, era la ciudad capital del estado de Morelos, aunque para hacendados, extranjeros y trabajadores burócratas mestizos del municipio, no para el “peonaje” o la “indiada”.

 

Veinte años después del mismo siglo, en 1904-1906, la realidad política, social y económica era la misma. Domínguez Quintanar, médico queretano, también visitó Cuautla y nos dice, entre otras cosas, lo siguiente:  Cuautla tiene calles amplias y rectas, están bien empedradas, tiene banquetas de laja marmórea; las casas son de un solo piso; tiene un conjunto de edificios: el palacio de los poderes municipales, la escuela de niñas y una finca de propiedad particular; la finca es propiedad de Félix Díaz, sobrino del presidente de México, Porfirio Díaz; tiene tres hoteles: el Hotel Morelos, el Hotel francés y el ubicado en calle Galeana. Tiene una escuela municipal de niñas y otra de niños. El gobierno federal destina a la educación pública, $91, 830. 45 y en el estado de Morelos: $44,063.35. La instrucción primaria elemental es OBLIGATORIA, según la Ley orgánica de la Instrucción pública de 1904. Por su parte, las “buenas familias” (burguesía) de Cuautla, tienen, para distraerse, un teatro construido en 1889, con fondos del erario municipal, en la calle 2 de mayo y una plaza de toros, al pie de las ruinas del ingenio de Buena Vista. Además, tiene un hospital civil.[6] Según el Jefe político (de la municipalidad), en ese entonces, Agustín Muñoz de Cote, las escuelas y el hospital civil estaban a cargo del gobierno del estado, mientras que la policía y el alumbrado, de la municipalidad. El municipio tenía un ingreso mensual de 3,500 pesos y era destinado para los servicios públicos. En pocas palabras, los beneficios de la segunda república se quedaban, en parte, en la ciudad y clase rica de Cuautla, no en los pueblos indios o el campesinado mestizo y pobre, perteneciente a la municipalidad.

 

De igual manera, Domínguez Quintanar nos habla de la composición social de Cuautla: la clase burguesa, la “clase ínfima” o baja y el peonaje o los indios. Antes de describir la composición social, recordemos que para principios del siglo XX, el país tenía, según el tercer censo de población, 15,160,369 habitantes; el estado de Morelos, a juzgar de Plancarte y Navarrete, 146, 444 habitantes; Cuautla, conforme a Solís, 6,269 habitantes y Tetelcingo, 1,100 habitantes.[7] En el estado de Morelos se hablaba, agrega Plancarte y Navarrete, la lengua náhuatl o mexicano. En el Distrito de Cuautla municipalidad de la cabecera, se hablaba en Tetelcingo y, un poco, en Cuautlixco. El total de hablantes de náhuatl en la entidad era de 26,566, “cifra muy debajo de la verdadera”, dice el Dr. Plancarte y Navarrete.[8] En efecto, los pueblos indios de Morelos eran, prácticamente, monolingüe náhuatl. Volvamos a Domínguez. En Cuautla, vivían, esencialmente, dos clases sociales, la burguesía y la clase baja. En la burguesía, los varones usaban chaqueta, pantalón ajustado a las piernas, recios zapatones y sobrero hongo o jarano; eran de carácter duro y en ocasiones, altaneros; las señoras y señoritas pasaban la vida en sus casas, utilizaban telas de bajo precio, reboso o chal y sujetaban el cabello con peinetas y horquillas de fantasía. En la clase baja o pueblo bajo, los hombres eran de carácter huraño y alzado; repugnaban el servilismo, carecían de instrucción en el arte de servir, eran malos y torpes en el desempeño de sus actividades; los varones usaban un ancho calzón de manta, camisa de lo mismo, zapatones de banqueta, un pañuelo de lino o de seda tendido de la cintura al vientre y sobre la enmarañada cabeza el enorme chilapeño de paja. Este populacho cuautlense tiene el vicio del juego (billar) y embriaguez (pulque y aguardiente). Las mujeres de esta clase social usan enaguas de tela de algodón hasta los tobillos, un reboso de colores, calzado, aretes de plata, aretes de coral o cosa parecida y anillos con piedras falsas en los dedos.

 

De los dos grupos sociales descritos por Domínguez, hay que agregar a la “Colonia extranjera” y a la clase social no baja, sino la del sótano: los indios o el lumpen.[9]  Según García, en el régimen porfirista, la ley de colonización, autorizaba al gobierno, promover la inmigración extranjera, otorgando ciertos privilegios a los inmigrantes. Entre otros privilegios, ofrecía a los colonos: “… à très bas prix et à long terme une étendue déterminée de terrain remboursable par annuités à partir de la seconde année de son établissement, il est dispensé du service militaire, et durant dix ans, du paiement de toute contribution…; les vivres, les instruments aratoires, l'ouatillage, les matériaux de construction, les meubles, les bêtes de somme;-'le bétail, destinés à son usage sont exempts de droits d'introduction…” “… a muy bajo costo y a largo plazo una determinada extensión de tierra, pagable por rentas vitalicias, a partir del segundo año de su establecimiento, estaban exentos del servicio militar, y por diez años, del pago de cualquier impuesto; en alimentos, implementos agrícolas, herramientas, materiales de construcción, muebles, animales de carga; el ganado destinado a su uso están exentos de derechos de importación…”[10]  Es sabido que esta política porfirista buscaba “mejorar la raza”, desindianizar a México. Pero esta Ley no sólo beneficiaba a los extranjeros europeos, sino también a potentados blancos mexicanos. En el fondo, se había legalizado o autorizado el despojo de las tierras comunales de los indios, porque, el régimen de Juárez, ya había anulado la propiedad comunal. Y entonces, se permitía el asentamiento de los colonos en cualquier parte de la tierra comunal del país. En esta lógica, se estableció la Tercera colonia denominada “Porfirio Díaz”, en el Distrito de Cuautla, estado de Morelos, con 101 colonos mexicanos y 14 italianos. Estos se ocupaban, según el texto que seguimos, de la cultura del maíz, frijol, arroz y sandía.[11] Lo anterior, coincide con lo expuesto por Domínguez sobre la población extranjera: en Cuautla también habitan extranjeros: está compuesto de varias nacionalidades, en su mayoría españoles, franceses y norteamericanos. Los españoles y francese forman parte de los burgueses nativos; los terceros llegan por las aguas termales o el clima tibio, sobre todo, en invierno.[12] Respeto a los indios, Domínguez, no los describe directamente, sino de manera indirecta. En la descripción de la iglesia Señor del pueblo, dice: hay una pequeña capilla que los lugareños llaman la Gualupita…, en el fondo está la virgen india…, no hay indígena que por allí pase que no entre a santiguarse[13]  Y en el apartado de El pueblo nos dice: En la feria del Señor del pueblo, concurren gentes de las villas y haciendas circunvecinas, en lo general, gente pobre, los peones de labor…, en realidad son bien miserables y de escaso valor…[14] En conclusión, además de la clase burguesa y clase “ínfima” o baja de Cuautla, también estaban los COLONOS  extranjeros y mexicanos (que eran parte de la burguesía nativa cuautlense), pero además estaba el lumpen, es decir, la clase más pobre entre los pobres: el peonaje y los indios sujetos a las haciendas, como era el caso de los indios de Tetelcingo.

 

Hemos hecho el recuento anterior, para demostrar que el municipio de Cuautla ha sido, desde 1829,[15]  es decir, desde hace 173 años, el beneficiario del presupuesto federal y estatal. Vimos que, a finales del siglo XIX y principios del XX, Cuautla tenía servicios públicos: un hospital, dos escuelas elementales, alumbrado público, policía, sistema de agua, entre otros. Dichos servicios públicos eran cubiertos por el presupuesto federal, estatal y por las contribuciones de todos los habitantes y pueblos del municipio.  Sin embargo, setenta años después, cincuenta años después de la Revolución del sur, Tetelcingo, seguía careciendo de los servicios básicos. Veamos sólo algunos ejemplos para ilustrar el sojuzgamiento. Para la comunicación, los indios podían trasladarse en camión, burro, caballo, bicicleta o a pie. Para la información, usaban tres altavoces de corneta (colgadas en los árboles) localizados en las tres cantinas del pueblo. La comunidad no tenía un sistema de agua potable, en su lugar, tenía lavaderos públicos, utilizados por todas las mujeres; cuando escaseaba el agua, las mujeres lavaban en la “barranca”.[16] Junto a los lavaderos y el “tanque”, había una toma de agua con tres llaves que servía para abastecer a todo el pueblo, cuando escaseaba, tenían que conseguirla en la colonia indígena vecina o en el fraccionamiento de Brisas.  A pesar de que ya había pasado la "bonanza capitalista porfirista" y el “milagro mexicano”, Tetelcingo tenía sólo una escuela primaria en pésimas condiciones. Su matrícula era de 200 alumnos, muchos de los niños, no asistían por la pobreza de sus familias y los que asistían faltaban con frecuencia, porque ayudaban a sus padres en el campo o cuidaban a sus hermanos menores en casa. El nivel terminal más alto era 4° de primaria. Los indios carecían de una escuela secundaria, la que ahora existe, telesecundaria “Ignacio Allende”, la fundó el sacerdote católico del pueblo, el americano Patricio Dillon, un extranjero, no un mexicano, no el municipio, ni el gobernador, ni la federación. Incluso, inició sus actividades escolares en el atrio de la principal iglesia del pueblo y el terreno que hoy ocupa no fue donado por los ejidatarios, ni por el municipio ni por otra autoridad pública, sino por el mismo sacerdote humanista: el Padre Dilo (como dicen los indios).  Las tres comunidades indígenas (Tetelcingo, Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas) carecían de centros de atención médica, en casos de emergencia, los indios se trasladaban al Centro de salud del Seguro social o a una clínica particular, o, en su defecto, se morían por enfermedades curables. En la misma época, en la comunidad hubo una epidemia local de chicnches y piojos.  El pueblo indio no tenía luz eléctrica, sino lámparas de petróleo y velas. La mayoría de las familias carecía de sanitarios, las necesidades fisiológicas se hacían en el corral, en la maleza; para asearse usaban piedras, palos, hojas de hierba, olotes, entre otros.  La mayoría de los indios dormían en un cuarto común: en un petate se acostaban las mujeres, y en otro, los hombres, los niños y niñas podían dormir juntos (además, en las noches, el cuarto podía compartirse con gallinas, guajolotes, pollos, etc.).[17] La educación sexual varonil no se adquiría en la familia o la escuela, sino en "Los toros" del pueblo,* cantinas, casas de cita o zonas de tolerancia de Cuautla. No había educación sexual de padres a hijos, los padres evitaban hablar de sexualidad con los hijos. El sexo y la sexualidad eran, como otros temas, un tabú.  Y así, podemos seguir ilustrando el sojuzgamiento de un pueblo indio CULTO (por su base cultural milenaria) y TRABAJADOR, por parte del municipio explotador. En definitiva, hasta los años setenta del siglo pasado, Tetelcingo estaba sometido a relaciones de colonialismo interno, es decir, a una relación de dominación de un pueblo sobre otro pueblo, la dominación y sujeción de Cuautla hacia el pueblo de Tetelcingo.

 

A manera de conclusión de la Parte II, comparto una cita del Dr. Domínguez. El médico nos dice que al caminar por los claustros del monumento a San Diego, en Cuautla, imaginó: “-¡Cuánta diferencia, entre la paz que se respira en este paisaje divino y el tétrico suceso (de conquista). Allá, en aquellos días en que se encontraron sobre este suelo…, dos pueblos de aspiraciones encontradas: el uno, el español, con resabios medioevales y tendencia al dominio en el terreno de su conquista; el otro, el indígena sediento de libertad y con hambre de llamar suya la tierra en que vio la luz; el uno, engreído de su poder y fuerza; el otro, aunque débil, respirando alientos de emancipación y gloria y con su alma irritada contra la opresión y la servidumbre: los robustos descendientes de Cortés y los hijos de Cuauhtémoc otra vez frente a frente disputando con encarnizamiento la preciada presa.”[18] Excelente descripción del Dr. Domínguez. Nuestro único señalamiento es el siguiente: esa “paz que se respira en este paisaje divino”, todavía no llega a Tetelcingo,  hoy, en junio de 2022, siguen vigentes las aspiraciones encontradas entre el pueblo dominante de Cuautla y pueblo dominado de Tetelcingo, ya no entre los hijos de Cortés y Cuauhtémoc, ni entre mestizos e indios, sino entre el pueblo de inmigrantes y el pueblo de nativos. Sin duda, los inmigrantes no son un problema en Cuautla, al contrario, han sido una población importante que ha participado en el crecimiento económico y cultural. De hecho, los mosiehualte, desde la época precolombina, han sabido vivir en la diversidad cultural, étnica y lingüística. En los últimos años, los indios de Tetelcingo han refrendado la vida social fundada en esa diversidad. El problema es, sin embargo, el que ha generado una fracción, un grupo faccioso de políticos profesionales (y empresarios voraces) inmigrantes de Cuautla. Este grupo faccioso es el generador de conflicto, el que busca, por todos los medios, que los tetelcingas no ejerzan su derecho a gobernarse libremente, a través del MUNICIPIO LIBRE.

Continuará…

 

Post data 1. Además, opino que el territorio y la autonomía deben regresar a manos de los mosiehualte, por la fuerza, si es necesario.

 

Post data 2. Les comparto el tema “Juan sin tierra” del cantor chileno Víctor Jara: https://bit.ly/3HKjymA

 

Post data 3. Mosiehualte, noche mosiehualte, tlocame uo sohuome: ma mochihua to pueblo bieye, ma mochihua “municipio libre”. Ijquehuo queneque tobiebentzetzi, totajtle, tonontle, tonohualte, tonontzi, to Reus. Inu Quixtiono, inu Tlotlocatzi, inu Cachopi de Cuojtlo, amo de neco, amo de tejuo uo queneque tomandorus. Inu amo cuale, ¿quiene ijquehuo? Ma mochihua bieye to pueblo.

 

Ma mochihua, ma motequepanu, no tata tona…

 

  



[1] El mercado de Cuautla refería a la concentración de campesinos sin tierra, locales y migrantes (conocidos despectivamente como “Guajaquitos”) que ofertaban su fuerza física a los campesinos productores de la región. Los contratos laborales se hacían por día, de las cuatro a las siete de la mañana.  El jornal de trabajo era de 8 a 9 horas. No pocos indios de Tetelcingo iban a ofrecer al mercado su fuerza de trabajo.

[2] Cfr. Susana Colorado González (1966).  “La familia, investigación psicodinámica de cinco familias en la comunidad de San Nicolas Tetelcingo, Morelos.” [Tesis de licenciatura] Universidad Nacional Autónoma de México.

De paso, quisiera compartir mi experiencia sobre este tema de salud, porque mi infancia correspondió a la década de los setenta. Recuerdo que, en una ocasión, mi madre, india tetelcinga, Choletzi Tetla, me llevó al médico, con el Dr. Eliseo Estrada, en Ozumba estado de México. Me llevó por un problema de “paperas” (parotiditis), sin embargo, el médico, también me diagnosticó anemia y desnutrición. Por tanto, me prescribió un tratamiento a base de leches, pero la precariedad en que vivíamos no me permitió que atendiera esa prescripción y esa enfermedad. Por suerte sobrevivimos. No está demás decir, que mi madre iba hasta Ozumba, porque el médico era un humanista, aceptaba que mi madre le pagara sus servicios médicos con mercancía que vendía en los tianguis: “semilla molida” de pipián. Recuerdo que, en 1991, al terminar mi primera licenciatura y haber obtenido mi primer empleo, fui a visitar al médico Estrada, para agradecerle su alta labor humanista con los que menos tienen, los siempre olvidados.


[3] Cfr. Ibídem.


[4] Cfr. Bertie-Marriott. Un parisian au mexique. E. Dentu, Editeur, Paris, 1886.

[6] Cfr. Manuel J. Domínguez Quintanar.  Cuautla,  En: Domínguez Quintanar. Obras del Dr. Manuel Domínguez (leyendas históricas), Imp. de V. Aguepos editor, México, 1909. Pp. 269-394.

[7] Cfr.: a) INEGI. Tercer censo de población de los Estados unidos mexicanos, 1910. Consultado el 22 de junio de 2022 de https://bit.ly/3xTyhqW, b) Dr. D. Francisco Plancarte y Navarrete. Apuntes para la geografía del estado de Morelos, Imprenta de José Donaciano Rojas, Tepoztlán, México, 1909. c) Raúl Solís Martínez. La heroica ciudad de Cuautla, UNAM, México, 1988.

[8] Cfr. Dr. D. Francisco Plancarte y Navarrete. Apuntes para la geografía del estado de Morelos, op. cit. P. 41.

[9] Carlos Marx utilizó el término lumpen o lumpenproletario para referirse a las personas que no tienen medios de producción, ni cuentan con un trabajo estable, sólo viven de las sobras de las otras dos clases sociales: la rica y la pobre.

[10] Antoine García Cubas. Statistiques, descriptive et historique des Etats Unis Mexicains, Ouvrage poublie par ordre du ministere des travaux publics, México 1889. P. 131. Traducción al español mexicano nuestra.

[11] Ibídem. P. 133.

[12] Cfr. Manuel J. Domínguez Quintanar.  Cuautla,  op. cit.

[13] Cfr. Ibídem.

[14] Cfr.Ibídem.

[15] Véase, Gobierno de México. Cuautla, en: Enciclopedia de los Municipios y delegaciones de México. Consultado el 23 de junio de 2022 de https://bit.ly/3yeyeHg

[16] Cfr. María Guadalupe Pérez Palacios (1966).  “Cultura, mito y folklore, investigación psicodinámica de cinco familias en la comunidad de San Nicolás Tetelcingo, Morelos.” [Tesis de licenciatura] Universidad Nacional Autónoma de México.

[17] Cfr. Susana Colorado González (1966). Op. cit.

[18] Ibídem. P. 87.

* Los toros era una práctica taurina popular hasta antes del gobierno de Lauro Ortega Martínez (1982-1988), en Morelos. En esas fiesta taurinas, se instalaban, alrededor del corral, las famosas "Carpas", éstas eran cantinas en donde había no sólo el comercio de alcohol, sino también sexual. En esos lugares, los niños y jóvenes tetelcingas de la época tuvimos nuestro primer acercamiento al sexo.