viernes, 6 de mayo de 2022

 


Estimados ciberlectores: les comparto un recuero de mi época de estudiante universitario. En esta obra de teatro, intentamos dar a conocer el pensamiento de los indios de Tetelcingo: la filosofía mosiehuale. Establecemos un diálogo entre la filosofía mosiehuale y otras formas occidentales de pensamiento. La obra de teatro, fue dirigida y puesta en escena,  por la doctora en Lingüística, Laura Hernández Martínez, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana. La Dra. Hernández Martínez es, dicho sea de paso, bisnieta del periodista de la Revolución mexicana, el zapatista Don Paulino Martínez. La bisnieta del periodista revolucionario, recupera, acuciosamente, el universo semántico del pensamiento mosiehuale. Muchas gracias, doctora y amiga, Laura Hernández Martínez. Ciberlector: si te interesa ver la puesta en escena, dale clic a la siguiente liga: https://bit.ly/3FqOcAo

¡Salud!


Tragedia del Sentido

 

Ernesto Cera Tecla

 

 

Personajes:

 

Bartolomé: Sabe que sabe (filosofo académico)

Lintsi: Sabe que no sabe (filosofa no académica)

Gregoria: No sabe que sabe (campesino –poeta)

Jerónimo:  No sabe que no sabe (lingüista)

Nahual: Sabe lo que las palabras saben (hombre-espíritu).

 

Se abre el telón y comienza a sonar la rola de “La historia de la no historia” de El maestro Rockdrigo González. El escenario consiste en una calle defeña en donde se ven tan solo una banqueta y una barda con un graffiti que reza: “La realidad no tiene base, esa es la base de la realidad”. Termina de sonar la rola y el nahual dice el primer parlamento y describe a los dos primeros personajes: Lintsi y Bartolomé. De la misma manera el ángel demoníaco irá presentando cada personaje que entra en cada acto y dice lo que Gregoria va  pensando, cuando se retira al final del tercer acto. También él será la voz del canto encantado pero sin aparecer en el escenario.

 

Hoy, la noche cae dándose de golpes en la espalda encurvada cuando rebota en la sementera de esta triste ciudad defeña. Cae a las orillas de los pies desnudos de las bardas amuralladas en la oscuridad. Aquí mismo, donde cada noche y noche nocturna bajan las estrellas desnudas, las penas visibles a los iris insensibles. Hoy, aquí, ahora en esta defeña ciudad la noche está desganada por sus moretones de los golpes en las banquetas, pero alegres están sus ojos oscuros al ver de frente los murales de los muros indolentes.

 

             In memoriam: No nantzi, Choletzi Tetla, ipa nocho tlaxpona.

ACTO PRIMERO

 

Lintsi, filósofa sin escuela, es en realidad una mujer que por folklore o conflicto de identidad ha usurpado la indumentaria mixteca. Lintsi es delgada como un hilo de humo del popocatépetl, pero no porque se parezca al humo, sino porque crece como una flor en el patio de la casa y deja triste cuando perece en la tormenta.

 

Bartolomé, filósofo de la escuela camina tranquilo, como pájaro que canta sin saber la escala musical, en un pequeño jardín sin flores que agoniza de aire toxico. En la axila izquierda lleva trepado un libro de pastas duras y viejas con un titulo que apenas se ve a corta distancia: Taller de expresión oral y escrita.

 

Lintsi: Que bien camina sin pensar que caminas...

 

Bartolomé: No sabría nunca si camino sin pensar...

 

Lintsi: No tiene “sentido” saber el “saber” si se camina pensando o si se piensa al caminar.

 

Bartolomé: A priori, no tiene sentido saber el “sentido” si no sabemos  qué es el saber del “sin sentido”.

 

Lintsi: El sentido es el “sin sentido”. Nada hay ordenado, ni en las ideas ni el mundo.

 

Bartolomé: ¡¡No!! El “sin sentido”  es el sentido, el pensar elaborado y ordenado.

 

Aun cuando los robles intolerantes gritaran impacientes la necesidad inútil del uno mismo y del otro diferente, o aún cuando los cantos de las ranas admiradas en verano interrumpieran el canto de los pájaros cantores de primavera, la necedad de la razón del raciocinio se impondría. Pues es verdad que no es verdad aquel brazo de luz de esperanza que péndula en lo alto de la montaña. Allá, al pie cansado de la casa de la luna. Pero la verdad se entiende junto a la esperanza, y verdad y esperanza son cosas distintas. La verdad es un tajo cortado por la razón del raciocinio y la esperanza es un suspiro inspirado del corazón. El sentido es esperanza y no razón. Es una provocación de sí mismo. Es una obedecer–escuchando aquel concierto musical que aparece en medio del escenario de la oscuridad estrellada. El sentido aparece al compás de un viento silbante que danza con los álamos y los pinos. Es una tormenta gritona que camina indiferente. Un telón de fondo de nubes risueña sin ganas de llorar sobre la tierra.

 

ACTO SEGUNDO

 

Gregoria, campesina que no sabe de las letras, pero sí de las cosas de la naturaleza, tiene ojos rebeldes que ven la oscuridad taciturna donde se cree que hay claridad nocturna. En ellos se siente la profundidad invisible del océano, el fondo de las aguas del golfo o las entrañas del caribe, el infinito de las facciones de su superficie. Ella es uno de los últimos sabios tlamatine mosiehuale, los sabedores y bebedores.

 

Gregorio: Pero, ¿qué hablan hombres racionales?

 

Lintsi: Del “sentido” como sin sentido.

 

Bartolomé: ¡¡No!! Del “sin sentido“ como el sentido.

 

Gregorio: ¿Qué acaso tiene sentido hablar del sentido y del sin sentido?

 

Bartolomé: No para ti, pero sí para mí. ¡Soy filósofo!

 

Lintsi: ¿Es neta que sólo el que discute el sentido es el que vive mas pensando que el que vive mas actuando? Eso que acabas de decir es una piña, Bartolomé. No hay idea o pensamiento que no sea cotidianidad y si no fuera cotidianidad no seria idea o pensamiento.

 

Bartolomé: ¿... Y que tiene que ver un campesino con un filosofo? ¿Uno que ama la planta con otro que piensa en lo que la palabra ‘planta’ dice?

 

Lintsi: Todo menos lo que te imaginas. El campesino tiene su saber, su creencia y su certeza. La palabra, y lo que la palabra dice, están dadas tanto en ti como en él, y eso es lo que les posibilita saber, creer, conocer y tener certeza.

 

Gregoria: Creo que no tiene sentido el sentido. Tengo la certeza de que lo que sé es sin sentido como saber. La doble fuerza o la fuerza de nuestro espíritu, es el sentido del sin sentido es decir, el sentido del sentimiento del sentir de nuestro corazón. El espíritu encarnado es el aire que revolotea frente a nuestros párpados y no lo vemos, y no lo  tocamos pero lo sentimos y lo internamos. El espíritu encarnado es el aire que respira la razón, la razón es muerta o es sin sentido si no hay en ella un espíritu encarnado.

 

 

ACTO TERCERO

 

Jerónimo es docto en lingüística, pero también en una lingüística docta. Llega de cierto modo raro como cargando decenas de letras entre sus prendas que cuando habla tal parece que las toma prestadas y luego por sí mismas se acomodan en su lugar. Se puede decir que es amigo de las letras. Amigo también de sonidos que influyen en resbaladilla en los túneles mineros de su pecho. En la palma de su mano yace un libro que deja leer un titulo en su lomo: Filosofía.

 

Jerónimo: ¿Cómo están?

 

No hacen caso.

 

Bartolomé: Pero Lintsi ¿Qué tiene que ver conmigo, si soy filósofo, la pregunta sobre el signo lingüístico, sobre el significante y el significado y la significación?

 

Lintsi: ¿Y por qué preguntas cosas de filósofos si eres filósofo? Si tu trabajo consiste precisamente en preguntarte cosas.

 

Bartolomé: Porque todo es duda. Todas las cosas son un enigma para mí.

 

Lintsi: ¿Y por qué no dudas de tu duda?

 

Bartolomé: Porque es duda y no hay duda de la duda.

 

Lintsi: ¡Cálmate Descartes, no descartes nada! ¿Apoco puedes demostrar que no existe la duda de la duda...? (interrupción).

 

Bartolomé: Evidentemente... no.

 

Lintsi: ¡¡Eh ahí el problema!!

 

Interrumpe Jerónimo.

 

Jerónimo: ¿De qué hablan?

 

No hay la menor respuesta

 

Bartolomé: Sin embargo, sigo sosteniendo que no haya relación entre campesino y filósofo.

 

Lintsi: ¿... Y entre el signo y  lo que es el mundo, y entre el signo y el color que predomina en la mente?

 

Bartolomé: Bueno, quiero decir...

 

Jerónimo: ¿Qué quieres decir y no  lo dices? ¿Acaso lo que dices no lo quieres decir antes? Bueno, pongamos la “cosa” en su lugar.

 

Lintsi: ¿Qué es lo que está en su lugar si no está donde el hombre quiere que esté? Una mesa, un cuaderno, están porque se quiere que estén ahí, nada es de la nada, para el hombre todo es causalidad de la casualidad.

 

Bartolomé: No, todo está independientemente de la voluntad, pues los objetos tienen existencia al margen de lo que los designa.

 

Jerónimo: ¡¡Objeto!! lo que designa es la fuente de la existencia de lo que está.

 

Lintsi: ¡¡No!!, en realidad lo que existe es verdad que existe al margen de lo que designa, pero lo que designa no puede existir al margen del mundo o del referente que designa. La presencia de las cosas me hace sin cesar preguntas de un dolor dilacerante, llenando de perplejidad y horror mi cerebro. ¿Será la verdad falsa? Parece realmente que sí. Ya que los sueños lo son todo y todo es sueño. Frente al misterio, mi voluntad desfallece derrotada dentro de mi alma, y la razón sucumbe como un cobarde al descubrir que cuanto más claras las cosas se revelan, mayor misterio dentro de sí ocultan.

 

  ACTO CUARTO

 

Gregoria se retira y va pensando: Creo en el mundo como creo en una margarita, porque lo veo con mis palabras. Pero no pienso en él. Porque pensar es tanto como no comprender. El mundo no se hizo para pensar en él (pensar es como estar enfermo de los ojos), el mundo se hizo para mirarlo y sentirlo. Yo no tengo filosofía, tengo sentidos. Si hablo de la naturaleza de la cosa, no es porque yo sepa lo que es, sino porque la amo, y la amo por eso, porque quien ama no sabe nunca lo que ama, ni sabe por qué ama, ni qué cosa sea amar.

 

Bartolomé: No tengo más que decir de lo que no he dicho.

 

Lintsi: ¿Cómo, si eres filósofo?

 

Bartolomé: ¡¡No he de decir más!! De lo que no se puede hablar es mejor callarse.

 

Bartolomé se retira.


Ya la tarde es triste y oscura, hay vientos y mareas, tristezas y desencantos, los corazones de los hombres están agotados y no hace falta para ellos más que levantar sus ánimos. ¡No!, la tarde no es triste, se le hace triste. La tarde no es tarde, es un puño del tiempo, el puño del tiempo es el día, el día es un regalo cuando se piensa en  el que se siente, lo que hace que el espíritu incluya al corazón. El día regalado es un día esperanzador, porque es un regalo del sol, una sonrisa de luna, una mirada de estrella, el beso del pez a las olas.

 

Se finaliza con la imagen de Lintsi meditando, luego duerme; los otros también duermen por la fatiga de pensar, y al bajarse el telón, entra la segunda parte de la rola de Rockdrigo.