Delegación política de Tetelcingo (Parte IV)
Delegación política de Tetelcingo
(Parte IV)
Ernesto Cera Tecla
Títulos
primordiales, venta de tierras ejidales y estructura social tetelcinga.
En las Reflexiones I, II y III ( I: https://bit.ly/3xz1MOx, II:
https://bit.ly/3tYg0Y3 y III: https://bit.ly/3yuzrdO) hemos expuesto varias
ideas que nos conducen al entendimiento de la naturaleza jurídica de
la Delegación política de Tetelcingo. En la primera Reflexión,
explicamos cómo el “milagro mexicano” o crecimiento económico (1940-1970) del
país, nunca llegó a Tetelcingo; también demostramos que la política agraria,
que privilegió a la agroindustria privada, sólo generó escases de tierra y
empobreció más a los mosiehualte; de igual forma, observamos que ambos
factores propiciaron movimientos campesinos e indígenas en el estado de
Morelos. En la segunda Reflexión, argumentamos que en los años setenta
del siglo XX, las condiciones socio-económicas de los tetelcingas devinieron
más graves: la pobreza y la desigualdad absorbieron tanto a los indios con
tierra, como a los indios sin tierra; al mismo
tiempo, hicimos un comparativo entre Cuautla de principios del siglo XX
y Tetelcingo de los años setenta y nos percatamos que el Municipio de Cuautla
contaba con los servicios públicos básicos, mientras que, los indios mosiehualte morían de
enfermedades curables, carecían de agua potable, escuelas, centros de salud, etc.,
retratamos a una clase dominante cuautlense que siempre ha despreciado y
marginado a los indios tetelcingas, a pesar de ser tributarios (sujetos obligados
de impuestos) y de producir el maíz y la tortilla que alimentan, en parte, al
pueblo que lo somete y lo sojuzga. En la tercera Reflexión vimos, desde
adentro, la crisis agraria en el pueblo, observamos que el despojo de los bienes
ejidales y comunales fue resultado del contubernio y corrupción entre el gobierno
municipal de Cuautla, el estado y la federación; del mismo modo, demostramos
que el Municipio ha fomentado y utilizado la DIVISIÓN POLÍTICA para dominar,
someter y explotar a los indios mosiehualte. En esta Reflexión
(IV) abordaremos, de manera general, la modificación de la estructura de la
tenencia de la tierra.
Mosiehualte, 1910.
Industrialización, crecimiento demográfico y urbanización modificaron la
estructura de la tenencia de la tierra en Cuautla. Hasta los años sesenta, la estructura
de la tenencia de la tierra en Morelos permaneció, según Womak, relativamente
intacta: más de 32 mil ejidatarios de 200 ejidos en la entidad poseían
alrededor de 300 000 hectáreas de tierra de labor, bosques y pastos, que hacían
un total de 80% de tierras útiles; mientras que alrededor de 10 000
propietarios particulares tenían el 20%, en lotes pequeños.[1] En particular,
Cuautla tenía INTACTA la siguiente estructura de tenencia de la tierra: 1,929 ejidatarios
de NUEVE ejidos poseían 10,622.73 hectáreas; en Tetelcingo, 402 ejidatarios tenían
1555 hectáreas . Sin embargo, esta estructura cambió radicalmente, en los años
setenta, debido al proyecto de “industrialización” impulsado por los gobiernos
en la entidad. La producción de la riqueza nacional en números prueba esta
causal. Para la séptima década, la industria ocupaba el segundo lugar de la
estructura sectorial del producto interno bruto (PIB) con el 26% y la
agricultura 21%; en la década de los setenta, la industria aumentó al 36% y el
campo disminuyó a la mitad, al 11%.[2] Estos datos
muestran que la actividad agrícola dejó de ser el eje principal de la economía;
el sector secundario (industria) y terciario (servicios) pasaron a ser los ejes
prioritarios de los tres niveles de gobierno. A esta situación, se sumaron la
migración (de 1960 a 1967, la proporción de migrantes en el estado, pasó de 36%
a 50%), crecimiento demográfico y el proceso de urbanización acelerados: en
tres décadas (40’ al 60’), Morelos pasó a 900,000 habitantes, Cuautla, 94,000 y
Tetelcingo, 4,000. Los cuatro factores citados fracturaron la estructura de la
tenencia de la tierra en la entidad, en Cuautla y en Tetelcingo. El ejido de
Tetelcingo fue el más perjudicado, porque la clase política dirigente y la
clase económica dominante impulsaron el crecimiento urbano en el norte
de la ciudad, en los campos de los indios ejidatarios. Los indios ejidatarios (tetelcingas) fueron obligados a vender sus tierras. En general, la estructura de la tenencia de la tierra
en Morelos fue, en los años setenta, arteramente alterada por el proyecto de
industrialización, promovido por el régimen autoritario en turno.
El reemplazamiento del agro por la industria en los setenta, trajo
consigo la distinción jurídica entre certificados de posesión (más tarde, certificados agrarios), que avalaban la
posesión física de la tierra ejidal y los Títulos primordiales que amparaban
la propiedad comunal de un pueblo. Los certificados de posesión amparaban la
propiedad ejidal de la tierra, pero los Títulos primordiales (o Cédulas reales)
amparaban las tierras comunales de los mosiehualte. Los 402 tetelcingas,
beneficiarios de las dotaciones de 1924 y 1936, tomaron posesión física de
sus parcelas, a título individual, sin embargo, el pueblo de indios mantenía
la posesión simbólica del territorio, a título colectivo. Pero, ¿qué son
las Cédulas reales o Títulos primordiales? En México y pueblos originarios, son los
documentos que establecen los “límites de las tierras de los indios.”[3] En 1567
el Marqués de Falces, virrey de la Nueva España, creó el fundo legal de los
pueblos, que protegía las tierras de los indios, mismas que eran amenazadas por
los españoles rapaces. Así, en 1687, la autoridad colonial concedió a las comunidades
indias 600 varas a los cuatro vientos desde las últimas casas del poblado.[4] Veamos el caso de Tetelcingo. Los Títulos
primordiales del pueblo mosiehualte dicen en la carátula: “México,
año de 1911. Tetelcingo pueblo antes Xochimilcacingo, del Dto. y Estado de
Morelos.” Más adelante encontramos el mensaje lacónico de un pueblo rebelde,
revolucionario, zapatista: “Don Francisco G. Amaro, vecino y comisionado de
los vecinos de dicho pueblo, solicita TESTIMONIO de los TÍTULOS
y documentos que AMPAREN LA PROPIEDAD de dicho pueblo…”[5]
Al final, los mosiehualte obtuvieron copias certificadas de los Títulos primordiales
que amparan legalmente el territorio, según la autoridad virreinal de 1699. Si desciframos el mensaje de los indios tetelcingas,
tenemos que TESTIMONIO deriva del latín testimonium y éste de testis
“testigo”, por tanto, testimonio es, stricto sensu, el relato de un
testigo ocular. Testimonio es, lato sensu, la memoria histórica de un pueblo.
TÍTULOS refiere al derecho de propiedad en particular, es decir, el derecho
legal que tiene un pueblo a su territorio. Así, Títulos primordiales,
significa, desde la visión de los mosiehualte zapatistas: Testamento o
títulos legales que amparan la memoria y la propiedad territorial del pueblo de
Tetelcingo. Al respecto, dice Womak: Emiliano Zapata pensaba que los Título
primordiales eran documentos que amparaban legalmente las tierras
comunales de los pueblos, pero también, eran el testimonio
vivo que probaba la legitimidad territorial de los pueblos. Por esta
razón, en una ocasión, cuando los federales atacaban a Cuautla, Zapata le dijo a
Francisco Franco, a propósito de los Títulos primordiales: “Si los pierdes,
compadre, te secas colgado de un casahuate.” Más tarde, a principios de 1914, en el campamento
“Pozo Colorado”, Zapata le dijo, según Womak, a un rebelde de Michoacán,
enseñando los Títulos primordiales: “Por esto peleo”, no por los documentos,
sino por el “testimonio de constancia y probidad”.[6] En otras
palabras, los Títulos primordiales no sólo amparan legalmente las tierras
comunales, sino también atesoran la historia y la cultura milenaria de un
pueblo. En fin, los certificados de posesión amparan las parcelas de los indios ejidatarios, pero los Títulos primordiales
amparan la memoria, la cultura, la propiedad comunal (territorio) del pueblo tetelcinga.
Los indios ejidatarios han vendido sus
parcelas, pero no el territorio. El territorio o los bienes comunales son
bienes simbólicos inalienables y pertenecen
legítimamente a sus habitantes originarios y a quienes viven en ella.
La venta de tierras ejidales por los indios ejidatarios no implicó la abolición
del territorio mosiehule.[7] En
primer lugar, es imperativo entender que la venta de tierras ejidales (inalienables
en los años setenta) no fue resultado de la VOLUNTAD del indio ejidatario, sino,
fue resultado de una OBLIGACIÓN impuesta por la mano invisible (libre
mercado). En otras palabras, fueron las relaciones económicas capitalistas que pusieron
en el mercado las tierras ejidales de los indios (reléase, primer párrafo). Los
beneficiarios no fueron los vendedores indios ejidatarios, sino los compradores
abusivos, los impulsores del libre mercado: empresarios, fraccionadores,
comerciantes, políticos corruptos de Cuautla (presidentes municipales,
notarios, regidores, dirigentes de partidos políticos…), entre otros. El libre
mercado encubaba, en esa década, el huevo de la serpiente, el que
daría luz, en la siguiente década, al proyecto económico y político neoliberal,
el que terminaría por hundir en la peor pobreza y desigualdad a los indios mosiehualte
hasta nuestros días. En segundo lugar, las tierras ejidales otorgadas a los
indios de Tetelcingo en 1924 y 1936, fueron apenas una parte de toda la TIERRA
COMUNAL reclamada (reléase segundo párrafo). Por tanto, los indios ejidatarios que vendían sus tierras ejidales, vendían la parte material, pero no la parte simbólica, el
TESTIMONIO o la parte histórica del territorio. Los indios ejidatarios eran o
son dueños de la parte material de la tierra, pero NO del TESTIMONIO que ampara
el territorio de un pueblo. Los propietarios del territorio están amparados por
la iuris, por los Títulos primordiales. Los legítimos propietarios del
territorio son los habitantes
originarios (indios sin tierra e indios con tierra), pero también, los
inmigrantes que se autoadscriben como mosiehualte y que se han
establecido en el territorio, desde los años sesenta del siglo pasado hasta
nuestros días. En fin, los indios ejidatarios no vendieron sus tierras, el
libre mercado los obligó a venderlas; el indio ejidatario vende la parte
material de la tierra, pero no el significado histórico del territorio; el
territorio es de los mosiehualte y de los inmigrantes que se autoadscriben
como tal y todos tienen derecho a erigirse en Municipio libre, a autogobernarse.
Todos tienen el derecho a vivir en un municipio indígena próspero, de
bienestar: iguales, pero diferentes.
La erosión de la estructura de la tenencia de la tierra agudizó el
rompimiento de la estructura social tetelcinga. Ante la escases de tierra, el
reemplazamiento de la agricultura por la industria, la urbanización, migración,
entre otros factores, el territorio indígena tuvo una reconfiguración. Empezó a
fraccionarse la tierra ejidal (a pesar de ser inalienables) para uso urbano y
con fines comerciales. Las tierras comunales y ejidales de los indios
tetelcingas se convirtieron en objetos de despojo por parte de los
fraccionadores residenciales, complejos comerciales y políticos corruptos del
municipio de Cuautla. Además hay que agregar las expropiaciones de tierras para
la apertura de carreteras, autopistas u otro. Paralelo a lo antes citado, en la
misma década, se construyeron en la colonia Volcanes, Lázaro Cárdenas y Santa
Bárbara una fábrica manufacturera y cuatro talleres donde se construían huacales (cajas de jitomate) y costales o sacos para empacar cebollas, ésto por la mano de obra barata. En
el taller de costales trabajan 20 mujeres y les pagan 0.40 centavos por cada costal que cosían. En la CONASA trabajaban 16 tetelcingas. Los varones ganaban los mismo centavos para hacer huacales (o cajas de jitomate). Nadie tenía prestaciones ni
seguro social. El crecimiento urbano y la “industrialización” fomentaron el
trabajo asalariado. La mano de obra femenina indígena se incorporó al mercado de
trabajo.[8] Los
indios mosiehualte dejaban paulatinamente la actividad agrícola y
empezaron a participar en diversos oficios: albañiles, empleados de tiendas, músicos,
pequeños comerciantes, jardineros, etc. Los profesionistas se contaban con los
dedos, pero eran profesionistas de la carrera de los pobres: “maestros”. El elemento
común de la nueva división del trabajo consistía en que todos los trabajadores
indios tenían salarios de miseria, salarios que no cubrían la canasta básica, pues
eran la MANO DE OBRA BARATA de las relaciones económicas capitalistas.
Entonces, la erosión de la tenencia de la tierra ejidal provocó la conversión
de los indios campesinos: se convirtieron en trabajadores asalariados, empleados,
obreros, devinieron sujetos de explotación del capitalismo salvaje. Si en los
años treinta y cuarenta del siglo pasado, los indios habían transitado de la
esclavitud a la libertad; en los años setenta, transitaron nuevamente, pero a
la inversa: de la libertad a la esclavitud moderna, a la explotación capitalista,
a la sobrevivencia con salarios miserables. Sin duda, las relaciones de dominación
económica, no pueden establecerse sin las relaciones de dominación ideológica o
simbólica. Es a partir de aquí, que la clase política dirigente y la clase económica
dominante de Cuautla impuso una ideología falsa (una falsa realidad) a los indios
de Tetelcingo. En esa ideología falsa les dicen a los indios que la lengua mosiehualcupa no
tiene valor y los indios, la menosprecian; les dicen que ser indios es un atraso y los indios se desprecian así mismo y quieren ser
mestizos, blancos; les dicen que sus hábitos milenarios de vida carecen de valor
y los indios dejan la tinaja, el petate, las casas de adobe, etc. Y cuando el dominado se hace cómplice de su propia dominación, tenemos, dice Bourdieu, la dominación perfecta. La dominación perfecta significa pensar que las relaciones de explotación, sometimiento, etc., son normales, naturales, ahistóricas. Finalmente,
la erosión de la estructura de la tenencia de la tierra desarticuló la estructura
social tetelcinga fundada en la agricultura. El paso del rol de campesino al
rol de asalariado no ha implicado ningún tipo de “modernización”, ni de “progreso”
ni “bienestar”, ha implicado, más bien, una esclavitud moderna. Por eso, la liberación del pueblo, la
liberación de las relaciones de explotación y la liberación mental o ideológica
del indio mosiehualte pasa, necesariamente, por la municipalización, por
el autogobierno del territorio.
Continuará…
Post data 1. Además,
opino que el territorio y la autonomía deben regresar a manos de los
mosiehualte y a quienes se autoreconocen como mosiehualteca, por la fuerza, si es necesario.
Post data 2. La consulta indígena va, pero no debemos olvidar las enseñanzas de nuestros abuelitos mosiehualte: la libertad y el territorio se defienden luchando, tomando conciencia de nuestra situación de clase y étnica y confrontando al poder. Los líderes indígenas-burócratas que basan su lucha en meros trámites administrativos y que luchan desde arriba, no son suficientes; se requieren también sujetos sociales de transformación, sujetos de cambio, que luchen desde abajo, que organicen un movimiento indígena, campesino y popular.
Post data 3. Caminemos hacia la instalación de una Asamblea general permanente, el máximo órgano que podría garantizar el nacimiento del municipio mosiehuale. La Asamblea general ha sido una institución creada por nuestros antepasados, para autobernarse, impedir la tiranía y la explotación. La Asamblea general permanente se coordinaría con el Delegado político, líderes de planillas, ayudantes de las colonias, líderes de organizaciones, líderes sociales, etc. ¡Tebe, tiabe!
[1]
John Womak. Zapata y la revolución mexicana. FCE, México, 1969. P.
338.
[3]
Cfr. Arturo Warman. “…Y venimos a contradecir”, SEP, México,
1976. P. 40.
[4]
Ibídem.
[5] Archivo General y Público de la Nación. Títulos
primordiales del pueblo de Tetelcingo. México, 28 de agosto de 1911. En
el contenido, dice el Título primordial: VISTA DE OJOS Y RECONOCIMIENTO.
Y luego incontinenti, dicho día veinte y siete de julio de dicho año de seiscientos
y noventa y nueve… (27 de julio de 1699). Subrayado nuestro.
[6]
John Womak. Zapata y la revolución mexicana. Op. cit.
[7] Los antiindianistas cuautlenses (Tadeo Nava, Arturo y
Paola Cruz, Rodrigo Arredondo, Alfonso Cerqueda, entre otros), políticos opositores
a la municipalización, se han equivocado cuando sostienen que la venta de tierras
ejidales ha implicado la abolición del territorio e identidad de sus habitantes
originarios. Entre otras barbaridades, han dicho, ante los medios de
comunicación, que Tetelcingo no debe ser municipio indígena, porque ya no hay indios, que sólo existen unos
cuantos en una manzana; que ya no es comunidad indígena porque hay cibercafés,
tiendas trasnacionales…; que los indios están pagando las consecuencias por
vender sus tierras. Sin duda,
esa visión es miope y está fundada en la absoluta ignorancia, es el reflejo de
una creencia (no pensamiento) oscurantista, medieval y colonial, es en dos palabra:
una visión racista y discriminatoria. De hecho, los indios tetelcingas,
deberían interponer una demanda penal contra estos políticos vulgares,
ambiciosos, oportunistas, arribistas, CHAPULINES y racistas, porque ahora, la
discriminación y el racismo son delitos penales. Entendemos entre líneas, que
estos políticos chapulines y vulgares definen al indio por su penacho, taparrabos,
flechas y arcos y porque viven en las selvas o montañas… Pareciera que su
fundamento es “El libro vaquero”, no las disciplinas científicas de
las ciencias sociales. Es una
tristeza que estos “profesionales de la política”, emanados del "Estado corrupto" (1929-2018), que se dicen dirigentes, no entiendan ni una palabra de la vasta
producción científica en México, producción hecha durante cien años en la antropología,
sociología, arqueología historia, entre otras disciplinas. Sobre todo, porque desde el 2012, el indio o
indígena se define, según la Constitución federal, por el CONCEPTO DE
AUTOADSCRIPCIÓN. Y la autoadscripción nada tiene que ver con los señalamientos
de los políticos ambiciosos, chapulines y vulgares de Cuautla. Para que nos
demos una idea de sus aberraciones, exponemos algunas de sus declaraciones:
a) “‘Yo siempre he estado en contra
de la municipalización de Tetelcingo… Por eso, cuando fui diputado del Distrito
XIV nunca voté por la propuesta ni la llevé al pleno…” Cfr. El Sitio
informativo. Raúl Tadeo: da su postura y acciones para el caso
TETELCINGO. Consultado el 14 de noviembre de 2017 de http://bit.ly/2yC8GT
b) “Si Tetelcingo se convierte
en municipio, quedaría reducido a unas manzanas, no sé si eso sería suficiente
o llenaría los requisitos que se están solicitando”. “Que me digan si en comunidades
indígenas de otros lugares hay cibercafés, supermercados, tiendas de empresas
transnacionales; nuestros amigos de Tetelcingo vendieron sus tierras y hoy
están pagando las consecuencias.” El Sol de Cuautla. Difícil que
Tetelcingo sean municipio. Consultado el 08 de julio de 2022 de https://bit.ly/3PeK8qi
c) Cuautla Hoy (2022). Consulta para crear el municipio de
Tetelcingo [video]. Consultado el 08 de julio de 2022 de https://bit.ly/3OV3SPY En este video, el Presidente
municipal Arredondo dice que la Consulta indígena es ambigua, seguramente
no sabe leer. Si la Consulta es indígena, se sigue, que es negativo para los no indígena. ¡Qué
lástima! En el mismo sentido, Arredondo dice que los tetelcingas no deben municipalizarse,
porque no saben gobernarse… ¡Gulp! O sea, el sí sabe cómo gobernar Cuautla, por
eso la ciudad es próspera, sin pobreza, sin inseguridad, sin feminicidios, sin
corrupción… 😁
[8]
Cfr. Rodrigo Díaz Cruz (1984). El rumor de Tetelcingo, [Tesis de
licenciatura] Universidad Autónoma Metropolitana.