viernes, 8 de julio de 2022

Delegación política de Tetelcingo (Parte IV)

 

Delegación política de Tetelcingo

(Parte IV)

Ernesto Cera Tecla


Títulos primordiales, venta de tierras ejidales y estructura social tetelcinga.

En las Reflexiones I, II y III ( I: https://bit.ly/3xz1MOx, II: https://bit.ly/3tYg0Y3 y III: https://bit.ly/3yuzrdO) hemos expuesto varias ideas que nos conducen al entendimiento de la naturaleza jurídica de la Delegación política de Tetelcingo. En la primera Reflexión, explicamos cómo el “milagro mexicano” o crecimiento económico (1940-1970) del país, nunca llegó a Tetelcingo; también demostramos que la política agraria, que privilegió a la agroindustria privada, sólo generó escases de tierra y empobreció más a los mosiehualte; de igual forma, observamos que ambos factores propiciaron movimientos campesinos e indígenas en el estado de Morelos. En la segunda Reflexión, argumentamos que en los años setenta del siglo XX, las condiciones socio-económicas de los tetelcingas devinieron más graves: la pobreza y la desigualdad absorbieron tanto a los indios con tierra, como a los indios sin tierra; al mismo  tiempo, hicimos un comparativo entre Cuautla de principios del siglo XX y Tetelcingo de los años setenta y nos percatamos que el Municipio de Cuautla contaba con los servicios públicos básicos, mientras que, los indios mosiehualte morían de enfermedades curables, carecían de agua potable, escuelas, centros de salud, etc., retratamos a una clase dominante cuautlense que siempre ha despreciado y marginado a los indios tetelcingas, a pesar de ser tributarios (sujetos obligados de impuestos) y de producir el maíz y la tortilla que alimentan, en parte, al pueblo que lo somete y lo sojuzga. En la tercera Reflexión vimos, desde adentro, la crisis agraria en el pueblo, observamos que el despojo de los bienes ejidales y comunales fue resultado del contubernio y corrupción entre el gobierno municipal de Cuautla, el estado y la federación; del mismo modo, demostramos que el Municipio ha fomentado y utilizado la DIVISIÓN POLÍTICA para dominar, someter y explotar a los indios mosiehualte. En esta Reflexión (IV) abordaremos, de manera general, la modificación de la estructura de la tenencia de la tierra.  

 

Mosiehualte, 1910.


Industrialización, crecimiento demográfico y urbanización modificaron la estructura de la tenencia de la tierra en Cuautla. Hasta los años sesenta, la estructura de la tenencia de la tierra en Morelos permaneció, según Womak, relativamente intacta: más de 32 mil ejidatarios de 200 ejidos en la entidad poseían alrededor de 300 000 hectáreas de tierra de labor, bosques y pastos, que hacían un total de 80% de tierras útiles; mientras que alrededor de 10 000 propietarios particulares tenían el 20%, en lotes pequeños.[1] En particular, Cuautla tenía INTACTA la siguiente estructura de tenencia de la tierra: 1,929 ejidatarios de NUEVE ejidos poseían 10,622.73 hectáreas; en Tetelcingo, 402 ejidatarios tenían 1555 hectáreas . Sin embargo, esta estructura cambió radicalmente, en los años setenta, debido al proyecto de “industrialización” impulsado por los gobiernos en la entidad. La producción de la riqueza nacional en números prueba esta causal. Para la séptima década, la industria ocupaba el segundo lugar de la estructura sectorial del producto interno bruto (PIB) con el 26% y la agricultura 21%; en la década de los setenta, la industria aumentó al 36% y el campo disminuyó a la mitad, al 11%.[2] Estos datos muestran que la actividad agrícola dejó de ser el eje principal de la economía; el sector secundario (industria) y terciario (servicios) pasaron a ser los ejes prioritarios de los tres niveles de gobierno. A esta situación, se sumaron la migración (de 1960 a 1967, la proporción de migrantes en el estado, pasó de 36% a 50%), crecimiento demográfico y el proceso de urbanización acelerados: en tres décadas (40’ al 60’), Morelos pasó a 900,000 habitantes, Cuautla, 94,000 y Tetelcingo, 4,000. Los cuatro factores citados fracturaron la estructura de la tenencia de la tierra en la entidad, en Cuautla y en Tetelcingo. El ejido de Tetelcingo fue el más perjudicado, porque la clase política dirigente y la clase económica dominante impulsaron el crecimiento urbano en el norte de la ciudad, en los campos de los indios ejidatarios. Los indios ejidatarios (tetelcingas) fueron obligados a vender sus tierras. En general, la estructura de la tenencia de la tierra en Morelos fue, en los años setenta, arteramente alterada por el proyecto de industrialización, promovido por el régimen autoritario en turno.

 

El reemplazamiento del agro por la industria en los setenta, trajo consigo la distinción jurídica entre certificados de posesión (más tarde, certificados agrarios), que avalaban la posesión física de la tierra ejidal y los Títulos primordiales que amparaban la propiedad comunal de un pueblo. Los certificados de posesión amparaban la propiedad ejidal de la tierra, pero los Títulos primordiales (o Cédulas reales) amparaban las tierras comunales de los mosiehualte. Los 402 tetelcingas, beneficiarios de las dotaciones de 1924 y 1936, tomaron posesión física de sus parcelas, a título individual, sin embargo, el pueblo de indios mantenía la posesión simbólica del territorio, a título colectivo. Pero, ¿qué son las Cédulas reales o Títulos primordiales?  En México y pueblos originarios, son los documentos que establecen los “límites de las tierras de los indios.”[3] En 1567 el Marqués de Falces, virrey de la Nueva España, creó el fundo legal de los pueblos, que protegía las tierras de los indios, mismas que eran amenazadas por los españoles rapaces. Así, en 1687, la autoridad colonial concedió a las comunidades indias 600 varas a los cuatro vientos desde las últimas casas del poblado.[4]  Veamos el caso de Tetelcingo. Los Títulos primordiales del pueblo mosiehualte dicen en la carátula: “México, año de 1911. Tetelcingo pueblo antes Xochimilcacingo, del Dto. y Estado de Morelos.” Más adelante encontramos el mensaje lacónico de un pueblo rebelde, revolucionario, zapatista: “Don Francisco G. Amaro, vecino y comisionado de los vecinos de dicho pueblo, solicita TESTIMONIO de los TÍTULOS y documentos que AMPAREN LA PROPIEDAD de dicho pueblo…”[5] Al final, los mosiehualte obtuvieron copias certificadas de los Títulos primordiales que amparan legalmente el territorio,  según la autoridad virreinal de 1699.  Si desciframos el mensaje de los indios tetelcingas, tenemos que TESTIMONIO deriva del latín testimonium y éste de testis “testigo”, por tanto, testimonio es, stricto sensu, el relato de un testigo ocular. Testimonio es, lato sensu, la memoria histórica de un pueblo. TÍTULOS refiere al derecho de propiedad en particular, es decir, el derecho legal que tiene un pueblo a su territorio. Así, Títulos primordiales, significa, desde la visión de los mosiehualte zapatistas: Testamento o títulos legales que amparan la memoria y la propiedad territorial del pueblo de Tetelcingo. Al respecto, dice Womak: Emiliano Zapata pensaba que los Título primordiales eran documentos que amparaban legalmente las tierras comunales de los pueblos, pero también, eran el testimonio vivo que probaba la legitimidad territorial de los pueblos. Por esta razón, en una ocasión, cuando los federales atacaban a Cuautla, Zapata le dijo a Francisco Franco, a propósito de los Títulos primordiales: “Si los pierdes, compadre, te secas colgado de un casahuate.”  Más tarde, a principios de 1914, en el campamento “Pozo Colorado”, Zapata le dijo, según Womak, a un rebelde de Michoacán, enseñando los Títulos primordiales: “Por esto peleo”, no por los documentos, sino por el “testimonio de constancia y probidad”.[6] En otras palabras, los Títulos primordiales no sólo amparan legalmente las tierras comunales, sino también atesoran la historia y la cultura milenaria de un pueblo.  En fin, los certificados de posesión amparan las parcelas de los indios ejidatarios, pero los Títulos primordiales amparan la memoria, la cultura, la propiedad comunal (territorio) del pueblo tetelcinga.  Los indios ejidatarios han vendido sus parcelas, pero no el territorio. El territorio o los bienes comunales son bienes simbólicos inalienables  y pertenecen legítimamente a sus habitantes originarios y a quienes viven en ella.

 


La venta de tierras ejidales por los indios ejidatarios no implicó la abolición del territorio mosiehule.[7] En primer lugar, es imperativo entender que la venta de tierras ejidales (inalienables en los años setenta) no fue resultado de la VOLUNTAD del indio ejidatario, sino, fue resultado de una OBLIGACIÓN impuesta por la mano invisible (libre mercado). En otras palabras, fueron las relaciones económicas capitalistas que pusieron en el mercado las tierras ejidales de los indios (reléase, primer párrafo). Los beneficiarios no fueron los vendedores indios ejidatarios, sino los compradores abusivos, los impulsores del libre mercado: empresarios, fraccionadores, comerciantes, políticos corruptos de Cuautla (presidentes municipales, notarios, regidores, dirigentes de partidos políticos…), entre otros. El libre mercado encubaba, en esa década, el huevo de la serpiente, el que daría luz, en la siguiente década, al proyecto económico y político neoliberal, el que terminaría por hundir en la peor pobreza y desigualdad a los indios mosiehualte hasta nuestros días. En segundo lugar, las tierras ejidales otorgadas a los indios de Tetelcingo en 1924 y 1936, fueron apenas una parte de toda la TIERRA COMUNAL reclamada (reléase segundo párrafo). Por tanto, los indios ejidatarios que vendían sus tierras ejidales, vendían la parte material, pero no la parte simbólica, el TESTIMONIO o la parte histórica del territorio. Los indios ejidatarios eran o son dueños de la parte material de la tierra, pero NO del TESTIMONIO que ampara el territorio de un pueblo. Los propietarios del territorio están amparados por la iuris, por los Títulos primordiales. Los legítimos propietarios del territorio  son los habitantes originarios (indios sin tierra e indios con tierra), pero también, los inmigrantes que se autoadscriben como mosiehualte y que se han establecido en el territorio, desde los años sesenta del siglo pasado hasta nuestros días. En fin, los indios ejidatarios no vendieron sus tierras, el libre mercado los obligó a venderlas; el indio ejidatario vende la parte material de la tierra, pero no el significado histórico del territorio; el territorio es de los mosiehualte y de los inmigrantes que se autoadscriben como tal y todos tienen derecho a erigirse en Municipio libre, a autogobernarse. Todos tienen el derecho a vivir en un municipio indígena próspero, de bienestar: iguales, pero diferentes.

 

La erosión de la estructura de la tenencia de la tierra agudizó el rompimiento de la estructura social tetelcinga. Ante la escases de tierra, el reemplazamiento de la agricultura por la industria, la urbanización, migración, entre otros factores, el territorio indígena tuvo una reconfiguración. Empezó a fraccionarse la tierra ejidal (a pesar de ser inalienables) para uso urbano y con fines comerciales. Las tierras comunales y ejidales de los indios tetelcingas se convirtieron en objetos de despojo por parte de los fraccionadores residenciales, complejos comerciales y políticos corruptos del municipio de Cuautla. Además hay que agregar las expropiaciones de tierras para la apertura de carreteras, autopistas u otro. Paralelo a lo antes citado, en la misma década, se construyeron en la colonia Volcanes, Lázaro Cárdenas y Santa Bárbara una fábrica manufacturera y cuatro talleres donde se construían huacales (cajas de jitomate) y costales o sacos para empacar cebollas, ésto por la mano de obra barata. En el taller de costales trabajan 20 mujeres y les pagan 0.40 centavos por cada costal que cosían. En la CONASA trabajaban 16 tetelcingas. Los varones ganaban los mismo centavos  para hacer huacales (o cajas de jitomate). Nadie tenía prestaciones ni seguro social. El crecimiento urbano y la “industrialización” fomentaron el trabajo asalariado. La mano de obra femenina indígena se incorporó al mercado de trabajo.[8] Los indios mosiehualte dejaban paulatinamente la actividad agrícola y empezaron a participar en diversos oficios: albañiles, empleados de tiendas, músicos, pequeños comerciantes, jardineros, etc. Los profesionistas se contaban con los dedos, pero eran profesionistas de la carrera de los pobres: “maestros”. El elemento común de la nueva división del trabajo consistía en que todos los trabajadores indios tenían salarios de miseria, salarios que no cubrían la canasta básica, pues eran la MANO DE OBRA BARATA de las relaciones económicas capitalistas. Entonces, la erosión de la tenencia de la tierra ejidal provocó la conversión de los indios campesinos: se convirtieron en trabajadores asalariados, empleados, obreros, devinieron sujetos de explotación del capitalismo salvaje. Si en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, los indios habían transitado de la esclavitud a la libertad; en los años setenta, transitaron nuevamente, pero a la inversa: de la libertad a la esclavitud moderna, a la explotación capitalista, a la sobrevivencia con salarios miserables. Sin duda, las relaciones de dominación económica, no pueden establecerse sin las relaciones de dominación ideológica o simbólica. Es a partir de aquí, que la clase política dirigente y la clase económica dominante de Cuautla impuso una ideología falsa (una falsa realidad) a los indios de Tetelcingo. En esa ideología falsa les dicen a los indios que la lengua mosiehualcupa no tiene valor y los indios, la menosprecian; les dicen que ser indios es un atraso y los indios se desprecian así mismo y quieren ser mestizos, blancos; les dicen que sus hábitos milenarios de vida carecen de valor y los indios dejan la tinaja, el petate, las casas de adobe, etc. Y cuando el dominado se hace cómplice de su propia dominación, tenemos, dice Bourdieu, la dominación perfecta. La dominación perfecta significa pensar que las relaciones de explotación, sometimiento, etc., son normales, naturales, ahistóricas. Finalmente, la erosión de la estructura de la tenencia de la tierra desarticuló la estructura social tetelcinga fundada en la agricultura. El paso del rol de campesino al rol de asalariado no ha implicado ningún tipo de “modernización”, ni de “progreso” ni “bienestar”, ha implicado, más bien, una esclavitud moderna.  Por eso, la liberación del pueblo, la liberación de las relaciones de explotación y la liberación mental o ideológica del indio mosiehualte pasa, necesariamente, por la municipalización, por el autogobierno del territorio.

  

 

Continuará…

 

Post data 1.  Además, opino que el territorio y la autonomía deben regresar a manos de los mosiehualte y a quienes se autoreconocen como mosiehualteca, por la fuerza, si es necesario.


Post data 2. La consulta indígena va, pero no debemos olvidar las enseñanzas de nuestros abuelitos mosiehualte: la libertad y el territorio se defienden luchando, tomando conciencia de nuestra situación de clase y étnica y confrontando al poder. Los líderes indígenas-burócratas que basan su lucha en meros trámites administrativos y que luchan desde arriba, no son suficientes; se requieren también sujetos sociales  de transformación, sujetos de cambio, que luchen desde abajo, que organicen  un movimiento indígena, campesino y popular. 


Post data 3. Caminemos hacia la instalación de una Asamblea general permanente, el máximo órgano que podría garantizar el nacimiento del municipio mosiehuale. La Asamblea general ha sido una institución creada por nuestros antepasados, para autobernarse, impedir la tiranía y la explotación. La Asamblea general permanente se coordinaría con el Delegado político, líderes de planillas, ayudantes de las colonias, líderes de organizaciones, líderes sociales, etc. ¡Tebe, tiabe!

 

 

 



[1] John Womak. Zapata y la revolución mexicana. FCE, México, 1969. P. 338.

[3] Cfr. Arturo Warman. “…Y venimos a contradecir”, SEP, México, 1976. P. 40.

[4] Ibídem.

[5] Archivo General y Público de la Nación. Títulos primordiales del pueblo de Tetelcingo. México, 28 de agosto de 1911. En el contenido, dice el Título primordial: VISTA DE OJOS Y RECONOCIMIENTO. Y luego incontinenti, dicho día veinte y siete de julio de dicho año de seiscientos y noventa y nueve… (27 de julio de 1699).  Subrayado nuestro.

[6] John Womak. Zapata y la revolución mexicana. Op. cit.

[7] Los antiindianistas cuautlenses (Tadeo Nava, Arturo y Paola Cruz, Rodrigo Arredondo, Alfonso Cerqueda, entre otros), políticos opositores a la municipalización, se han equivocado cuando sostienen que la venta de tierras ejidales ha implicado la abolición del territorio e identidad de sus habitantes originarios. Entre otras barbaridades, han dicho, ante los medios de comunicación, que Tetelcingo no debe ser municipio indígena, porque  ya no hay indios, que sólo existen unos cuantos en una manzana; que ya no es comunidad indígena porque hay cibercafés, tiendas trasnacionales…; que los indios están pagando las consecuencias por vender sus tierras.  Sin duda, esa visión es miope y está fundada en la absoluta ignorancia, es el reflejo de una creencia (no pensamiento) oscurantista, medieval y colonial, es en dos palabra: una visión racista y discriminatoria. De hecho, los indios tetelcingas, deberían interponer una demanda penal contra estos políticos vulgares, ambiciosos, oportunistas, arribistas, CHAPULINES y racistas, porque ahora, la discriminación y el racismo son delitos penales. Entendemos entre líneas, que estos políticos chapulines y vulgares definen al indio por su penacho, taparrabos, flechas y arcos y porque viven en las selvas o montañas… Pareciera que su fundamento es “El libro vaquero”, no las disciplinas científicas de las ciencias sociales.    Es una tristeza que estos “profesionales de la política”, emanados del "Estado corrupto" (1929-2018), que se dicen dirigentes, no entiendan ni una palabra de la vasta producción científica en México, producción hecha durante cien años en la antropología, sociología, arqueología historia, entre otras disciplinas. Sobre todo, porque desde el 2012, el indio o indígena se define, según la Constitución federal, por el CONCEPTO DE AUTOADSCRIPCIÓN. Y la autoadscripción nada tiene que ver con los señalamientos de los políticos ambiciosos, chapulines y vulgares de Cuautla. Para que nos demos una idea de sus aberraciones, exponemos algunas de sus declaraciones:

a) “‘Yo siempre he estado en contra de la municipalización de Tetelcingo… Por eso, cuando fui diputado del Distrito XIV nunca voté por la propuesta ni la llevé al pleno…” Cfr. El Sitio informativo. Raúl Tadeo: da su postura y acciones para el caso TETELCINGO. Consultado el 14 de noviembre de 2017 de http://bit.ly/2yC8GT

b)  “Si Tetelcingo se convierte en municipio, quedaría reducido a unas manzanas, no sé si eso sería suficiente o llenaría los requisitos que se están solicitando”. “Que me digan si en comunidades indígenas de otros lugares hay cibercafés, supermercados, tiendas de empresas transnacionales; nuestros amigos de Tetelcingo vendieron sus tierras y hoy están pagando las consecuencias.” El Sol de Cuautla. Difícil que Tetelcingo sean municipio. Consultado el 08 de julio de 2022 de https://bit.ly/3PeK8qi

c) Cuautla Hoy (2022).  Consulta para crear el municipio de Tetelcingo [video]. Consultado el 08 de julio de 2022 de https://bit.ly/3OV3SPY En este video, el Presidente municipal Arredondo dice que la Consulta indígena es ambigua, seguramente no sabe leer. Si la Consulta es indígena, se  sigue, que es negativo para los no indígena. ¡Qué lástima! En el mismo sentido, Arredondo dice que los tetelcingas no deben municipalizarse, porque no saben gobernarse… ¡Gulp! O sea, el sí sabe cómo gobernar Cuautla, por eso la ciudad es próspera, sin pobreza, sin inseguridad, sin feminicidios, sin corrupción… 😁

[8] Cfr. Rodrigo Díaz Cruz (1984). El rumor de Tetelcingo, [Tesis de licenciatura] Universidad Autónoma Metropolitana.