Feminización de las profesiones en la
lengua francesa
Ernesto
Cera Tecla
Introducción
En este pequeño texto
discutiremos, de manera general, la feminización de las profesiones, funciones,
grados o títulos en la lengua francesa. El
tema ha cobrado relevancia en los últimos años porque se ha presentado como una
reivindicación política de la paridad entre hombres y mujeres. La paridad lingüística debe
traducirse, según estudios de género, en el uso público de un lenguaje no
sexista o menos androcéntrico. Por ello,
por un lado, describiremos la visión purista de la Academia francesa y,
por otro, la visión funcional del gobierno francés.
En la reflexión,
trataremos de responder las siguientes preguntas: ¿La feminización de los nombres
de profesiones, funciones, grados o títulos de las mujeres corrompe a la lengua francesa? ¿Por qué, según
la Academia Francesa de la Lengua, la corrompe? ¿La visión funcional de la
lengua (el gobierno francés) reivindica la paridad entre hombres y mujeres? Entonces: ¿es Madame le president o Madame la
president?
La Academia francesa
A principios del siglo XVI, el régimen político francés se consolidó y puso
las bases para construir un Estado moderno: el Estado absolutista. Entre los siglos XVI y XVII, el nuevo régimen
permitió el tránsito de la administración pública personalizada al de la administración
impersonal al servicio del Estado.[1] Este tránsito hizo que el Rey Francisco I
dictara, en 1549, las primeras Ordenanzas para el uso escrupuloso de la lengua francesa en la administración
pública del país. Los efectos de las ordenanzas no se hicieron esperar en política,
leyes, literatura, artes y ciencia. El desarrollo de las disciplinas propició,
en 1635, el nacimiento de la
Academia francesa (AF), cuyo objetivo se orientó a fortalecer la unidad del reino
a través de la lengua. Desde entonces, la
AF refrendó su principal tarea: reguló la lengua francesa para convertirla en
pura y elocuente.[2]
Para los siglos XVII
y XVIII, la política lingüística del Estado absolutista ya había erigido a la
lengua francesa en el medio de comunicación de la aristocracia, las personas
cultas y la diplomacia en el Norte de Europa, Alemania, Polonia y Rusia. En
suma, el Estado absolutista convirtió a la lengua francesa en un imperio, más allá del imperio político y económico de Francia.
En la lógica de la
unidad idiomática, la AF elaboró el primer Diccionario en lengua francesa en
1694, para normar la lengua. El Diccionario fue elaborado por La Fontaine,
Corneille, Racine, entre otros, y tuvo una entrada de 18 mil palabras. De la
primera edición hasta nuestros días, el Diccionario ha tenido nueve
ediciones: 1718, 1740, 1762, 1798, 1835, 1878, 1932-1935 y 1992-2011. Éste
último, a diferencia del primero, tiene una entrada de 60 000 palabras,
reivindica el buen uso de la lengua
y señala, además, qué es el lenguaje familiar, popular, vulgar y el argot.[3]
La normalización de
la lengua francesa tiene, hasta nuestros días, 417 años. En el proceso de codificación, la AF ha jugado un
papel muy importante: ha sido el motor de a construcción de una unidad lingüística a través de la imposición de una norma prescriptiva que consagra la
estaticidad, homogeneidad y exclusividad de la lengua. No obstante, es importante destacar que la
lengua estándar no consiste, según la sociolingüística, en hablar
correctamente, sino entenderse eficazmente entre personas de distintas
nacionalidades, regionales y sociales.[4] La
codificación de una
lengua no es propiedad de una lengua per se, es más bien un acuerdo social de
una lengua neutra frente a la diversificación dialectal.[5] Todas
las lenguas y dialectos tienen las mismas calidades,
no existe una variedad mejor que otra, son simplemente diferentes.
Los codificadores de
la lengua o puristas (AF) pretenden, dice Rosenblat, acomodar la lengua a la
medida del diccionario, acotando la diversidad dialectal. Construyen una
especie de proteccionismo aduanero, imponiendo una visión limitada y
empobrecedora.[6] Por ello, desde esta
perspectiva lo correcto o puro es: “Madame le president” porque “Madame la
presidente” es un barbarismos; lo mismo para las demás profesiones: "Madame la Procureure", "la professeure", "la cheffe de cabinet",
etcétera.
Los funcionalistas
Los defensores de la feminización de los nombres de profesiones consideran que las lenguas no sólo son
portadoras de formas lingüísticas,
sino también de significados sociales y culturales, por tanto, reproducen la
estructura social androcéntrica de una sociedad, es decir, una estructura social significada desde
la masculinidad. Esta visión entiende que las lenguas están hechas por los
hombres y están bajo el control del varón.[7] De aquí la necesidad de construir la paridad en el uso de la lengua.
Los lingüistas funcionales distinguen la categoría de lengua y género, o bien, entienden la dimensión
sociocultural de la división entre varones y mujeres, y no la dimensión
biológica (o el sexo). Sostienen que la
asignación de un género a determinadas palabras es arbitraria y tiene una
connotación discriminatoria. Por
ello, consideran que el lenguaje sexista es un ejercicio de poder que
invisibiliza a las mujeres y que reproduce la desigualdad de género.[8]
Así mismo, los funcionalistas aseguran que la norma lingüística debe ser descriptiva y no prescriptiva (como los puristas), es decir, la norma no debe indicar qué debe decirse y qué no, sino solamente valorar lo que se dice: se debe privilegiar el uso de la lengua. Por tanto, la norma debe fundarse en los usos de las variedades dialectales de una lengua.
En esa perspectiva, en
1984, el gobierno francés designó a Madame Yvette Roudy, Ministra de Derechos
de las mujeres, para estudiar los títulos y funciones de las mujeres. El
estudio terminó en una propuesta reconocida por el primer ministro Laurent
Fabius en 1986.
Más tarde, en 1998, el gobierno de Lionel Jospin replanteó el tema de la feminización
de las profesiones y formó la Comisión General
de Terminología y de Neología. Más tarde, esta comisión avaló la viabilidad de dicha
política lingüística. El
mismo año, el Ministerio de educación emitió una circular para utilizar los pronombres masculino o femenino en las profesiones, funciones y grados. A partir de entonces, al Provisor y al Principal
deberían denominarse (si fuera mujer): “la
provisor” o “la principal”.[9]
Finalmente, en 2002,
el gobierno decretó la feminización de las funciones ejercidas por las mujeres
en la Asamblea nacional. En el debate debería interpelarse a una mujer en
funciones con el pronombre correspondiente: “madame la presidente” o “madame la
diputée”, según fuera el caso.
Veamos, en la
siguiente tabla, los usos lingüísticos que deben superarse.
Ejemplos
profesiones, funciones, títulos o grados masculinizados |
|||
Les usages sociaux |
La conjugalité |
Empleos
de prestigio |
Les usages dans la
justice |
-L’usage le plus général est
que la femme mariée porte le nom de son mari. -La femme divorcée reprend ses
prénom et nom de famille. |
-La boulangère, femme du
boulanger ; Madame la Présidente, la femme du président ; ambassadrice,
mairesse, préfète. -Le terme de mairesse est
certes présent depuis le 12ème siècle, mais ne désigne longtemps que la femme
du maire puisqu’il faut attendre 1990 pour que les dictionnaires attestent la
nouvelle acception de femme-maire. |
-Recteur, chancelier des
universités, préfet, directeur, d’administration centrale, directeur de
cabinet. -Officier de police, gardien de
la paix, brigadier. -Pour les grades ou titres Honorifiques :
chevalier, officier de la Légion d’honneur. |
Madame le procureur, le
président, le conseiller à la Cour
de cassation. |
Conclusión
La feminización de las
profesiones reivindica la paridad entre hombres y
mujeres. Por ello, la política lingüística del gobierno francés refrenda el uso o la realización concreta de
la lengua, o sea, el habla. La propuesta es atinada
porque, en efecto, son las prácticas de los hablantes las que hacen a la
lengua, no las academias. En fin, la visión lingüística funcional se ha impuesto sobre la visión purista de la lengua.
P.d.
"Nuestra voz, no clama en el desierto,
clama en nuestro pueblo": TETELCINGO, Municipio Libre.
Oxon quiema, ma mochihua, ma motequepanu.
Ijquehuo queneque to tatzi, to nontzi.
No tata, tona...
"Ahora sí, que se haga, que pase como es nuestra costumbre,
así lo quieren nuestros dioses: nuestra madre, nuestro padre,
¡Oh! Mi Señor Sol...".
[1] ANDRADE, Sánchez Eduardo. Teoría General del Estado, Harla, México 1996. Cfr.
Juan Bodino en Francia. Por ejemplo, los Seis libros de la República de
Juan Bodino, tratan del desarrollo estatal y conforma el concepto de soberanía
atribuido al Estado.
[2] Diccionario de la Academia Francesa. Consultado el 12 de junio de 2023 de https://acortar.link/5s8D8T
[3] Cfr. AF. Ibidem.
[4] Javier Mangado. Norma
idiomática y lengua oral. Consultado el 12 de junio de 2023 de https://acortar.link/6NMQpz
[5] Cfr. MORENO de Alba José G. El
lenguaje en México, S. XXI, México 1999
[6] Cfr. ROSENBLAT, Ángel. El
castellano de España y el castellano de América, Taurus, Madrid, 1970. Pp. 11-28
[7] Cfr. ROMAINE, Suzanne. El
lenguaje en la sociedad, Ariel, España, 1996.
[8] Ibidem.
[9] Commission
Général de Terminologie et de Néologie.
Consultado del 12
de junio de 2023 de https://acortar.link/NzdrqY