jueves, 25 de agosto de 2022

 

Delegación política de Tetelcingo

(Parte V)

Jaramillo no fue cabecilla de asaltantes. Era uno de los líderes más populares de México… Jaramillo se puso varias veces fuera de la ley, no como asesino ni ladrón…, sino como jefe de un movimiento agrario enraizado en la Revolución de 1910. Al igual que Emiliano Zapata, pedía tierra y libertad. Y la pedía porque el programa de la Revolución, lejos de haberse cumplido en la República, había sido traicionado…” Editorial de la Revista Política, junio de 1962.


Ernesto Cera Tecla

 

Proemio.

En las Reflexiones I, II, III y IV  ( I: https://bit.ly/3xz1MOx, II: https://bit.ly/3tYg0Y3 y III: https://bit.ly/3yuzrdO, IV: https://bit.ly/3nPlyks) hemos expuesto varias ideas que nos conducen al entendimiento de la naturaleza jurídica de la Delegación política de Tetelcingo. En la primera Reflexión, explicamos cómo el “milagro mexicano” o crecimiento económico (1940-1970) del país, nunca llegó a Tetelcingo; también demostramos que la política agraria, que privilegió a la agroindustria privada, sólo generó escases de tierra y empobreció más a los mosiehualte. En la segunda Reflexión, argumentamos que en los años setenta del siglo XX, las condiciones socio-económicas de los tetelcingas devinieron más graves: la pobreza y la desigualdad absorbieron tanto a los indios con tierra, como a los indios sin tierra; al mismo  tiempo, hicimos un comparativo entre Cuautla de principios del siglo XX y Tetelcingo de los años setenta y nos percatamos que el Municipio de Cuautla contaba con los servicios públicos básicos, mientras que, en los años setenta,  los indios mosiehualte morían de enfermedades curables, carecían de agua potable, escuelas, centros de salud, etc., retratamos a una clase dominante cuautlense que siempre ha despreciado y marginado a los indios tetelcingas, a pesar de ser tributarios (sujetos obligados de impuestos) y de producir el maíz y la tortilla que alimentan, en parte, al pueblo que los somete y los sojuzga. En la tercera Reflexión vimos, desde adentro, la crisis agraria en el pueblo, observamos que el despojo de los bienes ejidales y comunales fue resultado del contubernio y corrupción entre el gobierno municipal de Cuautla, el estado y la federación; del mismo modo, demostramos que el Municipio ha fomentado y utilizado la DIVISIÓN POLÍTICA para dominar, someter y explotar a los indios mosiehualte; en la cuarta Reflexión expusimos que la venta de tierras por parte de los indios ejidatarios, no abolió el territorio; vendieron la posesión de la parcela a título individual, pero no el territorio; los bienes comunales son bienes simbólicos, pertenecen a la colectividad y  son inalienable, pues así lo establecen el derecho nacional y Tratados y convenios internacionales, ratificados y firmados por México. En la Reflexión (V), hablaremos sobre la participación política del pueblo mosiehualte en la lucha jaramillista, uno de los antecedentes del nacimiento de la Delegación política de Tetelcingo.

 

Los mosiehualte y el jaramillismo

En los años cuarenta del siglo XX, el partido de Estado (PRN-PRM) corporativizó los sectores de la sociedad, sin embargo, fracciones campesinas e indígenas se rebelaron contra el Estado autoritario y corporativista. Es bien sabido que el abuelo del Partido de Estado o Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue el Partido Nacional Revolucionario (PNR), fundado en 1929, por el Jefe máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles. El partido no fue un partido, sino una coalición de fuerzas. Esa coalición movilizó a las masas, no las corporativizó. Fue el presidente Lázaro Cárdenas que, en 1938, transformó el PNR en Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y suplantó la movilización de masas, por el corporativismo de los principales sectores de la sociedad: obrero, campesino, militar y popular.[1] En el sector agrícola, el PNR-PRM favoreció la unificación de siete ligas campesinas en la Confederación Campesina Mexicana (CCM), dirigida por Graciano Sánchez. Poco después, la CCM incorporó a todos los ejidatarios del país. Así nació la Confederación Nacional Campesina (CNC).  La CNC fue, hasta 1938, una organización de masas, pero el mismo año se convirtió en una organización corporativizada por el PRM. La CNC fue una de las organizaciones más importantes que facilitaron la política agraria de Cárdenas.[2]  En 1946, el PRM pasó a denominarse Partido Revolucionario Institucional (PRI). Hasta aquí, se observa que el Partido de Estado, Partido hegemónico o Partido oficial tuvo una formación ininterrumpida (de los veinte a los cuarenta): pasó de un partido caudillista y de masas (PNR) a un partido institucional y corporativista (PRM y PRI). No obstante, aunque éstos últimos eran institucionales y corporativos, ambos tuvieron una característica que los distinguía: el PRM cardenista permitió la coexistieran de la ideología de izquierda oficial y la ideología de centro, también oficial; sin embargo, en  el PRM y PRI poscardenistas (Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán…), la izquierda oficial fue expulsada del partido y se  impuso una ideología nacionalista. Si la izquierda oficial ya no tenía lugar en el PRI, entonces, mucho menos la izquierda no oficial o independiente. La izquierda independiente se hizo el blanco de la persecución y represión del régimen político autoritario. Fue en este marco partidista, ideológico, corporativista, que los indios ejidatarios tetelcingas fueron sometidos a la política del régimen. Todos los indios beneficiados de la dotación de tierras de 1924 y 1936 fueron incorporados a la CNC. Sin embargo, en muchas ocasiones, las relaciones de dominación no fueron mecánicas: en Tetelcingo, indios con tierra y sin tierra se rebelaron contra los indios ejidatarios caciques y también contra el régimen autoritario poscardenista. No eran de izquierda ni de centro ni de derecha, eran, simplemente, mosiehualistas, poszapatistas o jaramillistas. En resumen, el régimen autoritario mantuvo un control, a través del partido hegemónico, sin embargo, en Tetelcingo, una fracción de indios con tierra y sin tierra, se rebelaron contra esas formas de dominación.

 

Biografía de Rubén Jaramillo.

Jaramillo nació en 1900, en Sultepec, estado de México. Su esposa fue Epifania Zúñiga y sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo, sus entenados. Su suegra se llamó Rosa Zúñiga. El padre de Rubén fue Atanasio Jaramillo Corral y su madre Romana Ménez Nava. Don Atanasio era un obrero minero y doña Romana, campesina. Los dos tenían familia en Cuernavaca, Yautepec, Tlaquiltenango y Jojutla, en el estado de Morelos. Por la crisis minera de Sultepec, Atanasio Jaramillo y su esposa emigraron a Morelos, en 1902. Estuvieron un tiempo en la entidad, pero debido a la enfermedad pulmonar de Atanasio, regresaron a su estado natal. Don Atanasio murió en 1903. Al año siguiente, la señora Jaramillo regresó al estado de Morelos con sus cinco hijos menores de edad: Beatriz, Antonio, Rubén, Porfirio y Reyes Jaramillo. La madre de los cinco hijos reconoció el municipio de Tlaquiltenango como su residencia.  Hasta los catorce años, Jaramillo vivió su infancia en ese municipio sureños de Morelos.[3]

 

Rancho de Rubén Jaramillo. Foto: Ernesto Cera.

A los 14 años, el zapatista Jesús Cerrillo convenció a Jaramillo de las ideas revolucionarias de “Tierra y libertad”. En consecuencia, aceptó empuñar las armas y se integró al grupo armado de J. Cerrillo. Posteriormente, por el conflicto entre el general Eutemio Rodríguez y Agustín Rodríguez, Jaramillo dejó Tlaquiltenango y se puso a la orden del general Dolores Olivan, que operaba en el Distrito de Chiautla, Puebla. El temple y la firmeza llevaron a Jaramillo al grado de capitán primero de caballería. Tuvo bajo su mando, más de 75 soldados.[4]

 

Sin embargo, después de las ejecuciones de Otilio Montaño y Lorenzo Vázquez, resultado de la justicia zapatista, Jaramillo se replegó en 1918. Consideró que al interior del Ejercito zapatista existía una DECADENCIA REVOLUCIONARIA, porque algunos oficiales ya no obedecían al General Emiliano Zapata. Jaramillo no se equivocaba. Ahora sabemos que, por ejemplo, Don Manuel Armenta Garrido, general zapatista, de la zona de Juchique de Ferrer, Veracruz, combatió el latifundismo y terminó como latifundista. El general zapatista Armenta “fue propietario de cien mil hectáreas de tierra, donde se asentaban las fincas y haciendas Villa Rica, Manantiales, San José Buenavista, El Chamalote y Tacahuite, entre otras, todas grandes productoras de ganado y café.”[5] En efecto, desde 1918, los principios revolucionarios zapatistas entraron en una decadencia.

 

Al siguiente año (1919), Jaramillo se incorporó, como trabajador, en la Hacienda de Casasano, ubicada en los bienes comunales de Tetelcingo. Cabe señalar que las tierras de la hacienda fueron usurpadas a los indios mosiehualte, desde el siglo XVI. El 17 de septiembre del mismo año, Jaramillo fue denunciado por una mujer, ante el jefe de plaza carrancista en la ciudad de Cuautla. Por esa denuncia, Jaramillo decidió refugiarse en el pueblo de Tetelcingo. El 18 de septiembre, salió a las tres de la mañana rumbo al pueblo, pero a la mitad del camino, sufrió una emboscada carrancista y fue hecho prisionero. Al recuperar su libertad, emigró a San Luis Potosí y Tamaulipas. En 1920, en pleno auge obregonista, regresó a Tlalquiltenango.[6] A partir de entonces, Jaramillo inició una la lucha por la tierra en la entidad. Devino un importante referente en los movimientos sociales independientes en el estado de Morelos.

 

Rubén Jaramillo, neozapatista.

Jaramillo fue un líder campesino en el estado de Morelos, desde la Revolución zapatista hasta los años sesenta. Desde los años veinte del siglo pasado, encabezó los movimientos campesinos enraizados en la Revolución de 1910. Igual que Zapata, pedía tierra y libertad para los campesinos. Pedía la tierra a) porque el programa de la Revolución, había sido traicionado por los Presidentes emanados del partido de Estado: Partido Nacional Revolucionario (PNR) de Plutarco Elías Calles, Partido de la Revolución Mexicana (PRM) de Lázaro Cárdenas y al final, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Manuel Ávila Camacho; y b) porque los campesinos no habían recibido los beneficios (la RESTITUCIÓN de la TIERRA), que la revolución había prometido. Jaramillo enarboló, nuevamente, la demanda fundamental zapatistas: “Tierra y libertad” para los más desposeídos.

 

La sujeción de los campesinos mosiehualte.

Después de la caída de Carranza en 1920, el gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924) se propuso resolver dos problemas: a) pasar del caudillismo a la institucionalización y b) recuperar la estabilidad económica. Aquí, nos ocupamos del primero. Para lograr la institucionalización subordinó a los líderes (sobre todo, militares) y a los grupos organizados, sin confrontarlos.[7] En el estado de Morelos, la sujeción de los campesinos se estableció a través de la dotación de tierras. En Tetelcingo, el obregonismo dotó 1270 ha. de temporal, a 348 indios campesinos. Una década después, el gobierno cardenista, apenas dotó 285 ha., 146 de riego y 139 de temporal. Contrario al total de la segunda dotación, los indios tetelcingas reclamaban 670 ha. Pero el cardenismo desechó la demanda. Los gobiernos posrevolucionarios no atendieron la "Restitución de tierras” que demandaron los mosiehualte zapatistas, que consistía en el reconocimiento de su territorio, amparado en sus Títulos primordiales, sino atendieron la demanda vía dotación, es decir, vía concesión de la tierra a campesinos que carecían de ella, mediante una autoridad agraria o una resolución presidencial. Ambas dotaciones, crearon un clientelismo político, una subordinación o lealtad política al régimen. En fin, desde Obregón hasta Cárdenas, los mosiehualte ejidatarios quedaron sujetos al régimen posrevolucionario, sujetos al PRN y PRM, o sea, al PRI.

 

Rancho de Rubén Jaramillo. Foto: Ernesto Cera.

Rubén Jaramillo se rebeló contra las prácticas clientelares del Estado mexicano posrevolucionario. En 1921, Jaramillo organizó el Comité Provisional Agrario de Tlaquiltenango para tramitar la dotación de tierras. En 1926 constituyó la Sociedad de Crédito Agrícola de Tlaquiltenango e inició un movimiento social contra los acaparadores e industrializadores de arroz. En 1927, al suspenderse el reparto agrario, Jaramillo expuso a sus compañeros campesinos de Tlaquiltenango, que deberían ponerle fin a la miseria y a la injusticia: “Todos los aquí presentes hemos recibido un pedazo de tierra para que, trabajándola y con su producto, podamos vivir con holgura, pero por desgracia nadie de nosotros se siente feliz con la tierra por el hecho de no tener recursos indispensables para trabajarla y hacerla producir como es necesario. Es una verdadera lástima ver nuestros campos tan fértiles y sin rendir frutos para sustentarnos a nosotros y a nuestras familias, y lo poco que rinden nos lo arrebatan, a precios irrisorios y de hambre, acaparadores criollos y extranjeros con lo cual se enriquecen ellos y nos empobrecemos nosotros. Ustedes ven como nuestro arroz es tan barato, a tal grado que en honor a la verdad ya no es costeable su cultivo, y con esos precios tan mezquinos no es posible que nuestra vida económica pueda mejorar, se empobrecerán las tierras y nosotros con ellas y nunca remediaremos nuestra condición de hambrientos, y no hay razón para que siendo poseedores de tan buenas tierras seamos unos miserables. Nuestro pueblo que tiene una bonita historia revolucionaria debe ser un verdadero ejemplo de progreso y símbolo de libertad, pero eso solo lo podremos lograr cuando por la buena o por la mala rompamos las cadenas de hambre y de miseria en que hoy nos tienen los explotadores de nuestro trabajo.”[8] En este año, Jaramillo entendía que el reparto agrario y los ideales zapatistas estaban fragmentados, que la Justicia social no había llegado ni iba llegar a las familias campesinas. Y que sólo la ORGANIZACIÓN y LUCHA campesina o indígena, garantizaría la JUSTICIA SOCIAL.

 

Primer levantamiento armado de Jaramillo.

En 1933, Jaramillo propuso al candidato del PNR, Lázaro Cárdenas la construcción de un ingenio en Zacatepec, Morelos. En 1936, el presidente Lázaro Cárdenas atendió la propuesta: ordenó la construcción del ingenio en Zacatepec. En 1938, Jaramillo fue presidente del Consejo de administración, pero en 1940 fue expulsado por un grupo impuesto por el régimen autoritario.  

 

En 1943, ante la desatención de las demandas agrarias, Jaramillo se levantó en armas y se fueron con él más de  un centenar de campesinos. Recorrió los pueblos del sur de Morelos y sureste de Puebla. Publicó el “Plan de Cerro Prieto”, en este documento denunció el sistema político autoritario (que calificó de TOTALITARIO y DÉSPOTA) y refrendó el “Plan de Ayala”. Después de 16 meses de lucha clandestina, el expresidente Lázaro Cárdenas consiguió una reunión entre Jaramillo y el presidente Ávila Camacho, el 13 junio de 1944. Este mismo año, el Presidente de la república le otorgó amnistía.[9]

 

En el periodo del primer levantamiento armado, Jaramillo revela un dato trascendente sobre la situación política en Tetelcingo. Dice en su “Autobiografía”, en el apartado “Argucias de Ávila Camacho”: “En ese lugar estaba un tal Francisco Carrillo, que era un viejo bandido aprovechado y déspota del pueblo de Tetelcingo, y muy amigo de los políticos del gobierno de Jesús Castillo López. Éste ordenó que le esculcaran sus maletas y al hacerlo encontraron los cartuchos y las copias del Plan. Este viejo, lejos de hacer una investigación de las cosas, inmediatamente comunicó a Cuernavaca, al gobernador y a la 24 Zona militar, de que había avanzado a unos rebeldes jaramillistas, a quienes les había quitado bastante parque y el Plan revolucionario.”[10] De esta cita, inferimos que Francisco Carrillo era un indio ejidatario de Tetelcingo, “muy amigo” de los “políticos” (funcionarios) del gobernador del estado de Morelos, Jesús Castillo López (1942-1946). Sin duda, el indio Carrillo era un subordinado de la CNC y un soldado del gobierno municipal y estatal priísta. Su lealtad al partido de Estado (PRI), al presidente municipal, al gobernador y las autoridades agrarias, le permitía actuar en la impunidad. Pero a pesar de ello, los indios mosiehualte se rebelaron contra este cacique inventado y utilizado por el priísmo. Esta idea la encontramos en un documento del archivo agrario del pueblo de Tetelcingo.[11] El documento prueba también, que el juicio crítico de Jaramillo sobre el indio cacique no estaba fuera de la realidad.  Por la importancia de este documento, hacemos la transcripción: 

“México D.F., a 1° de junio de 1938

C. Jefe del Departamento Agrario.

México, D.F.

 

Los suscritos, ejidatarios del pueblo de Tetelcingo del Municipio de Cuautla, Estado de Morelos, a usted, Señor licenciado con todo el respeto y atención que se merece, le exponemos los siguientes hechos:

 

Desde el año 1934 hasta la fecha, venimos sufriendo muchos atropellos por parte del señor Francisco Carrillo y un grupo de sus allegados, pues considerándose  estas personas propietarias del ejido con que nos ha dotado el supremo Gobierno han venido acaparando tierras para provecho propio, valiéndose de divisiones entre el vecindario y oponiéndose a que las tierras se distribuyan equitativamente.

 

El citado señor Carrillo durante el tiempo que estuvo de Comisariado Ejidal, rentó a personas de Calderón 45 hectáreas de terrenos del ejido, con grave perjuicio para sesenta campesinos que carecían de tierra,  repartiendo los terrenos de la ampliación entre sus familiares y sembrando él 60 hectáreas de riego, rompiendo la compuerta de Calderón para utilizar toda el agua y dejando a varios ejidatarios que perdieran sus tierras; como socio delegado del banco, únicamente se ha preocupado por refaccionar a su grupo pasando muchos trabajos los demás campesinos por no contar con la ayuda que tanto se necesita en la época de siembras; comerció en la distribución de algunos terrenos, pues estuvo cobrando a cada ejidatarios razón de $12 por diez tareas, y en fin, vino cometiendo otras muchas irregularidades que ya hemos puesto en conocimiento de este departamento en otras ocasiones.

 

Con la llegada del Señor profesor Uranga, comisionado por el Señor Presidente de la República para emprender algunas mejoras en nuestro pueblo, el Ingeniero Juan Soto,  dependiente de ese Departamento y que está comisionado con dicho profesor,  creímos que nuestros males se acabarían, pero desgraciadamente no se ha logrado terminar con las irregularidades; pues aun cuando se obtuvo el cambio de Comisariado Ejidal, estas nuevas autoridades han seguido la misma línea de conducta que las anteriores, puesto que el mismo señor Carrillo figura como Tesorero y Socio Delegado del banco, presentándose los siguientes hechos:

 

En una de las visitas que nos hizo el Señor Presidente de la República, le solicitamos que se nos distribuyera el ejido por partes iguales entre todos los campesinos y que se nos introdujera el agua potable a nuestras casas, a lo que se han opuesto los miembros del Comisariado, puesto que estas autoridades han venido obstruyendo el fraccionamiento de todos los terrenos, pues terminando el ingeniero Soto de fraccionar los terrenos de riego iba a seguir con los de temporal, pero los miembros del comisariado no dejan que la medición y cuando algunas personas se prestan para que se les entregue sus parcelas, se presentan estos señores y suspenden los trabajos de preparación de tierras, como sucedió con los señores Casasanero y Ascencio con ocho personas más, pues estas personas teniendo ya preparada sus tierras para sembrar fueron despojadas de sus parcelas y distribuidas a otras personas, y al pretender el ingeniero darles en otro lugar fueron y los insultaron amenazándole con que lo iban a acusar, haciéndose todas estas maniobras con el fin de retardar el fraccionamiento y disponer ellos de mucho terreno; además, de acuerdo con las indicaciones del Señor Presidente de la República, a varios campesinos se les metió agua en sus casas, pagando los interesados la tubería, pero el señor Carrillo en compañía del Comisariado Ejidal y de su grupo, fue y levantó los tubos con grave perjuicio para las familias.

 

Como nosotros consideramos que los atropellos que todavía  se vienen cometiendo deben desaparecer por completo, para tranquilidad de nuestras familias y encontrar un efectivo aprovechamiento de nuestro ejido, a usted señor licenciado le suplicamos que dicte sus órdenes para que el actual Comisariado Ejidal sea cambiado por personas que verdaderamente laboren en beneficio de todos los campesinos y que den al ingeniero Soto el apoyo que necesita para la terminación de sus trabajos de fraccionamiento, pues dicho ingeniero viene trabajando con toda honradez y empeño, sin hacer distinciones de ninguna clase, pues el mismo grupo de que nos quejamos los ha tratado con toda clase de atenciones, procurando dejarnos a todos contentos.

 

Seguros que atenderá usted la petición que le hacemos, le protestamos a usted nuestro respeto y agradecimientos.

 

Tetelcingo, Mor., a 11 de junio de 1938.

 

(Firman:

 

Antonio Casasanero, Diego Casasanero, Antonio Tecolote, Manuel Tecolote, José Paráz, Fidencio Galicia, Domingo Tecla, Antonio Pexo, Domingo Palacios, José Becerro, Antonio Villareal, Juan Mixquititla, Prisciliano Rodríguez, Manuel Flores  y más de treinta firmas.)

 

El suscrito ayudante municipal de Tetelcingo, Mor., hace constar que los hechos que se narran en el presente  son verídicos y que las firmas son auténticas.

               

Tetelcingo, Mor., a 11 de junio de 1938.

 

(Firma una persona de apellido Galicia)

 

               

 C.c.p. C. Presidente de la República. México, D.F.”

 

El documento en cuestión es de mucha relevancia porque nos dice que el caciquismo de Francisco Carrillo, indio tetelcinga, tenía más de un lustro y cuando Jaramillo hace la denuncia, tenía una década, es decir, Francisco Carrillo era un viejo cacique, era el vivo ejemplo de cómo el partido de Estado (PRI) y el régimen político autoritario creaban a los caciques para sujetar y controlar a los campesinos. También podemos observar, que los ejidatarios indígenas no se amedrentaron ni se sometieron al cacique, sino plantearon la denuncia ante las instancias correspondientes y EXIGIERON que el “fraccionamiento” del ejido se hiciera de manera EQUITATIVA, que se hiciera JUSTICIA a los mosiehualte sin tierra y que se desterrara la corrupción, el acaparamiento, el favoritismo, etc. Demandaron que la autoridad ejidal buscara el “beneficio de todos los campesinos” y que el servicio de agua potable fuera un derecho de todas las familias. Las demandas iban contra la política corporativa del Estado mexicano. En esta lucha política asimétrica, los mosiehualte salieron avante, sometieron al cacique Francisco Carrillo y el fraccionamiento ejidal se hizo de manera equitativa. En este hecho histórico, el pueblo tetelcinga mostró su adhesión al régimen, pero al mismo tiempo mostró su independencia política a través de los Usos y costumbres, sobre todo, de su principal institución: la Asamblea general. Esto último es así, porque el documento en cuestión es firmado por el ayudante municipal: “El suscrito ayudante municipal de Tetelcingo, Mor., hace constar que los hechos que se narran en el presente son verídicos…” En otras palabras, el caciquismo fue enfrentado por la autoridad agraria y la autoridad del pueblo, ambas reguladas por instituciones propias de las comunidades campesinas e indígenas, la primera por el artículo 27 constitucional y la segunda, por los Usos y costumbres, refrendados en la constitución federal. En suma, el gobierno priísta de los años cuarenta, intentó controlar a  los ejidatarios mosiehualte, pero éstos se rebelaron contra las prácticas caciquiles de Francisco Carrillo. 

 

Jaramillo vuelve a tomar las armas.

Después del primer levantamiento armado, Jaramillo participó políticamente, según las reglas del Sistema político autoritario. Formó, en 1945, el Partido Agrario Obrero Morelense (PAOM). Fue precursor de la lucha feminista y en alianza con el Partido Reivindicador Popular Revolucionario de Enrique Calderón, contendió por la gubernatura de Morelos.[12] El registro y la participación electoral no fueron cosas fáciles. Jaramillo cargaba el pasado subversivo, motivo suficiente para que las autoridades del estado rechazaran el registro del partido. Sin embargo, el partido de Estado sabía que la democracia representativa, no era tal, que era una simulación, por tanto, permitieron la participación de Jaramillo. En la contienda electoral para la gobernatura de Morelos participaron tres candidatos: Ernesto Escobar Muñoz, por parte del partido de Estado (PRI), Vicente Peralta del Partido de unificación Morelense (PUM) y Rubén Jaramillo de PAOM. Jaramillo hizo campaña en 180 pueblos de Morelos y logró grandes concentraciones en Jojutla, Zacatepec, Tlaquiltenango, Cuautla, Emiliano Zapata y Tepalcingo. Ofrecía crédito popular, escuelas rurales, becas, desayunos escolares, entre otros.[13] Pero la elección fue un fraude. El triunfo fue para el candidato del partido de Estado o partido oficial, el PRI.[14] El proceso electoral fue cuestionado por los jaramillistas, pero el Sistema político autoritario persiguió, torturó y reprimió a los inconformes.

 

Rancho de Rubén Jaramillo: sala de reuniones. Foto: Ernesto Cera.

Después del anterior proceso electoral, Jaramillo constataba que sus apreciaciones sobre el sistema político posrevolucionario no eran erróneas: que efectivamente persistía un gobierno “totalitario” y “déspota”. Sin embargo, en 1952, Jaramillo retomó la vía legal y pacífica, revivió su partido, pero ahora, como Partido agrario-obrero de México (PAOM) y estableció alianza con el general Miguel Henríquez Guzmán de la Federación de Partidos del Pueblo (FPP). Fue nuevamente candidato a gobernador. La elección tendría lugar el 20 de marzo de 1952. Jaramillo logró concentraciones de hasta 20,000 personas en Cuautla y 15,000 en Cuernavaca, así como miles de personas en los poblados de Zacatepec. Incluyó a las mujeres en pro de su derecho al voto en elecciones federales.[15] Pero nuevamente, el fraude electoral le dio el triunfo a Rodolfo López de Nava del partido de Estado (PRI). Los jaramillistas denunciaron el fraude y solicitaron el apoyo de Henríquez Guzmán, pero los simpatizantes de ambos partidos fueron perseguidos, reprimidos, torturados y desaparecidos. El gobernador de Morelos desató una ola de asesinatos políticos. Las víctimas eran tiradas al lado de las carreteras para aterrorizar a la población. La represión más brutal se centró en Jaramillo y su partido. Así, los jaramillistas decidieron enfrentar la violencia institucional con una insurrección generalizada. La fecha señalada para el levantamiento era el 4 de octubre de 1953.[16]

 

Jaramillo vuelve a tomar las armas. Regresa, por segunda ocasión, a la lucha armada y a la política clandestina. El período de 1953 a 1957 fue el más complicado para el movimiento jaramillista. El líder campesino entendió que la vía legal y pacífica estaba cancelada, que el sistema político en México no era, en realidad, un sistema de partidos, sino un sistema de un solo partido (PRI). En estos años, Jaramillo fue perseguido y marginado de toda participación política en el estado de Morelos y su familia sufrió las consecuencias. Su hermano Porfirio Jaramillo, quien luchó durante varios años a favor de la Cooperativa en el Ingenio de Atencingo, puebla, fue desaparecido y asesinado en mayo de 1955 por un grupo armado al servicio de Williams Jenkins.[17] Su cuerpo apareció sin vida en el camino México-Pachuca.

 

Después de la violencia institucional, Jaramillo regresa a la clandestinidad (1953-1957). Sobre esta etapa, dice Vargas Sánchez, “Durante este segundo levantamiento armado, no limitó sus acciones al otro lado del río Chinameca, sino que se movió por todo el estado de Morelos protegido por todos sus seguidores organizados en el (PAOM). Eran 15 mil. Éstos eran sus ojos y oídos, lo alertaban del ejército y la policía judicial. Por un tiempo se escondieron en las montañas de Tepoztlán y Amatlán… En Jiutepec, tenía un campamento provisional, allí atendía delegaciones de diferentes partes de Morelos, para formular planes y estrategias para llevar a cabo la resistencia contra el gobierno. Tenía otra base de operaciones en Tetelcingo, a cinco kilómetros al norte de Cuautla. El gobierno no tomó a la ligera el segundo levantamiento de Jaramillo. El presidente Ruiz Cortínez desplegó unidades mecanizadas, caballería, apoyado por artillería y aviación. Empeñado en exterminar la guerrilla, no ofrecía amnistía.[18] Hernández, agrega: “Jaramillo, junto con sus hombres de confianza, podía pasar largas temporadas en las casas de sus amigos donde instalaba campamentos provisionales, en Tepoztlán, en Tetelcingo o en Jiutepec.[19] Ávila Carrillo señala: "diversos enfrentamientos se llevaron a cabo en las serranías del Tepozteco y en las planicies de Tetelcingo, lugares en donde encontró refugio en repetidas ocasiones hasta 1958."*  Otro documento importante es una carta escrita, a molde, por la hija de Jaramillo, Raquel Zúñiga Jaramillo, dirigida al expresidente Lázaro Cárdenas, en 1962. La suscrita expone: “Que mi padre era poseedor de una parcela de riego y casa en Tlaquiltenango y de una fracción de 4 ha., en una colonia de las afueras de Cuautla, Mor.”[20] A partir de las cuatro fuentes citadas, podemos decir que Tetelcingo fue una “base de operaciones”, que fue un “campamento provisional”, que Jaramillo tuvo una “propiedad de 4 ha. en las afueras de Cuautla.” En suma, en la segunda rebelión armada, Jaramillo tuvo, en la comunidad indígena mosiehuale, una de sus bases de apoyo, operaciones o de refugio.    

Raquel Zúñiga Jaramillo, hija de Jaramillo. 
Foto: Revista Política, junio de 1962.

Hasta estos últimos años del siglo XXI, los simpatizantes y militantes jaramillistas sobrevivientes, han podido dar su versión. Antes del año 2000, nadie se atrevía a hablar del tema, porque consideraban que era indecible. Sin embargo, ahora, sabemos con certeza, que Don Rubén Jaramillo tuvo varios simpatizantes en Tetelcingo, en particular, en la colonia Cuauhtémoc. Algunos testimonios señalan, que los principales simpatizantes fueron Don Martín Méndez, Don Ambrosio Campos Pacheco, Don Genaro Baizano, Don Anastasio Casbis, Don José Paráz, entre otros indios del poblado.  Don Alfonso Cera Jiménez (de 81 años), comenta que acompañaba a su padre adoptivo, Anastasio Casbis, en las ocupaciones de tierras jaramillistas. Recuerda que era un adolescente y que comían cuachalalate para sobrevivir en las montañas. De 1953 a 1962, Jaramillo pernoctaba, sin problema, en casa de Don Martín Méndez o Don Ambrosio Campos. También se escondía en su propio rancho (de 4 ha., como señala la hija, Raquel Zúñiga), que pertenece a los campos del municipio de Yecapixtla y que hoy conocemos, coloquialmente, como “Las tres barrancas, en donde viven los Coyotes”. Al lado del rancho de Jaramillo, vivía Don Adolfo Hernández, jaramillsita, quien se ayuntó con una mujer mosiehuale de nombre María Coyote. De aquí el sobrenombre de “Los Coyotes”. Jaramillo pasaba muchas temporadas en el pueblo indígena.  Varios testimonios señalan que en casa de Don Genaro Baizano y  el rancho de Jaramillo se realizaban, clandestinamente, las reuniones campesinas. La relación entre Jaramillo y los simpatizantes tetelcingas fue tan estrecha que, el rancho de Jaramillo, está ahora, en manos de los descendientes de Don Ambrosio Campos. Cuenta la familia Campos, que los hermanos de Don Rubén Jaramillo dieron facilidades a Don Ambrosio para la compraventa del inmueble, porque antes del asesinato, atendió al líder campesino con alimentación y hospedaje. Otro testigo ocular, relata una anécdota: “pasó en 1958, en Santa Catarina, Yautepec. Estaban en una reunión. De pronto, le avisaron a Don Rubén que el gobierno estaba planeando una emboscada. Entonces suspendieron la reunión, como a las 4 o 5 de la tarde. Los campesinos de Santa Catarina sacaron a Don Rubén del lugar, pero antes de irse, el líder encargó las dos metralletas que siempre llevaba consigo. Entregó una a Don Genaro Baizano y la otra a Don Ambrosio Campos. Les pidió que las usaran en caso necesario. Por fortuna, no las utilizaron, porque los campesinos de Santa Catarina sometieron a los judiciales”.[21]  En fin, Rubén Jaramillo tuvo varios simpatizantes en la colonia Cuauhtémoc de Tetelcingo. Mientras operaba en la región oriente, los indios mosiehualte lo seguían y protegían hasta antes de su asesinato, en 1962. 

Don Alfonso Cera Jiménez, entenado del jaramillista Anastasio Casbis. 
Foto: Ernesto Cera.

En el contexto de la lucha jaramillista, los mosiehualte rebeldes intentaron recuperar sus tierras comunales, en 1958. Después de una Asamblea general, solicitaron al Supremo gobierno la restitución de sus tierras, solicitaron una segunda ampliación ejidal. La solicitud se hizo el 29 de agosto de 1958, pero el Supremo gobierno negó la “ampliación de ejidos, por no haber tierras afectables dentro del radio legal de 7 kilómetros.”  Este dictamen o resolución se publicó en el Diario oficial del estado de Morelos, en 1960.  Los actos de corrupción del Municipio de Cuautla, el gobierno estatal y federal, y las autoridades agrarias, impidieron la recuperación de las tierras comunales, en manos del usurpador Juan Barrales. A pesar del Estado represivo, los mosiehualte rebeldes, nunca dejaron la aspiración de recuperar la totalidad de sus tierras comunales.

                          Don Genaro Baizano, mosiehual jaramillista. Foto: ILV.


La muerte de Rubén Jaramillo

En 1958, el presidente Adolfo López Mateos otorgó amnistía a Don Rubén Jaramillo. Ambos dialogaron el mismo año y se dieron el abrazo del diablo. Tres años después, entre 1961 y 1962, Jaramillo y más de cinco mil campesinos tomaron los llanos de Michapa, Coatlán, estado de Morelos, para crear el Nuevo Centro de Población “Otilio Montaño”. Los llanos eran de 25 mil hectáreas, el jaramillismo quería sólo 14 mil y el resto pensaban repartirlo a los campesinos pobres y sin tierra de otras partes de la entidad o el país. Pero esa fue la última batalla por la tierra. Caciques ganaderos, ricos fraccionadores, funcionarios federales y estatales se aliaron para impedir el proyecto jaramillista. 

El abrazo del diablo. Jaramillo y el Presidente López Mateos, 1958.
Foto: Revista Política, junio de 1962.

Así, el 23 de mayo de 1962, Jaramillo y su familia fue asesinado por el gobierno, en Xochicalco, Morelos. Dicen las crónicas del momento: A las 2:30 pm, del miércoles 23 de mayo de 1962, el domicilio de Jaramillo, calle de Mina, número 112, Tlaquiltenango, Morelos, fue rodeado por un grupo de más de sesenta militares y civiles fuertemente armados, que viajaban en dos camionetas del ejército y en dos Jeeps. Una ametralladora fue emplazada frente a la casa y otra en la parte posterior. Jaramillo, ajeno a todo, aserraba madera para construir un pequeño tejaván. De pronto un individuo llamado Heriberto Espinoza, alias El Pintor, penetró violentamente en la casa y exigió a Jaramillo que saliera porque el General lo esperaba. Como el dirigente campesino reclamó a El Pintor su insolencia, éste escapó para refugiarse entre los hombres que rodeaban la morada. Enseguida, los militares y civiles allanaron la casa, la saquearon y secuestraron a Jaramillo, a su esposa Epifanía Zúñiga y a sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo, los obligaron a subir a los vehículos militares y partieron a Xochicalco.[22] 

 

El escritor Carlos Fuentes narra: “Los bajan a empujones. Jaramillo no se contiene; es un león del campo, este hombre de rostro surcado, bigote gris, ojos brillantes y maliciosos, boca firme, sombrero de palma, chamarra de mezclilla; se arroja contra la partida de asesinos; defiende a su mujer y a sus hijos, sobre todo al hijo por nacer; a culatazos lo derrumban, le saltan un ojo. Disparan las subametralladoras Thompson. Epifania se arroja sobre los asesinos; le desgarran el rebozo, el vestido; la tiran sobre las piedras. Filemón los injuria; vuelven a disparar y Filemón se dobla, cae junto a su madre encinta, sobre las piedras; aún vivo, le abren la boca, toman puños de tierra, le separan los dientes, y entre carcajadas, le llenan la boca de tierra. Ahora todo es rápido: caen Ricardo y Enrique acribillados; las subametralladoras escupen sobre los cinco cuerpos caídos. La partida espera el fin de los estertores. Se prolongan. Se acercan con las pistolas en la mano a las frentes de la mujer y de los cuatro hombres. Disparan el tiro de gracia.

 

Otra vez el silencio de Xochicalco.

 

El auto arranca.

 

Los buitres aletean, las cabras corren.”[23]

 

El mismo escritor agrega: “En la soledad y la altura, como un Macchu Picchu mexicano, se levanta el antiguo centro ceremonial tolteca. El silencio puede escucharse: el canto de los grillos en el atardecer, las patas de las cabras que descienden velozmente de las ruinas, el graznar de los zopilotes clavados sobre un perro muerto, no logran destruirlo. Es un silencio que cobija y esculpe, en complicidad con el sol poniente, la vasta extensión del Valle de Morelos. Xochicalco, atalaya de piedra, domina ese lienzo ondulante, de luces y sombras, que contiene todas las gamas del verde y parece prenderse al cielo de bloques oscuros, de nubes veloces, en cambio perpetuo. Todo, cielo y tierra, es ceñido por las montañas transparentes y cortadas, semejantes a las ubres de la loba clásica. Aquí murió Rubén Jaramillo.”[24] 

El cadáver de Rubén Jaramillo. Acribillado el 23 de mayo de 1962, 
en Xochicalco, MorelosFoto: Revista Política, junio de 1962.

Así terminó la vida del líder campesino Rubén Jaramillo. El expresidente Lázaro Cárdenas escribe: “Jaramillo no era un delincuente, ni un prófugo de la justica y sí un dirigente de los campesinos sin tierra, que siempre protestó en contra de los atropellos de las autoridades locales en periodos pasados y de los abusos…” Y agrega, los organizadores del crimen contra Jaramillo y su familia fueron: “General Soule, Jefe de la policía judicial militar; Capitán Gustavo Ortega Rojas, Jefe de la policía preventiva del estado de Morelos; Roberto Ramos Castoñera, Jefe del Servicio Secreto del estado de Morelos; agentes: Francisco Román y Fernando Estrada; ejecutor: Capitán José Martínez, por muchos años al servicio del ingenio de Zacatepec.”[25] Con este crimen, el gobierno de López Mateos mandó un mensaje a los campesinos organizados: las rebeliones campesinas independientes (al margen de los partidos) no serían toleradas por el sistema político autoritario y represivo. No obstante, en la década siguiente, el partido de Estado debía resolver la disyuntiva: represión o apertura democrática. Hoy día, podemos decir que se ha impuesto la apertura democrática. Finalmente, el movimiento campesino, indígena, popular e independiente, sigue latente en TETELCINGO.

 

Continuará…

 

Post data 1.  Además, opino que el territorio y la autonomía deben regresar a manos de los mosiehualte, por la fuerza, si es necesario.

 

Post data 2.

Tiabe, tebe, tochihuas bieye topueblo  Teteltzincu. Inu Cachopi, inu Quixtiono, amo de tejuo, amo cuale itzontecu, amo queneque iyes topueblo Municipio. ¿Tlica amo quejneque? Ipampa  Quixtiono queneque miacte tomi, miacte centohuo. Queneque to tlole, queneque ibitz para tomandoros. Uo tejuotzi, noche tonenemes teporubejete, tetequete miacte, noche tunale, uo abeles te tlacuos nacatl, amo te tlacuos cuale.  ¿Tlica ijquehuo? ¡Ay! No nontzi, no tatzi, inu amo cuale. Cache cuale, tomacas ca inu Quixtiono que amo queneque iyes topueblo Municipio libre.


Post data 3.


Posdata 3. José de Molina (1976). Asesinato de Rubén Jaramillo. Escucha el tema aquí: ttps://bit.ly/3Rt3aKQ




 



[1] Arnaldo Córdova. La formación del poder político en México. Era, México, 2013.

[2] Lorenzo Meyer. El Estado mexicano contemporáneo. Consultado el 5 de julio de 2022 de https://bit.ly/3ukAcnq

[3] Cfr. Rubén Jaramillo. Autobiografía, Libertad bajo palabra/Universidad campesina del Sur, México, 2014.

[4] Ibídem.

[5] Nazario Romero Díaz. El General Armenta. En: Hora Cero. Consultado el 24 de agosto de 2022 de https://bit.ly/3Cpl2SC

[6] Cfr. Velázquez, Uriel (2016).  “La lucha social y política de Florencio Medrano Mederos ‘el Güero’ y la fundación de la ‘Colonia Proletaria Rubén Jaramillo’”. [Tesis de licenciatura] Escuela Nacional de Antropología e Historia.

 

[7] Lorenzo Meyer. El Estado mexicano contemporáneo. Consultado el 24 de agosto de 2022 de https://bit.ly/3R6R21N

[8] Cfr. Manjarrez, Rubén, 1967, p. 24, citado por Aura Hernández Hernández. Razón y muerte de Rubén Jaramillo. En: Horacio Crespo. Política y sociedad en el Morelos posrevolucionario y contemporáneo.   Consultado el 24 de agosto de 2022 de https://bit.ly/3TdTx4k P. 438.

GARCÍA VELASCO, Guadalupe. Son mis mejores soldados. Testimonios de mujeres jaramillistas, Escuelas Campesinas Revolución del Sur, Cuernavaca, 1988.

[9] Velázquez, Uriel (2016).  “La lucha social y política de Florencio Medrano Mederos ‘el Güero’ y la fundación de la “Colonia Proletaria Rubén Jaramillo”. Op. cit.

[10] Rubén Jaramillo. Autobiografía. Op. cit. Pág. 127.

[11] Véase: Archivo agrario de Tetelcingo. Oficio dirigido al Jefe del Departamento agrario de México, Tetelcingo, Mor., a 1° de junio de 1938. Las negritas son nuestras.

[12] Memoria política de México. Jaramillo Méndez Rubén (1900-1962). Consultado el 25 de agosto de https://bit.ly/3APc6ow

[13] Ibídem.

[14] Cfr. Tanalís Padilla. Por las buenas no se puede. La experiencia electoral de los jaramillistas. Libertad bajo palabra. México, 2012.

[15] Cfr. Memoria política de México. Jaramillo Méndez Rubén (1900-1962).  Ibídem.

[16] Cfr. Juan de Dios Vargas Sánchez (1986). Resistencia popular en México (1940-1976). Op. cit. .

[17] Ibídem.

[18] Juan de Dios Vargas Sánchez (1986). Resistencia popular en México (1940-1976). Op. cit. P. 45.

[19] Aura Hernández Hernández. Razón y muerte de Rubén Jaramillo. Op. cit. Consultado el 24 de agosto de 2022 de https://bit.ly/3TdTx4k P. 461.

[20] Raquel Zúñiga Jaramillo. Carta a Lázaro Cárdenas (1962). En: Mediateca INAH. Consultado el 25 de agosto de 2022.

[21] Juan Chompo (65 años), hijo de Don Ambrosio Campos. Entrevista nuestra. 10 de junio de 2022.

[22] Política. La matanza de Xochicalco. En: Mediateca INAH. Consultado el 25 de agosto de 2022

[23] Cfr. Carlos Fuentes. Tiempo mexicano, Cuadernos de Joaquín Mortiz, México 1972.

[24] Ibídem.

[25] Lázaro Cárdenas del Río. Memorias del general Lázaro Cárdenas del Río: Asesinato de Rubén Jaramillo, 1962. En: Mediateca INAH. Consultado el 25 de agosto de 2022.

*Enrique Ávila Carrillo. El jaramillismo. En: Voces de la educación. Consultado el 24 de agosto de 2022 de https://bit.ly/3Klw39z