Estimados ciberlectores: les
comparto un recuero de mi época de estudiante universitario. En esta obra de
teatro, intentamos dar a conocer el pensamiento de los indios de Tetelcingo: la
filosofía mosiehuale. Establecemos un diálogo entre la filosofía mosiehuale y
otras formas occidentales de pensamiento. La obra de teatro, fue dirigida y puesta
en escena, por la doctora en Lingüística,
Laura Hernández Martínez, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana. La
Dra. Hernández Martínez es, dicho sea de paso, bisnieta del periodista de la
Revolución mexicana, el zapatista Don Paulino Martínez. La bisnieta del periodista
revolucionario, recupera, acuciosamente, el universo semántico del pensamiento mosiehuale.
Muchas gracias, doctora y amiga, Laura Hernández Martínez. Ciberlector: si te
interesa ver la puesta en escena, dale clic a la siguiente liga: https://bit.ly/3FqOcAo
¡Salud!
Tragedia del Sentido
Ernesto Cera Tecla
Personajes:
Bartolomé: Sabe que sabe
(filosofo académico)
Lintsi: Sabe que no sabe
(filosofa no académica)
Gregoria: No sabe que sabe
(campesino –poeta)
Jerónimo: No sabe que no sabe (lingüista)
Nahual: Sabe lo que las palabras
saben (hombre-espíritu).
Se abre el telón y comienza a sonar la rola de “La
historia de la no historia” de El maestro Rockdrigo González. El escenario
consiste en una calle defeña en donde se ven tan solo una banqueta y una barda
con un graffiti que reza: “La realidad no tiene base, esa es la base de la
realidad”. Termina de sonar la rola y el nahual dice el primer parlamento y
describe a los dos primeros personajes: Lintsi y Bartolomé. De la misma manera
el ángel demoníaco irá presentando cada personaje que entra en cada acto y dice
lo que Gregoria va pensando, cuando se
retira al final del tercer acto. También él será la voz del canto encantado
pero sin aparecer en el escenario.
Hoy, la noche cae
dándose de golpes en la espalda encurvada cuando rebota en la sementera de esta
triste ciudad defeña. Cae a las orillas de los pies desnudos de las bardas
amuralladas en la oscuridad. Aquí mismo, donde cada noche y noche nocturna
bajan las estrellas desnudas, las penas visibles a los iris insensibles. Hoy,
aquí, ahora en esta defeña ciudad la noche está desganada por sus moretones de
los golpes en las banquetas, pero alegres están sus ojos oscuros al ver de
frente los murales de los muros indolentes.
ACTO PRIMERO
Lintsi, filósofa
sin escuela, es en realidad una mujer que por folklore o conflicto de identidad
ha usurpado la indumentaria mixteca. Lintsi es delgada como un hilo de humo del
popocatépetl, pero no porque se parezca al humo, sino porque crece como una
flor en el patio de la casa y deja triste cuando perece en la tormenta.
Bartolomé, filósofo
de la escuela camina tranquilo, como pájaro que canta sin saber la escala
musical, en un pequeño jardín sin flores que agoniza de aire toxico. En la
axila izquierda lleva trepado un libro de pastas duras y viejas con un titulo
que apenas se ve a corta distancia: Taller
de expresión oral y escrita.
Lintsi: Que bien camina sin
pensar que caminas...
Bartolomé: No sabría nunca si
camino sin pensar...
Lintsi: No tiene “sentido” saber
el “saber” si se camina pensando o si se piensa al caminar.
Bartolomé: A priori, no tiene
sentido saber el “sentido” si no sabemos
qué es el saber del “sin sentido”.
Lintsi: El sentido es el “sin
sentido”. Nada hay ordenado, ni en las ideas ni el mundo.
Bartolomé: ¡¡No!! El “sin
sentido” es el sentido, el pensar
elaborado y ordenado.
Aun cuando los robles
intolerantes gritaran impacientes la necesidad inútil del uno mismo y del otro
diferente, o aún cuando los cantos de las ranas admiradas en verano
interrumpieran el canto de los pájaros cantores de primavera, la necedad de la
razón del raciocinio se impondría. Pues es verdad que no es verdad aquel brazo
de luz de esperanza que péndula en lo alto de la montaña. Allá, al pie cansado
de la casa de la luna. Pero la verdad se entiende junto a la esperanza, y
verdad y esperanza son cosas distintas. La verdad es un tajo cortado por la
razón del raciocinio y la esperanza es un suspiro inspirado del corazón. El
sentido es esperanza y no razón. Es una provocación de sí mismo. Es una
obedecer–escuchando aquel concierto musical que aparece en medio del escenario
de la oscuridad estrellada. El sentido aparece al compás de un viento silbante
que danza con los álamos y los pinos. Es una tormenta gritona que camina
indiferente. Un telón de fondo de nubes risueña sin ganas de llorar sobre la
tierra.
ACTO SEGUNDO
Gregoria, campesina
que no sabe de las letras, pero sí de las cosas de la naturaleza, tiene ojos
rebeldes que ven la oscuridad taciturna donde se cree que hay claridad
nocturna. En ellos se siente la profundidad invisible del océano, el fondo de
las aguas del golfo o las entrañas del caribe, el infinito de las facciones de
su superficie. Ella es uno de los últimos sabios tlamatine mosiehuale, los sabedores y bebedores.
Gregorio: Pero, ¿qué hablan
hombres racionales?
Lintsi: Del “sentido” como sin
sentido.
Bartolomé: ¡¡No!! Del “sin
sentido“ como el sentido.
Gregorio: ¿Qué acaso tiene
sentido hablar del sentido y del sin sentido?
Bartolomé: No para ti, pero sí
para mí. ¡Soy filósofo!
Lintsi: ¿Es neta que sólo el que
discute el sentido es el que vive mas pensando que el que vive mas actuando?
Eso que acabas de decir es una piña, Bartolomé. No hay idea o pensamiento que
no sea cotidianidad y si no fuera cotidianidad no seria idea o pensamiento.
Bartolomé: ¿... Y que tiene que
ver un campesino con un filosofo? ¿Uno que ama la planta con otro que piensa en
lo que la palabra ‘planta’ dice?
Lintsi: Todo menos lo que te
imaginas. El campesino tiene su saber, su creencia y su certeza. La palabra, y
lo que la palabra dice, están dadas tanto en ti como en él, y eso es lo que les
posibilita saber, creer, conocer y tener certeza.
Gregoria: Creo que no tiene
sentido el sentido. Tengo la certeza de que lo que sé es sin sentido como
saber. La doble fuerza o la fuerza de nuestro espíritu, es el sentido del sin
sentido es decir, el sentido del sentimiento del sentir de nuestro corazón. El
espíritu encarnado es el aire que revolotea frente a nuestros párpados y no lo
vemos, y no lo tocamos pero lo sentimos
y lo internamos. El espíritu encarnado es el aire que respira la razón, la
razón es muerta o es sin sentido si no hay en ella un espíritu encarnado.
ACTO TERCERO
Jerónimo es docto
en lingüística, pero también en una lingüística docta. Llega de cierto modo
raro como cargando decenas de letras entre sus prendas que cuando habla tal
parece que las toma prestadas y luego por sí mismas se acomodan en su lugar. Se
puede decir que es amigo de las letras. Amigo también de sonidos que influyen
en resbaladilla en los túneles mineros de su pecho. En la palma de su mano yace
un libro que deja leer un titulo en su lomo: Filosofía.
Jerónimo: ¿Cómo están?
No hacen caso.
Bartolomé: Pero Lintsi ¿Qué
tiene que ver conmigo, si soy filósofo, la pregunta sobre el signo lingüístico,
sobre el significante y el significado y la significación?
Lintsi: ¿Y por qué preguntas
cosas de filósofos si eres filósofo? Si tu trabajo consiste precisamente en
preguntarte cosas.
Bartolomé: Porque todo es duda.
Todas las cosas son un enigma para mí.
Lintsi: ¿Y por qué no dudas de
tu duda?
Bartolomé: Porque es duda y no
hay duda de la duda.
Lintsi: ¡Cálmate Descartes, no
descartes nada! ¿Apoco puedes demostrar que no existe la duda de la duda...?
(interrupción).
Bartolomé: Evidentemente... no.
Lintsi: ¡¡Eh ahí el problema!!
Interrumpe
Jerónimo.
Jerónimo: ¿De qué hablan?
No hay la menor
respuesta
Bartolomé: Sin embargo, sigo
sosteniendo que no haya relación entre campesino y filósofo.
Lintsi: ¿... Y entre el signo
y lo que es el mundo, y entre el signo y
el color que predomina en la mente?
Bartolomé: Bueno, quiero
decir...
Jerónimo: ¿Qué quieres decir y
no lo dices? ¿Acaso lo que dices no lo
quieres decir antes? Bueno, pongamos la “cosa” en su lugar.
Lintsi: ¿Qué es lo que está en
su lugar si no está donde el hombre quiere que esté? Una mesa, un cuaderno,
están porque se quiere que estén ahí, nada es de la nada, para el hombre todo
es causalidad de la casualidad.
Bartolomé: No, todo está
independientemente de la voluntad, pues los objetos tienen existencia al margen
de lo que los designa.
Jerónimo: ¡¡Objeto!! lo que
designa es la fuente de la existencia de lo que está.
Lintsi: ¡¡No!!, en realidad lo
que existe es verdad que existe al margen de lo que designa, pero lo que
designa no puede existir al margen del mundo o del referente que designa. La
presencia de las cosas me hace sin cesar preguntas de un dolor dilacerante,
llenando de perplejidad y horror mi cerebro. ¿Será la verdad falsa? Parece
realmente que sí. Ya que los sueños lo son todo y todo es sueño. Frente al
misterio, mi voluntad desfallece derrotada dentro de mi alma, y la razón
sucumbe como un cobarde al descubrir que cuanto más claras las cosas se
revelan, mayor misterio dentro de sí ocultan.
ACTO CUARTO
Gregoria se retira y va pensando: Creo en el mundo como creo en una margarita, porque lo veo con mis
palabras. Pero no pienso en él. Porque pensar es tanto como no comprender. El
mundo no se hizo para pensar en él (pensar es como estar enfermo de los ojos), el
mundo se hizo para mirarlo y sentirlo. Yo no tengo filosofía, tengo sentidos.
Si hablo de la naturaleza de la cosa, no es porque yo sepa lo que es, sino
porque la amo, y la amo por eso, porque quien ama no sabe nunca lo que ama, ni
sabe por qué ama, ni qué cosa sea amar.
Bartolomé: No tengo más que
decir de lo que no he dicho.
Lintsi: ¿Cómo, si eres filósofo?
Bartolomé: ¡¡No he de decir
más!! De lo que no se puede hablar es mejor callarse.
Bartolomé se
retira.
Ya la tarde es triste y oscura, hay vientos y mareas, tristezas y desencantos, los corazones de los hombres están agotados y no hace falta para ellos más que levantar sus ánimos. ¡No!, la tarde no es triste, se le hace triste. La tarde no es tarde, es un puño del tiempo, el puño del tiempo es el día, el día es un regalo cuando se piensa en el que se siente, lo que hace que el espíritu incluya al corazón. El día regalado es un día esperanzador, porque es un regalo del sol, una sonrisa de luna, una mirada de estrella, el beso del pez a las olas.
Se finaliza con la imagen de Lintsi meditando, luego
duerme; los otros también duermen por la fatiga de pensar, y al bajarse el
telón, entra la segunda parte de la rola de Rockdrigo.