Confesiones de un indio mosiehuale
Ernesto Cera Tecla.
(Parte
I/III)
El maestro ni nace ni se hace, se hace cuando nace.
En 1984, tu oficio
de adolescente estaba predeterminado históricamente, no podías ser diferente a la
mayoría de los jóvenes indios sin tierra de Tetelcingo, Cuautla,
Morelos: serías uno más de los indios que oferta su fuerza de trabajo o uno
más de la estadística de indios pobres, excluidos de la educación media superior y
superior, en la región. Eras parte de la masa que conforma la CULTURA DE LA
POBREZA, es decir, vivías en el subsuelo de la escala socioeconómica del pueblo
y la ciudad, eras parte del LUMPEPROLETARIADO. Pues las metas de la Revolución
mexicana (1910-1940), la riqueza acumulada en el “Milagro mexicano” (1940-1970)
y las promesas del modelo económico de Friedman (1970-1982), nunca llegaron a
tu pueblo, ni a tu familia, ni a tu persona.
Tu casa de indio pobre de Tetelcingo. Tu mamá Soledad Tecla Bobadillo.
Foto: Ernesto Cera Tecla, 1988.
En el verano de 1984,
terminaste tus estudios de secundaria con sistema televisivo, una modalidad
creada en México para indios y campesinos: la Telesecundaria "Ignacio
Allende", en Tetelcingo. A pesar de la existencia de varias secundarias generales y
técnicas, en el entorno del pueblo, no tenías
posibilidades de formarte en ellas, implicaba
un gasto mayor en pasajes, comida, libros. Ante esta
situación adversa, no te quedó otro camino que estudiar la telesecundaria de indios, allí donde tuviste un profesor durante los tres ciclos escolares.
Al terminar tus estudios de primaria y secundaria, te incorporaste de inmediato al subempleo para ayudar en el gasto familiar. El oficio lo habías aprendido desde
los doce años: vendedor ambulante de semillas secas, en los tianquistle o tianguis de la
región oriente y Altos del Estado de Morelos:
Ocuituco, Yecapixtla, Tetela y anexas.
Tu graduación de
sexto de primaria. De izquierda a
derecha: Ofelia, Ma. Elena y Ernesto, los tres de apellidos Cera Tecla y en la
parte de atrás, tu mamá: Soledad Tecla Bobadillo. Foto: Familiar.
Sin embargo, un
día incierto, mientras el sol comenzaba a rayar la mañana, tomaste el camión
para trasladarte al tianguis de Yecapixtla. En el camión, tus
ideas se entretenían pensando en las pocas ganancias de la escasa mercancía
guardada en un pequeño costal de ixtle. De repente, el camión
guajolotero[1] se
detuvo a la altura del mentado crucero de Yecapixtla, de la
carretera federal México-Cuautla. Subieron dos
adolescentes colgando un morral de cobija sobre el hombro, otros más
bloqueaban la carretera con una pancarta que decía: “Exigimos
solución, aspirantes de la Normal-Cuautla”
De
los dos jóvenes que subieron, uno repartía volantes (o panfletos) a
los pasajeros y otro hilaba el siguiente discurso: “Buenos días señores
pasajeros, disculpen las molestias que les venimos ocasionando. Somos jóvenes
egresados de secundaria, hijos de campesinos, aspirantes de la
Normal-Cuautla. Estamos en las calles porque el gobierno ha reformado la educación normal, ha aumentado la
educación normal a siete años… Al mismo tiempo, invitamos
a todos los jóvenes que hayan terminado la secundaria, a
incorporarse a nuestro movimiento de aspirantes para ingresar a la Normal”
La idea
de Reforma a la educación normal no la entendiste en su momento, sólo
comprendiste la invitación de incorporación al movimiento de aspirantes.
Mientras vendías en el tianguis, frente a la antigua plaza de
Yecapixtla, no dejabas de reflexionar la invitación que hiciera el adolescente aspirante a la Normal. Al caer la penumbra, llegaste a una conclusión:
integrarte a la movilización de aspirantes. Supusiste que
valía la pena construir otro mundo posible, otro SUEÑO, otra utopía,
la de profesor de educación primaria. Regresaste a la casa de tus padres
indios sin tierra con la ilusión de ser
maestro. Cayendo la noche, confesaste la idea
a tu madre, mientras cenaban a un costado del tlecuil (aposento
del comal) y el fuego del chinamil (tallo de la planta de
maíz):
—Me
voy al movimiento de la Normal—dijiste con seguridad a tu madre Choletzi.
—Solemnemente y sin mirarte a los
ojos, tu madre asentó con la cabeza.
Después de la
cena, tomaste la cobija menos maltratada y partiste a la
Normal-Cuautla. Al llegar, te entrevistaron unos jóvenes que hacían guardia en
la entrada de la escuela, luego te condujeron al local del Consejo Estudiantil.
Los consejeros te dieron a conocer las reglas del juego político del aspirante.
Desde allí, una nueva odisea comenzó en tu proyecto de vida. El movimiento político
estudiantil te atrapó, una esperanza llena de ilusiones te envolvió.
Viste una pequeña luz de esperanza, que podía iluminar las leyes oscuras de la
historia de tu pueblo de indios, tu historia.
El Ché: Escuela Normal Urbana Federal de Cuautla, Morelos. Foto tomada de la Red.
Las
estrategias políticas.
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Breve historia de la Normal rural de Tenería:
Desde sus inicios
(1926) las normales campesinas se propusieron: a) preparar académicamente a los
maestros para el trabajo de incorporación cultural que les era encomendado, b)
prepararlos para el trabajo en las comunidades rurales, y c) prepararlos
prácticamente en agricultura y crianza de de animales, oficios e industrias
rurales, a fin de promover el progreso de las comunidades. Sobre este
proyecto global, en 1927, el Gobierno del Estado de México creó la Escuela
Granja de Tenería, en el Municipio de Tenancingo. La escuela tenía el objetivo
de enseñar a los campesinos técnicas de explotación de la tierra, cría de
animales y pequeñas industrias rurales. En el mismo año, la Escuela Granja de
Tenería se transformó en Escuela Central Agrícola para llevar al campo
una educación práctica. En 1934,fue transferida a la Secretaría de Educación
Pública como Escuela Regional Campesina (ERC). El objetivo de este nuevo
proyecto educativo consistía en: desarrollar una educación de tipo práctico, colaborar
con las escuelas rurales de la región, llevar la educación a todos los rincones
e investigar las condiciones y características de la explotación
agrícola. El fracaso de las ERC condujo a la creación de las normales rurales.
El Plan de estudios de la normal rural abarcaba seis años: tres de secundaria y
tres de normal.
Cfr.
AGUIRRE, Beltrán. Gonzalo. Teoría y práctica de la educación
indígena, Sep/Setentas, México 1973. Pp. 118-119.
Cfr. CIVERA, Alicia. La
escuela Regional Campesina de Tenería, en: Galván, Luz Elena,
Lamoneda, Mireya, et. al. Memorias del primer simposio de educación,
CIESAS, México 1994. 419-432.
Cfr. GALÍNDEZ, Araujo
Francisco. Política educativa de México, ENS/UAG, México
1980.
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Tu arribo a la
Normal rural de Tenería, al igual que otros compañeros, fue por la vía
política. En Cuautla, Estado de Morelos, no pudiste ingresar a la Normal Urbana Federal, debido a la reforma normalista neoliberal de 1984, que que había universitado la profesión de maestro y que te había
excluido por ser indio. La Reforma educativa sólo permitía
ingresar a estudiantes que habían terminado el nivel medio superior, no a los egresados de secundaria. Por ello,
en el verano del mismo año, un grupo de aproximadamente ciento veinte
aspirantes, hombres y mujeres, egresados de secundarias generales, técnicas y
telesecundarias, intentaron, ingenuamente, frenarla. Tu aspiración era
inocente, pero legítima. Mientras el discurso del poder decía que el decreto
presidencial era irreversible, ustedes entendían que su movimiento de
aspirantes no representaba un capital político de contrapeso. O quizá,
inconscientemente, sabían que esas sartas de decretos, eran sólo máscaras del
poder. En fin, el movimiento de aspirantes terminó cuando el Secretario de
Educación Pública del Estado de Morelos, propuso enviarlos a las normales
rurales para participar en el proceso de admisión. Conscientes de representar
un capital político débil, aceptaron los internados de Amilcingo propuesto para
las mujeres y Tenería, para los hombres.
Más tarde, hombres
y mujeres quitaron la bandera roja y negra de la Normal-Cuautla. Tomaron sus
cobertores, una que otra muda, el morral de cobija y algún manual marxista. Los
varones partieron a la desconocida Normal rural de Tenería,
estado de México. En el trayecto Cuautla-Tenería, sentían el nacimiento de una
nueva esperanza, sentían propia la razón y el derecho inalienable de la
educación pública. La intensa actividad política pre-normalista les había
enseñado que para tener el derecho a la educación pública y gratuita, habría
que exigirlo y exigirlo implicaba la lucha social y política de manera permanentemente.[2] Así
era el mandato de su condición de hijos de indios y campesinos sin
tierra, excluidos de la educación pública.
Mural: Escuela Normal Urbana Federal de Cuautla, Morelos. Foto tomada de la Red.
El movimiento de
aspirantes había sido tu escuela política, aprendiste a participar
en brigadas, a colectar fondos
económicos, a negociar con las autoridades y empresarios, a hacer y
difundir propaganda política: a hacer y distribuir volantes o panfletos, a usar
el mimeógrafo, a hacer pancartas; a organizar mítines; a saber qué decir y no
decir de los acuerdos políticos; a hacer un discurso en los camiones; a negociar
con los conductores de las unidades; a descender a los pasajeros; a vincularte
con las organizaciones sociales democráticas de campesinos, obreros,
comerciantes, maestros, colonos; a tomar la dirección en una asamblea; a hacer
alianzas políticas; a enfrentar políticamente a los cuerpos de seguridad. En
particular, aprendiste a construir tu propia utopía social: un mundo para
todos. Una utopía de adolescentes hijos de
campesinos, familia numerosa y escasos recursos económicos (frase
fosilizada entre los alumnos de las normales rurales), sin otra alternativa
para el futuro. No tenías más: o servías “aunque sea para
maestro” o servías para elevar los índices de indios
jornaleros sin tierra, que ofrecían su fuerza de trabajo, en el
Mercado nuevo de Cuautla.[3]
Tu primera excursión en la Normal Rural de Tenería, estado de México.
Mientras la noche
vigilaba tu trayecto, tú, indio invisible, tarareabas la letra
poética que representaba, en ese momento, tu utopía: “Yo quiero que a mi
me entierren, como a mis antepasados...” (Salvador Allende), en la interpretación de Canzionere Internationale.
“Yo quiero que a
mí me entierren
Como a un
Revolucionario
Envuelto en
bandera roja
Y con mi fusil a
un lado...”
La poesía y el
canto mitigaban tu sed de justicia, por la inequidad del acceso a la educación
pública; te animaban a buscar el rostro de la democracia: una reforma educativa
que te incluyera; te generaba la fuerza que desafiaba los límites de tu
libertad: la manifestación libre de tus ideas: el derecho a que pienses
libremente y el derecho a decir lo que piensas.
Por fin, llegaste
con tus compañeros a la normal de Tenería, a media noche y a media luna. Frente
al portón, representantes del Consejo estudiantil y aspirantes los esperaban.
De repente, estuviste frente a un mural donde leíste: “Cuando el pueblo
nace, la Revolución se hace” F. Engels; más adelante: “Por la
liberación de la juventud y clase explotada”. Al final: “Todos
los pueblos uníos” C. Marx.
Escuela Normal Rural "Lázaro Cárdenas del Río", Tenería, estado de México.
Foto tomada de la Red.
[1] Dícese a los
camiones trasporte de pasajeros (de los años ochenta) que también trasportan
cualquier tipo de mercancía.
[2]Luchar: en
el léxico de los normalistas rurales tenía el
equivalente a la resistencia política, al compromiso político
permanente con los estudiantes, la clase campesina y obrera, en general, con
los movimientos sociales democráticos
[3] En el sector
campesino, la falta de capital cultural, económico y social, los jefes de
familia suelen decir a sus hijos: “Estudia aunque sea para maestro”. La
profesión de maestro es uno de los últimos recursos formativos
de los hijos de indios y campesinos, la carrera menos costosa y la
más corta hasta antes de la universitación. Universitación de
la educación Normal refiere al decreto presidencial de 1984
que incorpora el bachillerato a la formación normal,
eleva la Normal básica al nivel universitario: pasó de cuatro a
siete años.
(Parte
II/III)
En la
Normal-Cuautla, la Reforma a la educación normal se impuso sin una resistencia
política estudiantil, pero en Tenería tuvo otra historia. Estudiantes de base
de Tenería y ustedes, los aspirantes, frenaron su avance. En el
verano de 1984, desde sus trincheras escolares, la combatieron y resistieron.
Tú estabas ahí. Eras participe y testigo ocular de la revuelta contra la Reforma.
Buscabas, junto a ellos, revivir la letra muerta del artículo tercero
constitucional, el derecho a la educación pública: el derecho a tener un lugar
en el sistema de internado de la Normal.
En ese momento, el
PRI-Estado y la Secretaría de Educación Pública (SEP) negaban el ingreso de
aspirantes con secundaria a la Normal. Sin embargo, la intensa
movilización estudiantil los obligó a retroceder: a aceptar el ingreso de
aspirantes con secundaria para que hicieran su bachillerato y normal, en el
sistema de internado.
Esa misma noche, representantes del Consejo
estudiantil de la Normal te dieron información práctica y te citaron al día
siguiente, a la siete de la mañana, en un lugar conocido como Las
Galeras. Más tarde te incorporaron al grupo de aspirantes de
Tenería, al grupo de los mentados Pelones. Entonces,
pudiste unir tu voz a otras voces. Juntaste tus esperanzas para exigir que el
régimen en turno cumpla con el mandato constitucional de educación para todos:
pública, laica, gratuita y obligatoria. En tu búsqueda del derecho a
la educación pública, te apropiaste del himno Venceremos (propio
de los países ex socialistas). Cantaste, in situ, las estrofas:
“Desde el hondo
crisol de la patria
Se levanta el
clamor popular
Ya se anuncia la
nueva alborada
Todo el pueblo
comienza a cantar...
Venceremos,
venceremos,
Mil cadenas habrá
que romper...”
Todas las mañanas
entonabas, en un ambiente litúrgico, el himno Venceremos:
puño izquierdo en alto, pecho erguido, posición de firmes y en columnas. Tu
voz, junto a las demás voces, retumbaba entre los muros corroídos de Las
Galeras. No buscabas el poder, sólo pedías que te vieran, que te
incluyan en las estadísticas del sistema educativo nacional, sólo pedías que tu
nombre apareciera en las listas escolares del profesor y que ocuparas un lugar
en el salón de clase de la Normal. Iniciaste el aprendizaje de las estrategias,
las reglas del juego político estudiantil. De las formas de combate y
resistencia política de los normalistas rurales.[1] Meses
después, fuiste aceptado como alumno o estudiante de base. Paulatinamente
empezaste a integrarte a las brigadas de propaganda, a participar en las
asambleas de grupo y general (de toda la sociedad de alumnos), de Consejo
estudiantil, en la formación de cuadros, en las comisiones de negociación, en
la vinculación con la lucha de los campesinos de Ocoyoacac
y vendedores ambulantes de Toluca, en el estado de México.
La formación en la
praxis política.
Por fin, iniciaste
tu formación de maestro de primaria, en la Escuela Normal Rural “General Lázaro
Cárdenas del Río”, Tenería, Tenancingo Estado de México. El internado tenía
aproximadamente 530 alumnos varones (ciclo escolar 1984-1985). Tus compañeros
provenían, principalmente, de los estados de Oaxaca, Morelos, Estado de México,
Puebla, Tlaxcala. La práctica política era importante en la vida escolar. Las
normales rurales se agrupaban en la Federación de Estudiantes Campesinos
Socialistas de México (FECSUM). Adquiriste la ideología (o mejor dicho, una doctrina)
de Lucio Cabañas Barrientos, ex-alumno de la Normal rural de Ayotzinapa,
Guerrero; Genaro Vázquez y Arturo Gámiz, entre otros. En tu primer ciclo
escolar, la FECSUM aglutinaba las siguientes Normales rurales:
(Varones) (Mujeres)
Tenería,
México; Amilcingo,
Morelos;
Tiripetío,
Michoacán; Panotla,
Tlaxcala;
Atequiza,
Jalisco; Saucillo,
Chihuahua;
Aguilera,
Durango; Teteles,
Puebla;
El Quinto,
Sonora;
Cañada Honda, Aguascalientes;
Ayotzinapa,
Guerrero;
Tamazulapan, Oaxaca.
El Mexe, Hidalgo;
Etzelchacán,
Campeche;
San Marcos,
Zacatecas;
Mactumactza,
Chiapas.
En general, la
ideología política (o doctrina) venía del marxismo, leninismo,
marxismo-leninismo o maoísmo.[2] El
marxismo-leninismo destacaba como la doctrina política dominante a nivel
nacional y también de Tenería. Muchos integrantes de los Consejos
estudiantiles compartían esta ideología o visión de mundo ortodoxa. Entendías
la política como el conocimiento de las tres partes integrantes del
marxismo-leninismo: filosofía dialéctica, materialismo histórico y economía
política. Tu doxa política no sólo se alimentaba de
las teorías marxistas, sino también de las revistas venidas de los países
socialistas: Cuba, U.R.S.S., China, Albania, entre otros.
Maestro Misael Núñez Acosta. Normal Rural de Tenería, México.
Foto tomada de la Red.
En el periodo
1984-1991, las tareas más importantes de ustedes, los normalistas rurales, se
orientaron a fortalecer la estructura nacional de la FECSUM y a rechazar la
política educativa del régimen en turno (Miguel de la Madrid Hurtado). Esto era
así, porque año tras año, la SEP intentaba recortar la matrícula de ingreso, es
decir, reducir las becas de estudiantes, aceptar menos matrícula que el número
de egresados. Esta era una de las causas por la que el Consejo estudiantil
hondeaba, al inicio de cada ciclo escolar, la bandera roja y
negra. Exigía la permanencia de la matrícula de los que egresaban,
mayor presupuesto en alimentación, plazas laborales automáticas a
los egresados, liberación de maestros presos de conciencia, cese a la represión
de los movimientos sociales, desmilitarización de las regiones campesinas (por
ejemplo, la Huasteca Hidalguense), fortalecimiento académico, etc. El
movimiento político estudiantil tuvo, en varias ocasiones, efectos positivos,
logró resolver varias demandas secundarias del pliego petitorio. Por ejemplo:
-Reducción
del pasaje estudiantil en 50 %, en las rutas de Tenancingo-Toluca,
Tenancingo-Ciudad de México.
-Cooperación en
especie del Municipio de Tenancingo para realizar los
viajes políticos (congresos de la FECSUM., manifestaciones) o los
viajes de estudios.[3]
-Detener las
propuestas de la Secretaría de Educación del Estado de México que intentaba
normar la actividad política estudiantil.
-Sustituir
profesores que intentaban militarizar la escuela y el salón de
clase mediante una disciplina sin consenso.
-Dotaciones de
libros actualizados para la pequeña biblioteca.
-Reparar los
dormitorios (edificios) de los estudiantes y las instalaciones de la
institución.
-Aumentos de
Partidas de Recreación Escolar (“El P.R.E.”, popularizado entre los
estudiantes).
-Dotaciones
de uniformes, útiles deportivos, cobertores.
La huelga de
septiembre de 1984 fue la más significativa en tu formación política
estudiantil. Fue cuando comprendiste que el Consejo estudiantil, el órgano
máximo de representación de la comunidad escolar, tenía una alta
responsabilidad ética en la sociedad de alumnos: mantener la autoridad legítima
entre estudiantes y autoridades administrativas, porque construía consensos y
negociaba con los funcionarios del gobierno del Estado de México. A
partir de ahí, te transformaste –según tu discurso de la época- en enemigo (no
adversario) de la clase política en el poder, la clase social media y la clase
burguesa nacional. Apasionadamente, participaste en todos los actos
políticos: manifestaciones, mítines, retención de unidades de
trasporte público, paro de labores, expulsión de profesores y directivos,
pintas en los muros de Toluca y Tenancingo, entre otros. De esta manera,
reivindicabas el derecho y goce de la educación pública. Entendiste
que la clase política local en el poder establecía sus relaciones políticas con
base a la presión política ejercida en cada huelga estudiantil. Aprendiste que,
a determinada presión, determinada negociación. Aprendiste que ningún diálogo
político entre estudiantes y funcionarios de los diferentes niveles de gobierno
era producto de la voluntad política, sino de las relaciones políticas de
fuerza.
Paralelamente a tu
formación normalista, vino del exterior otra experiencia significativa, tu
participación en el movimiento estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma
de México, en el otoño de 1986. El Comité Central de las normales rurales
participó activamente en la formación del Consejo Nacional de Huelga, para
rechazar la Reforma universitaria, en la época de Carpizo. Que por cierto,
generó una intensa movilización universitaria. Esta experiencia, en tu calidad
de asistente, la hiciste junto a uno de los importantes dirigentes
de la Normal de Tenería, destacado representante de una de las
fracciones políticas estudiantiles en el poder, la más distanciada del
sindicato de trabajadores docente, administrativo y manual de la
institución: René Barrera Flores. Este destacado líder o dirigente
defendía intereses estrictamente estudiantiles. Su independencia era la fuente
más importante de legitimidad y autoridad política. Su liderazgo se distinguía
de otros grupos políticos de estudiantes ligados a partidos políticos (como el
Partido Socialista Unificado de México), o vinculados a profesores o a la
administración de la institución, marcados por intereses de grupo o personales.
Pero sabías que la
legitimidad de la base estudiantil no garantizaba automáticamente la toma del poder
o la permanencia en el poder estudiantil. Era necesaria la disputa interna por
el poder. Era necesaria la batalla política en los salones de clase, comedor,
dormitorios, asambleas de Consejo estudiantil, asambleas generales. Cinco años
más tarde, después que ocupaste algunas carteras en el consejo estudiantil,
tuviste el privilegio de formar parte del Comité de Lucha (órgano máximo que
tomaba la dirección de las huelgas), en el ciclo escolar 1989-90. En esa
huelga, hicieron la misma demanda al gobierno en turno: apertura de la normal
rural a estudiantes egresados de secundaria. Por la huelga, lograron que
estudiantes con secundaria ingresaran a la normal bajo la modalidad de
internos. Empero, la huelga del ciclo 1990-1991 fue desmembrada por el
PRI-Estado. Las represiones y asesinatos de estudiantes de otras normales
pertenecientes a la FECSUM., fracturaron el movimiento político del normalismo
rural. La derrota política condujo a la separación del bachillerato del
sistema de internado. Las autoridades educativas locales fundaron el
Bachillerato Pedagógico, en Ixtlahuaca Estado de México. La articulación entre
bachillerato y normal, una conquista estudiantil, entraba a un proceso de desarticulación.
La Normal rural de Tenería se cerraba a estudiantes indios y campesinos
egresados de secundaria. Sólo seis años duró la resistencia política de los
normalistas rurales. El movimiento estudiantil de Tenería estaba debilitado, el
modelo de resistencia política estaba, posiblemente, agotado.
[1] En la
perspectiva de Gramsci, la lucha política es una especie de guerra, cada
político está posicionada en su trinchera. GRAMSCI, Antonio. Cuadernos
de la cárcel, Era, México. 1984
[2].En la normal
rural, activista se decía a aquel que hacía suyos los estatutos
políticos de la FECSUM, así como también el reglamento
político interno de cada normal rural.
[3] La frase “Viaje
de estudios” era la forma legítima para solicitar apoyo económico o
en especie a las dependencias gubernamentales.
(Parte III/III)
En esa época, la
formación docente era un problema delicado para la Normal de Tenería. La
imposición del proyecto educativo neoliberal y el dogmatismo estudiantil
contribuían a la perpetuación de una enseñanza de cuestionable excelencia. La
doctrina marxista-leninista se trasladaban a los salones de clase. El
adoctrinamiento ideológico no te permitió saber qué era, realmente, la filosofía
dialéctica, la economía política o el materialismo histórico. Sólo memorizabas
o repetías consignas. Nunca te preocupaste por leer las obras completas de los
titanes del pensamiento materialista. Tu incompetencia lectora te llevó a tener
una visión maniquea del mundo: la “burguesa" y la "proletaria",
la buena y la mala, la dominante y la del dominado, revolucionaria y
reformista, etc. Esta visión ortodoxa, te hacía ver de manera natural, una
evaluación semestral de cualquier asignatura, por acuerdo de grupo. Por su
parte, las autoridades educativas de la entidad también contribuían en la
degradación formativa de profesores rurales. La SEP no promovió, en ningún
momento, una educación de EXCELENCIA. Constatabas que los Planes y programas de
estudio, de cuatro y siete años, eran los mismos, que algunas materias sólo
habían cambiado de nombre. Por ejemplo, en séptimo semestre, “Práctica docente”
pasó a denominarse “Laboratorio de Docencia”. En ambas materias, el contenido y
la forma eran los mismos, sólo cambió el nombre. De la misma manera, los
profesores del Plan de cuatro años formaban a los del Plan de siete años. Al
interior de la comunidad estudiantil, la Reforma sólo generó ironías
entre Licenciados (del Plan de siete años) y Normalistas (del
Plan de cuatro años). Por ejemplo, si en la fila para entrar al comedor (desayuno,
comida o cena), creabas desorden, los compañeros del Plan de cuatro años te gritaban
con ironía: ¡Fórmate, Licenciado¡ Licenciados y Normalistas no veían las
diferencias en la formación profesional, porque compartían el mismo discurso
académico, la misma enseñanza, la misma cultura escolar. La
universitación de la formación normal estaba hueca, no existía ni la docencia,
ni la investigación ni la extensión UNIVERSITARIA, partes vertebrales de la
educación superior. En suma, sabías que la SEP de la entidad (ahora Servicios
Educativos Integrados al Estado de México, SEIEM) conocía esta falla en la
formación docente, pero no hacía nada, porque su tarea era imponer, a toda
costa, el proyecto educativo neoliberal. También sabías que el dogmatismo
ideológico no te conducía al crecimiento del pensamiento y que tenías que salir
de ahí.
Normal de Rural de Tenería, 1935. Foto tomada de la Red.
Ante el abandono de la SEP y el adoctrinamiento ideológico estudiantil, a
mitad de la carrera, intentaste acercarte a otra interpretación política
y filosófica. Sin duda, tu búsqueda era débil, ingenua o absurda, porque
buscabas otras interpretaciones políticas y filosóficas, sin haber leído, a
conciencia, las monumentales obras del materialismo. Tu incertidumbre a las
obras de Carlos Marx, estaba fundado en la ignorancia o el adoctrinamiento
ideológico. No tenías ninguna razón para rechazar o dudar los siguientes títutlos:
“Manifiesto del Partido Comunista”, “Los Anales Franco-Alemanes”, “La Guerra
Civil en Francia” "El Capital", "La Sagrada Familia" de C.
Marx (y Engels); "Obras Escogidas", "Materialismo y
Empiriocriticismo", "Cuadernos Filosóficos" de Lenin;
"Obras Escogidas" de Kim Il Sung, "Diario” del Ché
Guevara, "Mao” de Ross Terril, entre otros. Pero lo hiciste, porque
habías caído en el radicalismo izquierdista, en el fundamentalismo ideológico.
Incluso, llegaste a pensar que la música de José de Molina era la auténtica
cultura popular, que el arte del Centro Libre de Experimentación Teatral y
Artístico (CLETA) era el criterio del arte en general, y que, a
contrario sensu, la música de trova era pequeño-burguesa, que debía
combatirse. Estabas, pues, alienado, extraviado, eras un extranjero en tu
propio cuerpo, en tus propias ideas.
Entre tus
vaguedades, pensaste que la filosofía existencialista (K. Jasper, P. Sartre, E.
Husserl)[1],
resolvería tus ideas caóticas. La veías como un horizonte ideal, porque
reconocía al sujeto, a la conciencia, a la razón, a la voluntad. Cuestiones
ontológicas contrarias al marxismo-leninismo. Sabías que la filosofía del
sujeto estaba condenada a la clandestinidad, no se podía hablar de ella, porque
era pequeña-burguesa, no servía para hacer la revolución. Pero entre más
clandestina, más te interesaba entenderla y reflexionarla. La lucha contra la
precariedad académica y el pensamiento ortodoxo, te obligaron a tomar distancia
del marxismo-leninismo. Por eso, comenzaste a acercarte a los talleres de
investigación educativa, en el Instituto Superior de Ciencias de la Educación
del Estado de México.[2] Empezaste
a reflexionar la educación como hecho educativo. A partir de ahí,
supusiste que muchos de los malestares del sistema educativo podían resolverse,
antes que se hiciera o llegara la
“revolución”:[3] que
las posibles soluciones de los malestares educativos podían venir desde el
conocimiento del fenómeno educativo, no de la revolución. Esta idea se contraponía
a la defendida por los estudiantes ortodoxos: resolver el malestar educativo
después de la "revolución armada", cuando los obreros y campesinos
(la clase explotada en general) estuvieran gobernando y alguno de los normalistas
rurales ocupara el "Ministerio de educación popular".[4] Tu
propuesta era ingenua: partías del principio de que la escuela o el salón de
clase eran fuentes reales y legítimas de poder del maestro. Sin embargo,
estabas consciente de tus debilidades intelectuales, sabías que no sabías,
sabías que ignorabas la teoría social. Tus preocupaciones académicas se
hicieron obligaciones, entonces ingresaste a la Universidad Pedagógica
Nacional, Unidad- Ajusco, en agosto de 1992. Te integraste a esa supuesta
universidad de los maestros. Mientras eras maestro rural, frente a grupo,
cursaste la Licenciatura en Sociología de la Educación. En esa universidad,
tuviste un mejor contacto con las Ciencias Sociales, en particular con el fenómeno
educativo.
Nacimiento del
discurso institucionalizado.
Haber pasado siete
años en las aulas, la escuela rural, las manifestaciones, las asambleas, los
congresos, el consejo estudiantil, el comedor, los dormitorios, no era
una garantía para que fueras reconocido como profesor de educación
primaria. Te faltaba la legitimidad institucional. Ésta sólo podía venir del Acto
de protesta de ley, un acto que simulara evaluar la tesis intitulada: “Los
derechos educativos de los niños en la escuela primaria”. Ese día, al
final del Acto de protesta, en tu papel de iniciante y
el jurado, en su papel de oficiante, te tomaron protesta. Uno
de los oficiantes, extendió horizontalmente el brazo y te preguntó en un
registro formal:
“—¿Protesta
Usted ejercer la carrera de Licenciado en Educación Primaria con entusiasmo y
honradez, velar siempre por el prestigio y buen nombre de esta escuela
que le otorga su título y continuar esforzándose por mejorar su
preparación en todos los órdenes para garantizar los intereses de la juventud y
de la patria?”
Entonces,
extendiste también el brazo derecho y respondiste:
—¡Sí protesto!
El oficiante
remató:
—¡Sí así lo hiciere Usted, que
sus alumnos, compañeros y la nación se lo apremien y si no, se lo demanden!
Después de este
acto, entendiste que la “tesis” no era el documento más importante, sino el
acto litúrgico, el ritual del Acto de discurso de protesta ley. Ese Acto
de discurso te hizo profesor legitimado, te autorizó un discurso para que
hables en nombre de la educación pública, pero no del discurso educativo
neoliberal, sino el discurso institucional. Te delegó autoridad legítima: te
otorgó el grado de Licenciado en educación primaria. Fue el que te condujo a las
escuelas primarias de los barrios urbanos de Tulpetlac, Ecatepec, Estado de
México.
Tu graduación de la Normal de Tenería.
Tu hermana Irma Cera Tecla y tu cuñado Natanael Farfán Romero.
Al final, la
Escuela Normal Rural de Tenería, había cumplido, contigo, su objetivo, el mismo
que la había hecho nacer en la etapa posrevolucionaria: TE HABÍA DESINDIANIZADO,
TE HABÍA CIVILIZADO, PARA INTEGRARTE A LA NACIÓN MEXICANA O A LA
SOCIEDAD NACIONAL.
[1] JASPER,
Karl. La filosofía desde el punto de vista de la existencia, FCE,
México 1985.
SARTRE,
Paul. Crítica de la razón dialéctica, Losada, Argentina 1960.
[2] La primera
constancia que tuviste refiere al "Encuentro Estatal sobre
Investigación Educativa en el Estado de México", 15,16 y 17 de
noviembre de 1989.
[3] Debate entre
estudiantes marxistas o leninistas ortodoxos, por un lado, los que
suponían que había que hacer las condiciones para la
revolución y, por otro, quienes creían que las condiciones habría
que esperarlas. Tú, creías en la primera alternativa.
[4] Este
principio de “solución o revolución”, era muy compartido
entre fanáticos activistas. Creían que la actividad
política de los estudiantes siempre era ajena a los partidos políticos, pues no
creían en la democracia representativa. Por tu parte, en esa
época, leías el libro de Pablo González Casanova: “La democracia en
México”. Entendiste que, efectivamente, el PRI-Estado y el régimen
autoritario no permitían hablar de un sistema de partidos políticos. Las tesis
de este libro reforzaba tu formación política radical. Por eso, creías que el
problema de la crisis educativa en México, no podía resolverse a partir de una
medida reformista, sino, a partir del cambio estructural de
la sociedad: a partir de la revolución.